Sábado 18 de Mayo de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

LA DEBILIDAD DE CLAUDIA

José Luis Solís Barragán | 04/05/2024 | 13:28

Miguel Alemán Velazco en su libro “Si el águila hablara”, describe el ejercicio del poder presidencial en México, como el padecimiento de diferentes síndromes por año, arrancan el sexenio creyéndose Santa Clos, con la capacidad de resolver todo ellos; el segundo es el Mesías, porque nada funciona sin ellos; el tercer año la luna de miel lo transforma en Harún Al Raschid; la desconfianza del final del poder lo convierte en Iván el Terrible; y termina su mandato con el del Premio Nobel y la incomprensión de los mexicanos.

Aquel libro de 1996 sigue siendo una referencia obligada para entender a los presidentes, la esencia del poder no ha cambiado y los detentadores de él, siguen mostrándose como esos hombres que cada doce meses son otra persona; sin duda alguna Andrés Manuel López Obrador tiene sus particularidades, pero hoy se encuentra adoleciendo, la sensación de sentirse incomprendido.

El Presidente López Obrador ha mostrado una necesidad imperante de sentirse querido por la sociedad, por ser el centro de atención y mostrarse como el gran detentador del poder, incluso cuando debiera estar en este momento preparándose para salir de la escena política nacional.

Toda persona detentadora de poder, ve su elección sucesoria como un referéndum sobre su actuación gubernamental, si el grupo político logra conservar el poder, pareciera aceptable la gestión y además garantiza no sólo poder, sino la tranquilidad del séptimo año; y en el caso particular del presidente actual, la seguridad de escribir su historia como él mismo la concibe.

Esta necedad de ser el centro y de tener el control dentro del proceso sucesorio y el síndrome del premio Nobel, hicieron que López Obrador viviera el primer debate presidencial como una afrenta personal, el mundo no lo comprendía, todo le criticaban y lo que es peor, nadie tuvo la valentía de defenderlo.

El Presidente dejó clara su molestia, no concebía la idea que aquella a quien él había entregado el bastón de mando, a quien había preparado, cobijado y por quien él había decidió que lo sucediera, no tuviera la gratitud de defenderlo.

Andrés Manuel López Obrador sabe perfectamente que la gran crítica a Claudia Sheinbaum es ser una copia de él, la falta de libertad e identidad personal, todo por asemejarse a su jefe político; y en lugar de dejarla ser, quiere seguir mostrándose como la encarnación del poder.

En el segundo debate Claudia acusó recibo, el estilo no cambió, pero sacrificó su posición de candidata, para convertirse en el chaleco antibalas del Gobierno, una candidata que tiene sus propias críticas asumía ahora los fracasos del gobierno como fallas personales; y terminó por ser presa fácil por cargar la loza de una administración que tiene múltiples pendientes en temas sensibles como seguridad, salud y por supuesto corrupción.

Claudia tiene su mayor debilidad en lo que asume como su gran fortaleza: el presidente López Obrador; es ahí donde si bien el tabasqueño le suma grandes activos, le resta legitimidad y la muestra como una política sin capacidad de ser ella misma.

Hoy por hoy ¿Cómo puedes definir a Claudia Sheinbaum? ¿Cuál es el pensamiento de la candidata morenista? ¿Cuáles son las propuestas propias de ella? ¿Qué podemos esperar si llega a ser presidenta que le permita marcar: su continuidad con sello propio?

Claudia Sheinbaum desde el arranque del proceso electoral sabía que su único trabajo era cuidar su ventaja y en los dos debates ha dejado claro que esa es su estrategia; sin embargo, la forma en como defendió a ultranza lo indefendible del Gobierno, la dejó en una posición de vulnerabilidad que la marco como la gran perdedora de un debate en la que su único trabajo era no salir raspada.

Claudia, su equipo y el presidente, deben entender que marcar distancia y la existencia de autocrítica, no son sinónimos de traición, sino que son parte del juego democrático; ya que el poder del titular del Ejecutivo no se comparte, solamente le pertenece a uno.

Desde MORENA se repite la idea de que Claudia se ve muy presidenciable, pero la obediencia ciega, hace que no se perciba así, sino que la sociedad la considere una persona sin personalidad, ni autonomía para ejercer el poder.

Es difícil creer que Claudia entenderá su debilidad y ponga su distancia; pero si llega a ganar y se convierte en presidente, por el bien de nuestra democracia, será fundamental que rompa las ataduras que le impiden ser ella misma, porque debemos asumir que las debilidades de una candidata, mañana serán las debilidades de una persona que ejerce el poder ejecutivo.