Pedro Olvera | 07/12/2024 | 13:29
PREGUNTÓ UN ESTIMADO AMIGO, profesional del Derecho, refiriéndose en la charla al cambio que podemos apreciar en los comportamientos sociales una o cuando mucho un par de generaciones atrás en temas como la violencia, el desprecio por lo que sucede a los demás, la inseguridad, la delincuencia organizada, las extorsiones, los secuestros, el abandono de personas, los fraudes, robos, asaltos y la corrupción.
EN FIN, TODAS ESTAS QUE, SI BIEN no son algo nuevo, sí resultan mucho mayores en cantidad, en crueldad, falta de humanismo y en escándalo. Hablamos también de cómo todo esto permea hacia la política, las instituciones, organizaciones y la familia. Se dialoga de la pérdida de valores, de responsabilidad social y de civismo.
ALGUIEN MENCIONÓ CON relación a los comportamientos, al descaro, el cinismo, la falta de vergüenza y la impunidad a la "Teoría de las ventanas rotas". Como fue un tema apenas sugerido, me interesó revisarlo.
APENAS EL 14 DE OCTUBRE pasado falleció a la edad de 91 años Philiph Zimbardo, estadounidense de ascendencia italiana hijo de migrantes que llegaron a Nueva York. Este estudioso de la Psicología ha dejado un legado para el mundo con sus aportaciones en Psicología Social, y precisamente viene a colación su trabajo porque bien pudiéramos encontrar algunas explicaciones para el tema que hoy nos ocupa, pues sus investigaciones siempre enfocaron los factores del entorno como influencia en los individuos.
VEAMOS, ZIMBARDO CONVOCÓ en 1971 a su equipo de estudiantes de Psicología en la Universidad de Stanford, a llevar a cabo un experimento académico que, aunque tal vez nunca imaginaron, habría de trascender en el tiempo y la ciencia hasta ahora y seguramente por muchas décadas más.
SE TRATABA DE INVESTIGAR, A través de Conejillos de Indias que previamente reclutaron, el comportamiento de los seres humanos estando encerrados. Para ello se requiere tener una cárcel y reproducir lo más fielmente posible el encierro por varios días, que en este caso sumaron seis.
SE OPTÓ POR UN SITIO MÁS QUE cercano a la Universidad, es decir el propio Campus de esta, donde dispusieron para el evento experimental de instalaciones de la Universidad, lo que vino a darle el nombre a ese primer trabajo exitoso de "Experimento de la Cárcel de Stanford", pues literalmente la Universidad de ese nombre se convirtió y fue utilizada al menos en una parte, como una Cárcel.
EN EL ESTUDIO SE DESTINÓ A UN buen número de los reclutados a desempeñarse como los reclusos y otra cantidad menor a desempeñar el rol de los custodios.
LOS RESULTADOS Y observaciones del fenómeno resultan múltiples, pero al menos vale la pena enunciar las que vienen más al caso: por ejemplo, se pudo observar que en un buen porcentaje de quienes estuvieron como reos se dieron actitudes depresivas y de desaliento; en otros se percibió ansiedad y en otros más, actitudes violentas y conductas delictivas.
EN OTROS MOMENTOS ALGUNOS reclusos llegaron a alternar los diferentes comportamientos descritos. Entre los 24 reclutados para que desempeñaran los roles de custodios y guardias al azar, empezaron a presentarse problemas y el experimento terminó por cancelarse, lo que habla de la influencia del encierro y el aislamiento, incluso en una cárcel que se sabía era temporal.
CON INDEPENDENCIA DE LA enseñanza que da al traste con muchas tesis de reinserción social, vale aquí considerar que hay muchos tipos de cárceles y que la sociedad misma puede constituir una; al respecto también conviene acudir a la "Teoría de las Etiquetas" como una corriente sociológica que establece cómo las percepciones iniciales sobre las personas pueden llegar a influir de tal manera en las personas, y sobre todo en los jóvenes, explicando la delincuencia juvenil y otros muchos comportamientos.
ESAS ETIQUETAS SE VAN colocando con más facilidad y frecuencia en los entornos carcelarios que pueden constituirse hasta en las presiones sociales consumistas, el descubrimiento de no poder alcanzar los mínimos de desarrollo, que sucede por ejemplo en las nuevas generaciones a las que no les resulta ni resultará factible adquirir sus propias viviendas, pensiones de retiro y en fin, un mínimo crecimiento y realización a pesar incluso de contar con formación profesional.
PERO LA MÁS IMPORTANTE explicación del estado actual de descomposición social lo encuentro en la teoría de "LAS VENTANAS ROTAS" que parte del experimento que Zimbardo y otros colegas realizaron en dos sitios diferentes de Estados Unidos colocando dos automóviles de igual y regular modelo y rango en las calles del Bronx en Nueva York uno, y el otro en un barrio que era reconocido entonces por su tranquilidad, riqueza de sus habitantes y lujo en Paloalto, California.
EL DEL BRONX, RECONOCIDO ESTE lugar como sitio de criminalidad fue desvalijado, destrozado y robadas todas sus partes; pintarrajeado y vandalizado en tan solo media hora.
EL DEL BARRIO DE CALIFORNIA estuvo sin ser tocado durante casi un mes y entonces vino el experimento: durante una noche se le rompió un vidrio y se le tumbo un espejo resultando así que en 24 horas más tarde, le sucedió a este vehículo lo mismo que al del Bronx.
LAS CONCLUSIONES DE ZIMBARDO es que las ventanas rotas, es decir, los daños visibles, envían un mensaje a la comunidad de permitir hacer daño, delinquir... no respetar. Si la ventana y el espejo se hubiesen reparado rápidamente el mensaje sería de que a ese objeto se le cuida, se le respeta y se le aprecia, por lo que no se hubiera vandalizado.
EN EL BRONX YA HABÍA MUCHAS ventanas rotas y carros destrozados (como sucede ya en nuestras ciudades), por lo que la percepción es que todo se permite. Hablemos ahora de ventanas mentales, sociales, daños institucionales y daños a las personas, a los niños y niñas, a los jóvenes, a los ancianos, a las organizaciones, a los trabajadores, a los partidos políticos y resulta que las ventanas rotas aquí son exactamente lo mismo.
EL DETERIORO Y SIGNOS DE abandono y/o descomposición envían esos mensajes e incluso incitan a comportamientos abusivos y delincuenciales, fuera del orden, como también lo señalaron en otro experimento similar de 1980, los criminólogos James Q. Wilson y J. Kelly.
LA VIOLENCIA QUE VIVIMOS puede que se nos haya anidado en nuestras calles, partidos políticos y vida cotidiana por los signos de deterioro y desinterés que irresponsablemente hemos venido permitiendo desde hace años ya.
HEMOS DEJADO MUCHAS ventanas rotas en militancias y carreras políticas que se ignoran y pisotean en una ambición desmedida y conducción de las organizaciones políticas de forma atrabiliario y rompiendo normas y ventanas estatutarias.
HEMOS DESCUIDADO NUESTRAS calles, banquetas, buena vecindad y los que delinquen saben que es un medio propicio ideal que los invita a infringir. Hemos permitido y hasta sido parte de corrupción en la escuela, en el tráfico vehicular, en lo laboral, en la prestación de servicios y trámites gubernamentales.
ENTONCES ¿POR QUÉ NOS sorprende la descomposición? Comencemos a reparar las ventanas rotas, sean chicas o grandes y/o dentro y fuera de casa.
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