María Aranzazu Puente Bustindui | 04/09/2024 | 17:31
Estimadas y estimados amigos de plano informativo, en la madrugada del 4 de septiembre, mientras el país dormía y la resistencia civil se hacía presente, la Cámara de Diputados aprobó en una sede alterna, lejos de la mirada vigilante de la sociedad, la polémica reforma presidencial al Poder Judicial. No hubo discusión real, no se escucharon voces disidentes, y mucho menos se consideraron las opiniones de los gremios de abogados, estudiantes y expertos que han advertido, incansablemente, sobre los peligros de esta reforma. Todo fue un mero simulacromontado por el partido en el poder y sus aliados, cuyo único objetivo era cumplir los caprichos de un presidente que está a solo 26 días de abandonar el poder, dejando tras de sí un legado de devastación institucional.
Esta reforma, sobre la cual tanto se ha hablado y escrito, no deja lugar para el optimismo. Es una herida abierta al sistema de justicia mexicano, que más que mejorar, lo politiza y lo convierte en un instrumento al servicio del poder. Los jueces, en lugar de impartir justicia de manera imparcial, ahora se verán obligados a buscar simpatías, votos, y alianzas políticas para asegurar su permanencia en el cargo. ¿Qué será de aquellos que más necesitan acceder a la justicia? Serán los más olvidados, los que queden al margen de un sistema que dejará de trabajar para el pueblo, y ahora operará solo para complacer a quienes ostentan el poder.
El riesgo para nuestra democracia es inmenso. En repetidas ocasiones, expertos y jueces han señalado las carencias y peligros de esta reforma, y han logrado que se otorguen tres suspensiones para frenar el proceso. Pero a las y los legisladores de MORENA, esto no les importó en lo más mínimo. Estaban decididos a aprobar la reforma a toda costa, ignorando las advertencias, las protestas, y las implicaciones de su decisión. Esta no es una reforma para el bien del país; es un acto servil, un último esfuerzo desesperado por complacer al presidente saliente y a la nueva cabeza del gobierno federal.
Ahora, la reforma se dirige al Senado para su discusión y votación, donde la oposición tiene una última oportunidad para detener este desastre legislativo. Al cierre de esta columna, 41 senadores y senadoras de los partidos Acción Nacional, Revolucionario Institucional y Movimiento Ciudadano se han pronunciado públicamente en contra de la reforma. Solo falta un senador de Movimiento Ciudadano para asegurar que esta reforma no alcance la mayoría calificada y sea devuelta a la Cámara de Diputados.
Es crucial que la oposición se mantenga firme y defienda los principios democráticos que están en juego. No se trata solo de ellos o de los partidos que representan; llevan consigo la esperanza de todo un país que aspira a vivir en una democracia real, donde la justicia no sea una herramienta del poder político, sino un derecho fundamental de todos los ciudadanos.
Lo anterior nos demuestra que la batalla no está perdida, ya que también es necesario reconocer la valentía de los integrantes del Poder Judicial y los diversos sectores de la sociedad civil quienes han dado la cara, quienes han resistido y seguirán resistiendo. Ellos representan la gran línea de defensa de nuestra democracia y justicia. Si bien nuestro sistema no es perfecto y siempre hay margen para mejorar, esta reforma nos lleva a pasos agigantados hacia atrás, hacia un régimen autoritario que no conoce más objetivo que destruir lo que tanto nos ha costado construir.
No podemos quedarnos de brazos cruzados. Debemos seguir informándonos, organizándonos, exigiendo a nuestros representantes federales y luchando contra este intento de subvertir la justicia en nuestro país. México lo merece, y los mexicanos lo merecemos. La lucha sigue, y no descansaremos hasta rescatar nuestra democracia y asegurar un futuro justo para todos.
Muchas gracias por su atención y lectura. Nos leemos en quince días.
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