La misión no tripulada Artemis I, en la que una nave Orión que orbitó la Luna hace dos años, midió la radiación espacial a la que podrían exponerse los astronautas en futuras misiones Artemis, y los expertos han concluido que “es improbable” que superen los límites establecidos por la Nasa.
El programa Artemis, liderado por la NASA, tiente previsto volver a pisar la Luna y establecer allí una presencia permanente; el primer paso fue Artemis I, lanzada a finales de 2022 en un viaje de 25 días para circunnavegar la Luna antes de regresar a la Tierra.
Un equipo de investigadores de la Agencia Espacial Europea (ESA), el Centro Aeroespacial Alemán (DLR) y la NASA publicó en Nature las conclusiones iniciales de las observaciones y datos procedentes de la nave espacial Orión.
El equipo científico concluyó que es “improbable que la exposición a la radiación en futuras misiones Artemis supere los límites establecidos por la NASA para los astronautas, lo que confirma la idoneidad de Orión para misiones tripuladas”.
El próximo paso del programa espacial será Artemis II, un vuelo tripulado alrededor del satélite, que está previsto para no antes de septiembre de 2025.
A medida que los astronautas realicen misiones de mayor duración estarán más tiempo expuestos a la radiación espacial por lo que es crucial comprender ese entorno y su efecto en fisiología humana para mitigar los posibles riesgos para la salud.
La nave espacial Orión de la NASA iba equipada con varios sensores de radiación, al igual que los dos maniquíes que viajaban a bordo, Helga y Zohar, lo que permitió recopilar, por primera vez, datos continuos de radiación en un viaje entre la Tierra y la Luna.
Los resultados de las mediciones muestran que la exposición a la radiación en el interior de la nave Orión variaba “significativamente en función de la ubicación del detector” y que las zonas más blindadas proporcionaban cuatro veces más protección que las menos protegidas, lo que valida el diseño del blindaje de la nave espacial, indicó la ESA en un comunicado.
La exposición a la radiación procedente de grandes eventos de partículas solares en la zona más blindada de la cápsula se mantuvo por debajo de 150 milisieverts, un nivel seguro para evitar la enfermedad por radiación aguda.
La orientación de la nave también afectó a la exposición a la radiación; un giro de 90 grados durante el sobrevuelo de Orión del cinturón interior de Van Allen (formado por electrones e iones atrapados en el campo magnético de la Tierra), redujo la exposición a la radiación en un 50 %, proporcionando información valiosa para el diseño de futuras misiones.
Los investigadores siguen analizando los datos de las mediciones de radiación captadas durante los 25 días del vuelo de Artemis I, incluida la comparación de la exposición a la radiación entre los maniquíes Helga, que voló sin protección, y Zohar, que llevaba un chaleco protector.
El jefe del equipo de Medicina Espacial de la ESA Sergi Vaquer Araujo destacó que Artemis I supone “un paso crucial” en el conocimiento de las repercusiones de la radiación espacial en la seguridad de las futuras misiones tripuladas a la Luna.
Los monitores de radiación colocados en toda la cápsula proporcionaron una “información valiosa sobre cómo interactúa la radiación espacial con el blindaje de la nave, los tipos de radiación que penetran para llegar al cuerpo humano y qué zonas del interior de Orión ofrecen la mayor protección”.
Vaquer destacó que este conocimiento “tiene un valor incalculable”, ya que permitirá estimar con precisión la exposición a la radiación de los astronautas de la ESA antes de que viajen al espacio profundo, “garantizando su seguridad en las misiones a la Luna y más allá”.