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Se están acabando su gallina de los huevos de oro

José Luis Solís Barragán | 15/07/2024 | 10:22

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) es un partido que en su origen nació como un instrumento del Estado, era el brazo legitimador de las decisiones gubernamentales, y por él se encausaban las demandas sociales, e incluso se convirtió en una especie de escalafón en el sistema político mexicano.

Su diseño institucional de inicio aglutinó a los grandes caudillos que heredó la revolución, lo que permitió dejar de lado al obregonimo para sustituirlo por la voluntad de Plutarco Elías Calles; posteriormente Lázaro Cárdenas desterró al callismo y de partido de caudillos se transitó a uno de masas que sectorizó las demandas colectivas para mejor control político y electoral.

El PRI nació y creció de la mano de las instituciones gubernamentales, por décadas se alimentó de su cercanía con el Titular del Poder Ejecutivo y su existencia era fundamental parala constitución de lo que conocimos como la Dictadura Perfecta y la consolidación de las llamadas facultades metaconstitucionales del Presidente.

La existencia misma del PRI permitió transitar de un sistema económico estructuralista a uno monetarista; y de un sistema político de partido preponderante a una democracia plural sin sobresaltos, situación que no todos los países pueden alcanzar, es en estos hechos que se mide la fortaleza de aquel partido.

Si bien la transición de sistema económico desdibujó en buena medida al PRI, la apertura del régimen político lo dejó en un estado de alta vulnerabilidad, puesto que la alternancia política no sólo implicó un cambio de colores, sino que arrebató al viejo partido de Estado, su principal activo y dirigente natural.

El PRI ante la alternancia buscó la cercanía del poder presidencial pese a las diferencias en la carga histórica e ideológica, así lo hizo en el 2000 y posteriormente en el 2006; en el 2012 su regresó a los Pinos, lo dotó de ese “primer priista de la nación”que había perdido, sin embargo, una cadena de errores no sólo les arrebató la banda presidencial, sino que los dejó como el partido con más negativos frente a la sociedad.

Si pretendiéramos describir lo que el PRI vivió en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, podríamos decir que una pérdida completa de la brújula ideológicaporque siguen sin definirse si ya “mataron al neoliberalismo” o si prefieren defenderlo junto a reformas estructurales como la energética; y perdieron la “capacidad de hacer política” que decían los caracterizaba, porque al interior del partido no lograr encontrar formas de diálogo que frene el sangrado de militantes que transitan a un partido con mayor rentabilidad electoral.

El PRI no vive hoy su mayor crisis, más bien esta sufriendo del prolongado periodo de depresión de un ciclo que comenzó a finales del siglo pasado; el viejo partido de Estado tiene décadas agonizando, su incapacidad de transformarse hace que tenga facturas pendientes que no se ven viables de pagar; es un dinosaurio que no se aclimata a la nueva realidad política del país.

Alejandro Moreno es un claro ejemplo de esa falta de tropicalización del viejo PRI al nuevo sistema político; es un político señalado por actos de corrupción que pretende que el amparo del poder lo proteja; incapaz de entender que el disentimiento y la democracia no pulveriza al poder, sino que lo fortalece y lo legítima; que la concentración del poder y la falta de alternancia, no sólo afecta a sus detentadores, sino que imposibilita la evolución institucional; que la democracia requiere interlocución social y no sólo de estructura obsoletas.

Alejandro Moreno es el gran villano del PRI, pero es víctima de su propia circunstancia, es de aquellos priistas que no entendió que el país cambió y que el sistema no podía seguir igual y quizás lo más grave es que no aprendió de los errores que hoy pagan por tolerar en sus filas personajes como Javier Duarte y muchos más.
El PRI hoy es víctima de si mismo, de la disciplina ciega como característica virtuosa de su militancia; de la incapacidad de entender la sana distancia con el poder como un requisito necesario para la consolidación del Partido y su independencia; de haber tolerado e instituido la corrupción como medio de compensación para las personas.

Sin duda alguna las decisiones de Alejandro Moreno y su dirigencia son un daño grave a un partido que se encuentra en franca agonía; pero la postura errática de militantes de solapan y aplauden el retroceso en que han inmerso al PRI, es casi un certificado de defunción.

Es claro que la sociedad no confía en el PRI y las decisiones tomadas lo alejan más de la ciudadanía; pero es innegable que en este momento es lamentable que las pocas opciones políticas que pueden hacer un contrapeso decidan que es preferible conservar cotos de poder, que construir verdaderas opciones democráticas.

Recordando al último presidente priista: se fue secando la gallina de los huevos de oro; y ello dado que no es ilógico pensar que Alejandro Moreno y su camarilla quieran seguir cobrando y conservando espacios de poder; lo irracional es que sus decisiones están secando la única fuente de poder que les queda, ya que es difícil creer que puedan ganar una elección con lo impresentables que se han vuelto.