El Festival Internacional de Cine de Nuuk, que se celebra en la capital más septentrional del mundo, redobla su apuesta por la visibilidad de la cultura groenlandesa en su octava edición, en la que continúa su afán por proyectar a cineastas indígenas del Ártico a un público cada vez más amplio.
“Desde hace 25 años, hemos empezado poco a poco a contar nuestras propias historias y eso es lo que queremos hacer ahora (…) Queremos asegurarnos de que nuestra gente y nuestra cultura están protegidas”, dijo en una entrevista con EFE este viernes el director del festival y productor cinematográfico, Emile Hertling Péronard.
Durante cuatro días y hasta el sábado, el festival exhibirá películas locales e internacionales -como la selección danesa para competir por el Oscar a la mejor película extranjera, “The Girl with the Needle”-, incluidos documentales y largometrajes, con especial atención a los cineastas autóctonos.
Hertling produjo hace once años su primer documental, sobre la banda de rock local más famosa, Sumé, que “tuvo el coraje de cantar sobre lo que estaba mal en la sociedad groenlandesa y cómo necesitábamos tener nuestra propia voz y nuestra propia identidad y volver a nuestras tradiciones y lengua originales”, comentó.
Originario de Groenlandia y residente en Copenhague, Hertling -cuyo cortometraje “Ivalu” fue nominado el año pasado al Oscar-, aseguró que a partir de ese momento empezó a involucrarse más y más en la comunidad fílmica de este país autónomo, dependiente de Dinamarca.
“Todo era tan nuevo… Todos empezábamos a intentar hacer nuestras propias películas. Y entonces nos invitaron a programar películas para el festival cultural que solía haber aquí, y decidimos que en lugar de hacer eso preferíamos tener nuestro propio festival de cine”, indicó a EFE.
Pese al pequeño presupuesto, el festival ha ido creciendo cada año desde que nació en 2017. Las experiencias internacionales de sus creadores han servido de inspiración.
“Queremos lo mismo aquí y queremos todo: alfombras rojas, estrenos mundiales, cineastas groenlandeses, cineastas internacionales, queremos contar con el público local, pero también queremos invitar a personas de otros países que puedan inspirarnos, queremos clases magistrales, mesas redondas, premios, lo queremos todo”, enfatizó Hertling.
Aseguró que cada año supone un nuevo reto para preparar el siguiente festival, reunir financiación y patrocinadores, en definitiva mucho trabajo que los impulsores deben compaginar con sus profesiones principales; en el caso de Hertling, dirige su propia productora, Ánorâk Film, radicada en Nuuk y centrada en obras que promueven la autenticidad y los valores éticos.
“Cada año, tenemos nuevos cineastas que aparecen con nuevas obras y esto está creando este efecto dominó que es súper importante. De ahí sacamos la energía para hacer el festival”, afirmó.
Pese a la limitada infraestructura en Groenlandia y la carencia de una escuela de cine, el festival ha ido animando año tras año a jóvenes cineastas a iniciarse en el mundo de la filmografía, muchos de ellos de manera autodidacta, simplemente utilizando sus teléfonos móviles en un principio.
Actualmente se imparten talleres y se ponen a disposición equipos que se pueden alquilar, con resultados de calidad de producción notables a la hora de capturar la espectacular naturaleza groenlandesa.
El festival presta especial atención a la cinematografía indígena de Canadá, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y, sobre todo, de los realizadores sami del norte de Escandinavia.
“Probablemente la mayoría de las películas que vemos aquí tienen esta relación con los indígenas, sí, pero no es exclusivo, no nos consideramos un festival de cine indígena que sólo proyecta obras indígenas”, explicó Hertling.
No obstante, reconoció que, “cuando proyectamos estas películas, hay un entendimiento especial entre nuestro público”.
En el caso de las películas groenlandesas, el éxito es tal que se agotan las entradas.
Pero un festival internacional de cine situado en una de las zonas más remotas del mundo también afronta importantes desafíos.
“Groenlandia es muy emocionante para los extranjeros. Así que cuando nos ponemos en contacto con los cineastas y les invitamos a venir siempre están muy entusiasmados con esta oportunidad y esta aventura”, comentó Hertling, que a renglón seguido señaló como problema la dificultad para volar hasta Nuuk por el elevado precio de los billetes y las largas distancias.
Otro reto es el de servir de plataforma para que cineastas locales logren alcanzar a las audiencias más amplias posibles en todo el mundo, mientras que el festival espera convertirse en el futuro en un centro de operaciones gracias al nuevo aeropuerto de Nuuk y al mayor interés que despiertan las cuestiones árticas a escala internacional.