“Consumm?tumest”, con casi tres décadas de diferencia, México vive un nuevo Golpe de Estado, dos de los órganos integrantes de la Federación se juntaron para desaparecer a uno de los depositarios originarios delpoder público, tres décadas de construcción institucional fueron tiradas por la borda en aras de una reforma que, sin diagnóstico, sin análisis y sin capacidad de escuchar, fue aprobada por una mayoría legislativa.
En 1997 nacía una nueva Corte de Justicia, un Poder Judicial adecuado a una realidad que estaba en proceso de gestación, alejada del Ejecutivo, una balanza que permitiría dirimir las controversias entre dos órganos que comenzarían su polarización hasta el punto en que no existiera la posibilidad de que el Presidentepudiera regresar a rendir cuentas a la soberanía popular.
El Poder Judicial como se diseñó tenía frente a sí grandes retos, no como una institución aislada, sino en el ecosistema de la justicia en México, tenía muchas lecciones de humildad y rendición de cuentas que debía aprender; pero también es cierto que tenía grandes experiencias que contar, la profesionalización, tecnificación en la toma de decisiones y por supuesto un alejamiento de la partidización polarizante del país.
Sin embargo, su papel como centro de la balanza de los problemas políticos la llevó a polarizarse con un Ejecutivo que no aceptaba un no por respuesta; sus posiciones no fueron siempre cómodas para el poder; su lejanía con la sociedad no le permitía gozar de la empatía de un pueblo que no dimensionó el problema de politizar la impartición de justicia, ya que puede pervertirse lo único que garantiza la igualdad entre los individuos: la Ley.
El Poder Judicial no es que estuviera en el bando de los conservadores o contra la transformación, pero en los últimos 6 años, fuimos testigos de un poder que parecía no encontrar limites, un Poder Legislativo que renunciaba a su capacidad de revisión y de discusión, un Ejecutivo que concentraba más y más el poder; y ante una oposición tan disminuida y mediocre, la Suprema Corte se convirtió en el último reducto de la esperanza para frenar intentonas legislativas que perdían toda proporción democrática.
La reforma constitucional es un claro ejemplo de la tesis señalada en el libro: ¿Cómo mueren las democracias?; mismo, que plantea que mueren por sus propias herramientas, sin que la sociedad sepa que vive su desmantelamiento y sobretodo ante la polarización de los grupos políticos; de esa forma estamos viviendo la transformación del sistema político mexicano.
Hoy muere el Poder Judicial como lo conocimos, pero su muerte se da en medio de una serie de efervescencias que no podemos pasar por alto, porque el resultado al final del día ya era por todos conocidos, la mayoría legislativa utilizaría sus herramientas y lograría imponerse al costo que fuese, pero el camino andado para ello no tiene desperdicio.
En el 2018 Miguel Ángel Yunes Linares abandonaba el palacio de gobierno veracruzano repudiado por el morenismo que lograba quitarle a los Yunes el control del Estado, el pleito entre el entonces gobernador y Andrés Manuel era evidente; el primero había sido socio de Elba Esther y formaba parte de la “mafia del poder”, mientras que el segundo era llamado loco por un gobernador que perdía su coto de poder; 6 años después ese mismo hombre repudiado ingresaba a al Cámara de Senadores vitoreado por los morenistas que se decían distantes de los hombres “de su tipo”.
En aquel no tan lejano 2018, México aún vivía la fiesta de lo que se asumía era su plena democracia, el poder era entregado a aquellos que se denominaban de izquierda; solo pasaron 6 años para que ese sentimiento de la consolidación democrática se desvaneciera ante la caída de uno de los Poderes de la Unión.
En aquel 2018, muchos mexicanos depositaron su esperanza en un hombre que construyó su “autoritas”al recorrer los caminos del país, escuchando a la sociedad que estaba cansada de la frivolidad de una clase política acomodaticia; bastaron seis años para que si bien, su popularidad siguiera creciendo, susacciones pudieran distorsionar en el fondo los pocos mecanismos que propiciaban cerrar brechas de desigualdad: educación y salud.
Hace poco menos de 6 años, nos generaba repudió pensar en los “moches” que el Ejecutivo repartió entre los legisladores; hoy las presiones y las amenazas fueron la moneda de cambio para aprobar una reforma que beneficia al poder, pero no a la sociedad.
El Poder Judicial como lo concebimos, muere en medio del pragmatismo que desdibuja toda ideología política; muere ante un Congreso incapaz de ejercer sus funciones constitucionales; muere ante un hombre que tenía todo para transformar al país, pero se achicó ante su propia historia.
El Poder Judicial no solo muere a manos del oficialismo, muere ante la inexistencia de una oposición seria y propositiva, capaz de crear una alternativa que permita difuminar la concentración del poder; muere ante una oposición que apuesta por cuadros impresentables como los Yunes que son cooptados por los morenistas ante las primeras presiones.
La esperanza de supervivencia del Poder Judicial estaba en manos de hombres como Marko Cortez y Alejandro Moreno, quienes a su vez pusieron las candidaturas en personas como los Yunes en Veracruz, es así que debemos entender que ellos no pueden ser un contrapeso real al poder, no lo han sido y no lo serán.
Hoy cayó el penúltimo contrapeso como lo teníamos en el imaginario colectivo de la transición, pero aún queda uno y que debemos consolidarlo: la ciudadanía.
Una ciudadanía informada y actuante, es el único contrapeso que no depende de los partidos políticos, ni puede dejarse guiar por pragmatismos; es un contrapeso que no se deja doblar por chantajes del poder, es el freno real que obliga al poder a contenerse, es la verdadera esperanza que puede tenerse sobre el Estado.
A quienes les preocupa la caída del Poder Judicial debieran estar trabajando en este contrapeso que aún no se da por vencido, debieran estar pensando en la forma en como consolidar la construcción de ciudadanía, porque seguir pensando que la esperanza se encuentra en la clase política, es seguir pensando que 6 años no pasaron por aquí.