Sin duda alguna uno de los órganos del Estado que se había consolidado más en las últimas décadas en términos institucionales es el Poder Judicial, una reforma lo había despartidizado, había logrado un sistema funcional en relación al servicio civil de carrera de los servidores públicos y un proceso de tecnificación en el desahogo de sus funciones.
El ser uno de los órganos que más había avanzado en fortaleza institucional, no lo convierte en un ente perfecto, es decir era por todos sabido la necesidad imperante de hacer cambios que desterraran las prácticas de nepotismo que se daban al interior de la organización, los casos de corrupción que se presentaban, la opacidad que reinaba en muchas áreas del Poder Judicial y por supuesto inyectarle el dinamismo necesario que propiciara alcanzar la lógica de impartir una justicia pronta y expedita.
Sin embargo, la reforma necesaria dista mucho de ser la que se “analizó” por el Poder Legislativo, no solo porque careció de un diagnóstico que permitiera encontrar nexos entre las propuestas y lo que “se aspiraba” a alcanzar, porque además no se tiene claridad ni en la forma en como pueda implementarse y más aún, porque en muchos casos carece de una lógica elemental, lo que hecha tierra sobre el discurso de que la reforma es la que necesitábamos los mexicanos.
Es por ello por lo que quizás duele lo desaseado del proceso legislativo que dio origen a la reforma, es decir la incapacidad de diálogo, de escucha y por supuesto de debate, todo ello porque la única razón con la que contaron la mayoría de los legisladores que votaron a favor de la propuesta, se limitaba a la obediencia y fe ciega a un liderazgo que dictaba el camino que consideraba que se debía recorrer.
El Senado de la República es el seno del federalismo, tiene la representación de las Entidades Federativas, es históricamente el espacio deliberativo más preparado del Congreso; sin embargo, todo ello se olvidó cuando decidieron que una tómbola podía definir el rumbo de una institución y porque no decirlo: de los derechos y el sustento de una persona y su familia.
La tómbola truncó esfuerzos individuales y colectivos, destruyó el ejemplo del aspiracionismo en aras de ir en búsqueda de una justicia que pretenda que el voto popular logre redimir vicios, cuando en realidad generará ataduras que partidice y con ello subordine al órgano que debiera ser la balanza en la división de poderes.
Pensar que el voto popular es la solución para combatir la corrupción y la ineptitud es tanto como ser ciego ante la falta de representatividad que se sigue teniendo en el Poder Legislativo; pensar que la tómbola garantizará que los mejores ocupen los espacios, es tanto como no haber visto en muchos casos personas improvisadas que llegaban a ocupar espacios públicos porque la tómbola se usaba como método de selección.
Es evidente que hoy tenemos que vivir de una forma u otra con este cambio de paradigma jurídico, es claro que no habrá marcha atrás ante unos Poderes públicos que decidieron en los hechos desaparecer al órgano que frenaba no solo los abusos de ellos, sino en muchos casos servía de contención social al proporcionar la seguridad jurídica que ninguno de los otros entes podía garantizar.
Y pese a que la lucha del Poder Judicial y sus trabajadores es legítima, nunca entendieron que previamente debían enfrentar sus propios demonios, y uno de los más grandes como Poder de la Unión, era entender que requerían legitimidad social, esa que no buscaron por pretender confundirla con la politización.
Los trabajadores del Poder Judicial tendrán un duro camino por recorrer, quizás lo más complejo que se viene para el órgano es como enfrentar con dignidad un juego en el que los dados están cargados para una mayoría que los descalifica y que banaliza el papel de las instituciones para el desarrollo nacional.
El resultado de la batalla esta decantado, una crisis constitucional, desgraciadamente los ciudadanos aún no alcanzamos a dimensionar el tamaño de la erosión que se puede ocasionar; y para los trabajadores jurisdiccionales el continuar con el paro solo resta respaldo social y disminuye presión a una visión monolítica que aspira a sustituir instituciones por caudillismo.
La tómbola tiene más significado que el simple ejercicio, se traduce en disminuir a la nada a un órgano que se consolidó con la democracia y que se dilapidó por los principales beneficiarios de esta.