Pbro. Lic. Salvador González Vásquez | 27/10/2024 | 03:30
¿Qué queremos, que haga Dios por nosotros?
Necesitamos que el Señor, haga algo por nosotros, y en lugar de nosotros, cuando ya nosotros, no podemos hacerlo.
Hay proyectos, que parecen imposibles, porque nos falta fuerza o valor para realizarlos.
Pero, ante todo, necesitamos tener limpia la mirada. Porque hay cuestiones que nos ciegan, y nos impiden ver claramente la realidad.
Por eso, hoy nos dice el Evangelio, que Jesús mando llamar a un hombre que estaba ciego, y así se narra, “Entonces le dijo Jesús: ¿Qué quieres que haga por ti?. El ciego le contestó: Maestro, que pueda ver”. (Mc.10).
Y, ya lo dice el dicho: “ No hay peor ciego, que el que no quiere ver”.
Quien desea ver, ya está mirando con los ojos del alma.
Ya que la peor ceguera, es la del que se niega a ver y aceptar la realidad.
Muchos quedaron ciegos, por falta de fe. Porque ésta, nos quita las escamas de los ojos, que nos impiden ver, al que tenemos que seguir.
Más aún, hay algunos, que ni siquiera permiten que otros vean, y por eso tratan de callarlos.
Así dice el Evangelio: “Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte”. (Mc.10).
Aquel ciego, estando privado de la vista, ya miraba con claridad; y sabía, lo que estaba pidiendo.
Hoy, más que nunca, necesitamos pedir a Dios: que nos libre del apego que nos ciega; de esos afectos que nos quitan la fuerza para aceptar la verdad.
Por eso, siempre hay que estar dispuestos a decirle a Dios: ¡Señor, que vea!
Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 10,46-52
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
«Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí».
Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más:
«Hijo de David, ten compasión de mí».
Jesús se detuvo y dijo:
«Llamadlo».
Llamaron al ciego, diciéndole:
«Ánimo, levántate, que te llama».
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo:
«¿Qué quieres que te haga?».
El ciego le contestó:
«“Rabbuní”, que recobre la vista».
Jesús le dijo:
«Anda, tu fe te ha salvado».
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.