José Luis Solís Barragán | 08/06/2024 | 00:05
ERAN CASI LAS DOCE DE LA NOCHE de la jornada electoral del domingo pasado cuando la consejera presidente del Instituto Nacional Electoral en cadena nacional anunciaba los resultados de la votación, números que a todas luces impactaban al país entero.
MORENA ES UN PARTIDO QUE sin duda ha hecho historia, es un instituto que, a siete años de su creación, se alzaba con la máxima magistratura del país, así mismo en aquel 2018 lograba una clara mayoría en los órganos legislativos y desde aquel momento, comenzaría el caminar por la cooptación de la mayoría de las gubernaturas del país.
SOLO 6 AÑOS DESPUÉS DEL 2018, Morena y sus aliados gobiernan 23 entidades federativas y en la nueva elección presidencial del 2024 lograría una gubernatura más, tendría un triunfo arrasador para la Presidencia de la República y con las proyecciones iniciales, estaría alcanzando la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y se quedaría a pocos escaños en la Cámara de Senadores.
ESE NIVEL DE CONTROL POLÍTICO O esos triunfos electorales no se imaginaban en México después de la transición democrática, ningún presidente había logrado construir mayorías legislativas sólidas y todos los cambios trascendentales sólo podían entenderse mediante el dialogo y lo que en política mexicana se entendió como: las concertacesiones.
EL PARTIDO DEL PRESIDENTE López Obrador en el 2024 se consolidó como la gran fuerza política del país, aplastó a una oposición desarticulada y quizás logró terminar con el periodo de transición política que inició desde finales del siglo pasado.
ES INNEGABLE QUE EL TRIUNFO DE la alianza gobernante tomó por sorpresa a todos, no se esperaba una mayoría tan abrumadora en la composición de las cámaras y hay que decirlo a los mercados no les gusta un Ejecutivo con tanta fuerza y eso está creando un clima con demasiado ruido para hacer un análisis a profundidad, sin embargo, me parece oportuno comenzar por trazar algunas ideas que hoy vienen a mi mente.
EN PRIMER LUGAR, ME PARECE que podemos asumir que es el fin de la transición democrática, por lo menos como la habíamos idealizado o conceptualizado, ello en gran medida por un desencanto hacia la democracia y la expectativa de materializar mejoras en la vida cotidiana, tal como lo sería la economía doméstica.
ESTO ÚLTIMO NOS ABRE PASO AL segundo punto que parece pertinente señalar, y consiste en que una gran mayoría de la sociedad no encontró en el diseño institucional construido durante la transición, una materialización de una mejora significativa en su calidad de vida, por consiguiente, no encuentra razones que permitan sostener a los órganos que se dibujan como adecuados para la democracia, pero complejos para el ejercicio del poder.
EL TERCER TRAZO QUE CRUZA POR mi mente es que la ciudadanía se cansó de la incapacidad de los gobiernos para construir mayorías y consensos, por consiguiente, prefieren dar un cheque en blanco con aras de facilitar el gobierno y cerrarle el paso a los frenos legislativos que caracterizaron buena parte de los sexenios anteriores.
CUARTO ELEMENTO IMPORTANTE para considerar, los programas gubernamentales pueden no ser los óptimos en términos de política pública, pero han transformado la realidad de millones de personas que ven incrementos significativos en sus ingresos, lo que genera un bienestar que se contrasta con la rigidez económica del periodo de la política monetarista.
EL QUINTO Y ÚLTIMO PUNTO ES que las fallas de los gobiernos no siempre se encuentran a evaluación frente las urnas, dado que esta elección fue una conceptualizada como una especie de plebiscito para la consolidación de la autodenominada cuarta transformación.
ES EVIDENTE QUE LOS resultados deben hacer reflexionar a ganadores y perdedores, a los primeros, sobre el impacto de lo alcanzado, la urgencia de dar certeza y sobre todo garantizar un autocontrol en el ejercicio del poder, que impida el desbordamiento bajo el argumento de su mayoría legislativa.
PARA LOS PERDEDORES LA reflexión es más compleja y profunda, de entrada, la incapacidad de construir un discurso que tuviera identificación social, es decir las ideas de democracia, control del poder y Estado de Derecho, no articulan con una sociedad desencantada.
ASÍ MISMO PARA LOS perdedores es el momento ideal de reinventarse, porque tal como están estructurados actualmente, no cautivan a la sociedad y, por ende, no son la oposición que merecemos, no fueron capaces de capitalizar fallas de un gobierno, y ni siquiera lograron ofertar una opción atractiva.
ESTA ELECCIÓN YA PASÓ, EL proceso electoral concluirá en algunas semanas, pero el dimensionar el tamaño de la ola que azotó al sistema político mexicano no nos permite dar por cerrados los análisis al respecto, por lo que seguro estoy de que veremos muchos comentarios que nos permitan dar luz después del impacto.
POR LO PRONTO, EL MAYOR DE LOS éxitos a Claudia Sheinbaum con lo que será un gobierno no sólo con una amplia legitimidad social, sino que incluso tendrá una libertad de acción que ningún presidente había logrado en las últimas décadas.
POR EL BIEN DE MÉXICO QUE SEA un gobierno que se autocontrole, porque un triunfo de estas dimensiones, por sí mismo no implica el fin de la democracia, pero sin duda alguna si plantea un área de riesgo, por lo que es necesario cuidar la democracia y con ello también, materializar aquel principio de: por el bien de todos, primero los pobres; pero esto último como un verdadero esfuerzo por cerrar la brecha de desigualdad existente, de lo contrario esta legitimidad puede evaporarse y revertirse por la incapacidad de gobernar.
@josesolisb