En el Colegio Nacional, el historiador de la UNAM, Guilhem Olivier, analizó algunos códices para descifrar costumbres prehispánicas de augurar cosechas, matrimonios o destinos
Los calendarios son un producto cultural que armoniza el ritmo de la vida de las sociedades con el movimiento celeste y el propio paso del tiempo, el cual puede observarse con el cambio de estaciones y con los ciclos biológicos de los seres humanos, por ejemplo.
En la época prehispánica, dicho elemento también estaba presente y su testimonio quedó plasmado en monumentos, así como en los códices Telleriano-Remensis, Borgia, Florentino, Borbónico y el Tonalámatl de Aubin, entre otros.
En la sexta edición del ciclo de conferencias “La arqueología hoy”, de El Colegio Nacional (Colnal), se abordó el tema “Adivinación y destino en los códices y los rituales mesoamericanos”, con la participaron el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Leonardo López Luján, como moderador, y el historiador del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Guilhem Olivier, quien apuntó que el calendario mesoamericano de 260 días es único en el mundo, debido a que da cuenta del destino de cada uno de los días que marca, por lo que los antiguos pobladores lo usaban como instrumento de conocimiento, asociado al origen del tiempo cósmico, es decir, de la vida. Estos calendarios adivinatorios, detalló, contenían listas de deidades con un significado especial para cada día, los cuales podían ser positivos, negativos o neutros.
“Tenemos 17 códices prehispánicos que lograron conservarse hasta nuestros días, de los cuales cuatro son de origen maya, seis mixtecos y uno zapoteco, por mencionar algunos, en los que se alude al calendario adivinatorio de 260 días”, indicó el investigador.
En dichos documentos históricos y en otros códices coloniales, añadió, quedaron plasmadas algunas prácticas adivinatorias de la era precortesiana, vinculadas al citado sistema de conteo del tiempo.
Gracias a diversos estudios etnográficos se sabe que muchas comunidades conservan algunas de esas prácticas e, incluso, el propio calendario adivinatorio, puntualizó Guilhem Olivier.
Por ejemplo, agregó, en el Códice Borbónico se representa a una mujer aventando granos de maíz sobre una especie de petate, técnica que hoy en día se lleva a cabo con semillas en distintas regiones del país, y según la posición en la que se encuentren tienen uno u otro significado.
Debido a que los frailes no estaban interesados en dichas prácticas, refirió, se describen de manera somera y no se conoce con precisión su origen, significado ni propósito; sin embargo, se encuentran plasmadas en múltiples códices y eso habla de la importancia que tenían para las culturas mesoamericanas.
Otras técnicas de adivinación que aparecen en los documentos históricos, puntualizó el historiador de la UNAM, son la observación de los astros, la interpretación del rugido del jaguar, el acomodo de las vísceras de los animales cazados o las huellas humanas o de animales que aparecían sobre cenizas, con las cuales se podían pronosticar acontecimientos relacionados con las cosechas, el tiempo, el matrimonio o el destino de las personas, entre otros.
Estas prácticas, pormenorizó, hablan de la relación que los seres humanos guardaban con los dioses, la cual tenía como base el intercambio, mediante ofrendas y rituales, a cambio de favores.
Asimismo, concluyó, las maneras de analizar y organizar los simbolismos del arte de adivinar dan cuenta de un método racional de los pobladores mesoamericanos, el cual evolucionó a los modelos científicos que conocemos en la actualidad.