Se preguntará Usted que tiene que ver el título de esta aportación o ¿En qué se parecen el salitre, el óxido y la corrupción? La respuesta desde luego no es ninguna joya del ingenio y por el contrario es muy fácil recordar que esos tres males tardan muy poco tiempo en aparecer por donde quiera aunque se trate de cosas nuevas; también podemos decir que estos enemigos de cualquier objeto o construcción de órganos del cuerpo, del gobierno o de la empresa privada son combatidos desde hace muchos siglos en todo nuestro planeta, y aunque se les controla o mantiene a raya por algunos períodos y hasta épocas en los casos más exitosos, no logramos erradicarlos.
Los comentarios de hoy no tienen dedicación alguna. Si usted es funcionario, empresario, gestor o tiene cualquier otro oficio o entretenimiento y se siente aludido, no se sienta tan importante. En esto tenemos que ver todos; a todos nos atañe lo queramos o no. Lo que investigué, mayormente son fragmentos de José Chanés Nieto, José Juan Sánchez González, Juan Miguel Morales y Juan Arciniega, todos ellos investigadores del tema de la corrupción.
Un gobierno democrático no es un negocio de familia dominado por un patriarca; tampoco es un batallón militar, ni el cuartel general de una campaña política. Es una organización productiva que pertenece a sus miembros; y es la única de esas organizaciones cuyos miembros incluyen a todos los ciudadanos que haya dentro de su jurisdicción. Quienes trabajan para el gobierno y reciben de este un salario son, en última instancia, servidores de toda la ciudadanía, que posee y mantiene al gobierno […] En una sociedad en que la soberanía supuestamente se encuentra en el pueblo, es indispensable que los funcionarios sean considerados y se consideren a sí mismos servidores, no amos de su pueblo. Deben tener y ejercer poderes, pero esos poderes son delegados, habitualmente por períodos temporales (Mosher, 1999:708).
Desde 1982, con el propósito de renovar moralmente a la sociedad, se recurrió a una medida tradicional: imponer más controles a la burocracia para combatir la corrupción. Para los años 90 surgió la idea de acabar con la regulación excesiva y se creó una Comisión Nacional Desregulatoria en lo que considero y considere en su momento se trataba de una apreciación del problema bastante adecuada, aunque no fuese el único factor que propiciaba la corrupción El remedio ha sido peor que la enfermedad: ha asfixiado todo brote de creatividad. Los malos sistemas administrativos han sido propiciados de la ineficacia, una de las peores manifestaciones de la corrupción. Los servidores públicos temen desviarse así sea un ápice de los procedimientos operativos comunes. Por desgracia, ante la proliferación de controles, muchos empleados se dan por vencidos o encarecen la corrupción. Hacen todo guiándose por los reglamentos, manuales, instructivos, circulares, tengan o no sentido. Llenan formas que nunca debieron crearse y preparan informes que carecen de utilidad y que, muchas veces, nadie leerá. Para impedir la corrupción se ha establecido una ineficacia paralizante. Ya es tiempo de combatir con éxito a ambas y propiciar una administración de luz verde en lugar de luz roja, una de confianza en vez de una desconfianza, una de pronta acción y cercana y no una morosa o alejada del ciudadano, una de buenos resultados más que una de excelentes controles.
En los días finales de 2010, el Laboratorio de Documentación y Análisis de la Corrupción y la Transparencia del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México nos indicaba que México era la segunda nación más corrupta de América Latina en los ámbitos público y privado, sólo superada por Haití. (Ex.4-I-2011). No he querido seguir investigando en los años que se sucedieron si hemos alcanzado algún otro “honor” al respecto, aunque sé que nadie, ningún país se anda salvando de estos males.
La corruptocracia viene de mucho tiempo atrás, desde la Vieja y la Nueva España hasta nuestros días. Una somera revisión lo constata: La conquista española -señala Chanés- incorporó de modo súbito la actividad económica de los pueblos conquistados a la etapa inicial del desarrollo de la sociedad capitalista, con las peculiaridades mercantiles de la economía hispánica. Además del cacao, los instrumentos de cambio se establecieron en medidas de oro, cuyo peso -de ahí el nombre futuro de la moneda- resultara igual al de la unidad monetaria española. Pero este sistema condujo a la fundición de láminas de oro aleado con cobre, propició la falsificación de los instrumentos de cambio, por lo que se le llamó oro de tepuzque (de fraude o chapuza) (Álvarez 1987:5504). Si conoce alguien a quien apoden tepuzque trate de no acercarse mucho.
Ya en tiempos de Felipe II, para hacer frente a las apremiantes necesidades del Tesoro, se implantó en las Indias, como se había establecido en España, la práctica viciosa de enajenar en pública subasta y adjudicar al mejor postor los oficios públicos de más lucrativo desempeño, cuya provisión correspondía a la corona como una de sus regalías.
De este modo los oficios concejiles de las distintas ciudades pasaron a manos de las familias más acaudaladas. Surgió así un tipo de gobierno municipal de carácter oligárquico, en el cual no siempre coincidían los intereses particulares de los regidores con los generales de los vecinos, que debían ser sus representados. (Ots Capdequi, 1965:61-62). Aquí en San Luis Potosí se conocieron casos de REGIDORES PERPETUOS incluso hay por ahí -espero porque ya se perdió en alguna ocasión- el cuadro del “Regidor Perpetuo” que se refería al Conde de Peñasco.
Sin embargo, la corrupción no es privativa de México ni de San Luis, ya desde las mejores épocas de Grecia y de la antigua Roma se relatan escándalos mayúsculos y acusaciones contra funcionarios, cónsules, gobernadores y dictadores como aquel que tiene que ver con la construcción de ese camino icónico e histórico de Roma conocido desde aquellos años como la vía Apia y otros más en los que se gastaban grandes fortunas para reconstruirse o restaurarse sin que esto sucediera. El propio Cicerón llevó al Senado algunas de estas acusaciones contra Catilina y fueron tan celebres que en la República este jurista las dejó consagradas en su obra Las Catilinarias desde el año 63 A.C. El propio Julio Cesar dictó la Ley Anticorrupción más severa de la República, aunque antes había mandado romper las puertas del tesoro y se había adueñado de las reservas del Estado. ¿Pero qué cree? Existe un corrosivo o corruptor más agresivo y peligroso que la misma corrupción, el oxido y el salitre e incluya los óxidos que usted considere, este corruptor además de peligroso es silencio, escurridizo y se mueve en las sombras. Todos saben de él, pero nadie habla cuando le descubren, tal vez por odioso, tal corruptor es la IMPUNIDAD. El propio filósofo y escritor español ya desaparecido, Fernando Savater dijo alguna vez tocando el tema de ética y corrupción, que la corrupción la entendía y no le sorprendía en nada, pero que la impunidad era una verdadera preocupación. El que esto escribe también así lo piensa y creo que puede ser el factor que en realidad ha ven ido destruyendo históricamente a los grandes imperios como Grecia, Roma y las dinastías chinas y que terminará destruyendo las instituciones y los edificios económicos construidos por el más grande imperio: el imperio del capitalismo, a menos de que se logre inyectar de equilibrios en el orden económico internacional, pero ese es otro tema para otra ocasión.
La corrupción es un virus global y siempre latente. ¿Cómo controlarlo? entendiéndola, analizándola, desmenuzándola, midiendo y evaluando con objetividad e instrumentos fieles su alcance; segmentándola por regiones, edades, sectores etc. Estudiándola seriamente en Escuelas de Administración, Gobierno, Ciencias Políticas. Desregulando, atenuando el número y requisitos de los diferentes trámites y haciéndolos más sencillos colocando asesores gratuitos que auxilien en cada oficina a los usuarios controles y castigos para quienes intermedien más allá de los alcances legales sí, pero con visión y criterio. Pero sobre todo combatiendo la impunidad, esto es, hacer efectivos y ejemplares los castigo. Demos el ejemplo desde casa. El detalle más pequeño, el “dile que no estoy” se queda grabado en el ser humano desde la primera infancia. La corrupción, irónicamente, si es un juego. Uno de los que más envician y en el que sin embargo no podemos desentendernos ni ignorar porque nos inocula y afecta. No nos quedemos atrás.