Viernes 22 de Noviembre de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

La lección que no entiende el poder

José Luis Solís Barragán | 02/08/2024 | 16:59

El poder de una forma sencilla puede entenderse como la capacidad de que ciertas cosas ocurran, es decir que el poder que se tiene sobre algo o alguien se da en la medida que se puede conseguir que ese algo o alguien haga algo que, de otra manera no haría.

El poder público, es decir aquel que forma parte del Estado, puede entenderse como la facultad delegada a la autoridad soberana, la cual se constituye en razón del llamado Pacto Social, lo que implica que los individuos de una colectividad acuerdan la renuncia a ciertos Derechos, a cambio de garantías y servicios que brinda el Estado.

La lógica de que el Estado surge en razón de un Pacto Social, parte de la premisa que la soberanía reside en la sociedad, sin embargo, para su ejercicio se delega en las autoridades, ello es parte de la evolución histórica que se tuvo para el desarrollo del concepto de Estado que entendemos hoy en día.

Los conceptos de soberanía y mercado fueron esenciales para el seguimiento del Estado; y este último, reconoció a los individuos como ciudadanos y no como súbditos, lo que fue el primer escalonamiento rumbo a la idea del Estado Constitucional de Derecho.

Si el individuo ya se reconocía como ciudadano, eso lo convertía en acreedor a ciertos Derechos y al evolucionar a sistemas democráticos, es claro que el centro de la autoridad y de las decisiones estatales serían necesariamente los ciudadanos, por lo que el primer paso era evitar el desbordamiento del poder.

Lord Acton señalaba que “el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente”, de ahí que la teoría de la división de poderes sea central en una democracia, es decir cuando dividimos las funciones del Estado entre diversos órganos que se revisan entre sí, tenemos una serie de pesos y contrapesos que sirven como barrera de contención para los ciudadanos.

Un Ejecutivo que tiene en los Poder Judiciales y Legislativos mecanismos de freno, no abusará de su poder para atentar contra los ciudadanos; una Ley injusta no prosperará porque los demás órganos estatales revisarán y contendrán su aplicación en beneficio de la sociedad; y así podríamos hablar de cada órgano que tendrá frenos institucionales.

El problema es que esta teoría de los pesos y contrapesos y entender que la evolución del Estado nos lleva no sólo a respetar la Ley sino incluso a garantizar Derechos Humanos, es vista como un atentado contra las personas que ejercen el poder: ¿Por qué voy a dejar que un órgano Legislativo tenga más fuerza que el Ejecutivo? ¿Por qué los Derechos de una persona frenan mi idea de desarrollo?

Con estos cuestionamientos equivocados, empiezan a realizar acciones irracionales que atentan contra la lógica de la democracia, cooptar órganos que piensan que son opositores, desaparecer funciones de control de poder, transparencia y rendición de cuentas; y en algunos casos incluso a silenciar aquellas voces que no son compatibles al pensamiento que contrario sensu a la lógica de una democracia, pretende tener una condición hegemónica.

El problema es que el poder no puede concentrarse de esa forma, la división de funciones no pulveriza al poder, lo potencializa; la rendición de cuentas no rebaja a la autoridad política, la legitima, la democracia no parte de la lógica de que la oposición son enemigos, sino que contribuyen a la construcción de las naciones; la sociedad civil y la prensa libre no son entes inquisitoriales, sino que coadyuvan a la construcción de ciudadanía que fortalezca la legitimidad estatal

El problema es que le poder es ciego y no quiere entender ello, prefiere aferrarse a la idea de doctrinas hegemónicos, decisiones unipersonales y pulverización de todo aquello que se aleje de quien lo ejerce; sin darse cuenta de que poco a poco se desgasta, hasta el punto en que un sistema político cerrado que impide la democracia tiende a desmoronarse sin que el poder mismo pueda evitarlo.

Lo que vemos en Venezuela hoy en día es consecuencia de esta lección que siguen sin aprender las personas detentadores del poder, que sigue sin querer asumir su responsabilidad de rendir cuentas y transparentar, de la necesidad de tener pesos y contrapesos que los legitimen y los fortalezcan institucionalmente, la necesidad de contar con una oposición robusta y que en la pluralidad busque soluciones para el país.

Venezuela atraviesa una crisis post-electoral derivada de la excesiva concentración del poder en un solo hombre, cada elección el papel del chavismo pierde fuerza ante una sociedad que vive con carencias económicas y que no tiene garantías frente a un poder desbordado que se construyó a lo largo de los años.

La crisis de Venezuela quizás sea la oportunidad perfecta para que las personas que ejercen o aspiran a ejercer el poder, entiendan que acabar con los contrapesos y hacer el ejercicio de la función pública una toma de decisiones unipersonales, solo los desgastan a tal punto, que el bueno termina convertido en villano.