Fernando Rodríguez | 02/10/2024 | 17:42
"Si la ciudad fuera una paella, la vivienda sería el arroz"
– Alex Giménez, profesor de la ETSAB de Barcelona.
Esta analogía ilustra cómo la vivienda constituye el ingrediente principal que conforma e integra la ciudad, al igual que el arroz en una paella. La vivienda es el elemento más abundante que conjuga los demás componentes: áreas verdes, trabajo y hogar.
Según la ONU, para 2030 el 83.2% de la población mexicana vivirá en apenas 961 ciudades. Además, se estima que la población mundial alcanzará los 10 mil millones de personas para 2050, frente a los 8,200 millones actuales. Surge entonces la pregunta fundamental: ¿Cómo viviremos?
Considerando que la vivienda representa aproximadamente el 80% de la infraestructura física de una ciudad, ¿cómo debería construirse con los demás elementos para mejorar la calidad de vida? ¿Cómo articular la vivienda con el espacio público, el trabajo, los servicios, productos y el equipamiento urbano?
Ejemplos inspiradores de construcción de vivienda provienen de ciudades con avances urbanos arraigados en principios que "Hacen Ciudad". Copenhague, cuna de Jan Gehl, autor de "Life Between Buildings", y su discípulo David Sim, quien escribió "Ciudad Suave", describen ideales urbanos que promueven la proximidad y la calidad de vida.
Estas ciudades son seguras gracias a su densidad y diversidad poblacional. Otorgan especial importancia a la acera, ese espacio de transición entre lo público y lo privado que, conectado con plantas bajas activas, crea permeabilidad y porosidad con el espacio público y el comercio local, fortaleciendo la cohesión social.
Los usos mixtos favorecen la cercanía al trabajo y servicios, promoviendo la movilidad activa (caminar, usar bicicleta) y promueve "ojos en la calle" que brindan seguridad. Los barrios se transforman en "ciudades de 15 minutos" que fomentan la economía circular, la cohesión social y la proximidad al trabajo y al ocio.
Estos modelos impulsan la sostenibilidad social, ambiental y económica. La integración de estos principios genera una profunda habitabilidad del espacio, promoviendo seguridad, eficiencia de recursos y prosperidad local, lo que resulta en un alto valor social y de mercado que respeta la identidad del barrio.
La concepción de la vivienda como proyecto urbano reconoce que la ciudad es colectiva; por ende, la vivienda también lo es. Este enfoque fomenta la participación de los habitantes en su configuración, generando un sentido de pertenencia y apropiación.
Si entendemos la vivienda como el arroz en la paella urbana, queda claro que su calidad y relación con los demás elementos son tan importantes como su cantidad. La verdadera riqueza urbana no radica en construir más, sino en construir mejor: diseñando espacios donde las personas se sientan parte de un todo, donde la proximidad, la cohesión social y la sostenibilidad se conjugan para generar entornos que no solo nos alberguen, sino que nos den más oportunidades para prosperar.
Fernando Rodríguez Román