Sábado 12 de Octubre de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.
internacionales

Atentados del 11S: los artefactos extraídos de los escombros se convierten en símbolos del ataque

National Geographic | 11/09/2024 | 23:12

¿Qué fuerzas pueden santificar un objeto, dándole un significado más allá de sí mismo? El altruismo. El coraje. Resistencia ante lo indecible. Las fuerzas que Joe Hunter y cientos de otras personas convocaron tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.
 
Los sueños de Joe Hunter viajaban en camiones de bomberos. A los cuatro años, pedaleaba con su bicicleta hasta la esquina cuando pasaban los camiones rojos. A los 11, hacía simulacros de rescate con una escalera y una manguera de jardín, y si sus compañeros no se lo tomaban en serio, los mandaba a casa: “¡Vale, tú fuera!”.
 
 
Empezó como bombero voluntario, se graduó en la academia de bomberos de Nueva York, recibió formación de rescate en atentados terroristas y derrumbes de edificios. Cuando su madre, Bridget, se preocupaba, él le decía: “Si alguna vez pasa algo, debes saber que me encantaba el trabajo”.
 
A dieciocho días de cumplir 32 años, el bombero Joseph Gerard Hunter, del escuadrón 288 del Departamento de Bomberos de la Ciudad de Nueva York, murió ayudando a evacuar la torre sur del World Trade Center. Fue una de las 2977 personas que murieron el 11-S, cuando los secuestradores de Al Qaeda utilizaron aviones de pasajeros como armas en el atentado terrorista más mortífero jamás perpetrado en suelo estadounidense.
 
En febrero de 2002, los buscadores de la zona cero recuperaron un casco del Escuadrón 288 con el número de placa de Hunter. “Por supuesto, está destrozado”, dice la hermana de Hunter, Teresa Hunter Labo. Pero la familia agradece que lo encontraran porque “es lo único que tenemos de él que estuvo allí abajo, que estuvo con él”.
 
 
En las dos décadas transcurridas desde el 11-S, se han construido monumentos conmemorativos en los lugares del ataque en Nueva York, en el Pentágono en Arlington (Virginia) y en un campo de Pensilvania. 
 
Los artefactos de cada lugar reflejan las particularidades de cada tragedia: cuando la tripulación y los pasajeros del Vuelo 93 de United intentaron retomar el avión, los secuestradores lo estrellaron contra el suelo cerca de Shanksville, Pensilvania, a más de 900 kilómetros por hora. Aparte de una sección del fuselaje y dos zonas del motor arrugadas, la mayor parte de lo que quedó estaba en trozos pequeños.
 
 
En el Memorial y Museo del 11-S de Nueva York, más de 70 000 objetos ayudan a contar las historias de las víctimas, los intervinientes y los supervivientes. Los objetos son tan pequeños como un anillo de zafiro y diamantes y tan grandes como un camión de bomberos medio aplastado. 
 
Muchos son completamente comunes: la tapa de un recipiente de comida, quizás de un almuerzo preparado un martes cualquiera. Pero lo conmovedor de algunos objetos comunes está en los detalles: el tejido inacabado, aún en las agujas, era el pasatiempo de un ejecutivo de Cantor Fitzgerald, una empresa que perdió 658 empleados en la torre norte.
 
En memoria de Joe Hunter, su familia ha donado su casco al museo: “Es su sitio”, dice su hermana. Se conserva con otros objetos, comunes pero poco comunes, como testigo silencioso de la historia.