Jueves 20 de Junio de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.
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Homilía: Hay que aceptar la culpa

Plano Informativo | 09/06/2024 | 04:53

No vivamos   repartiendo culpas, ni busquemos culpables.  Ya que así, no se resuelven los  problemas.
 
Al aceptar nuestros errores, podremos remediar los males.
 
Desde que Adán pecó,  ya nadie reconoce  su culpa; y todos culpan a los demás, de sus propias errores.
 
Dice el libro del Génesis, que cuando Dios le preguntó a Adán, si había comido de lo  prohibido, éste respondió: “La mujer que me diste por compañera me ofreció del fruto del árbol y comí”. Gen. 3).
 
Y cuando el Señor le reclama a la mujer, por ese hecho, ella responde: “La serpiente me engañó y comí”. (Gen.3).
 
Al apartarnos de Dios, quedamos  fuera de lugar, y  empezamos a vivir la confusión. Por eso, Dios le pregunta a Adán: “¿Donde estas?”. (Gen.3).
 
Desde el pecado de Adán, los hombres cayeron en  confusión, y ahora, se encuentran fuera de lugar.
 
A tal grado, que ya no sabemos distinguir entre lo bueno y lo malo; y confundimos el bien, con  el mal.
 
Dice el Evangelio: “Los escribas que habían venido de Jerusalén, decían acerca de Jesús: Este hombre está poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera”. 
 
Los escribas estaban tan confundidos, que ya ni pensaban lo que decían. 
 
Por eso, Jesús los llama, y les dice: “ ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Porque sí un reino está dividido en bandos opuestos, no puede subsistir”. (Mc.3).
 
Otra consecuencia del pecado, es la división. Y ésta, ha hecho pedazos a muchas familias.
 
Hay que pedir el “discernimiento de espíritus”, para detectar la presencia de Dios; y no confundir el mal, que suele disfrazarse de bien .
 
Para volver a la unidad, hay que aceptar  la culpa.
 
Solo así, se recupera la paz. Porque donde hay paz, es posible pensar con claridad; y donde falta aquella, todo se vuelve confuso.
 
Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez.
 
 
 
 
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 3, 20-35
En aquel tiempo, Jesús llegó a casa con sus discípulos y de nuevo se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí.
 
Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:
«Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».
 
Él los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas:
«¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
 
En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».
 
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
 
Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.
 
La gente que tenía sentada alrededor le dice:
«Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».
 
Él les pregunta:
«Quiénes son mi madre y mis hermanos?».
 
Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:
«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».