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Lucha entre ciudades de Brasil por sede de F1

AP | 14 Noviembre 2019 | 19:04

 Una vez al año, Sao Paulo brilla en la escena mundial gracias a la afluencia de turistas de toda Sudamérica para ver la única carrera de Fórmula Uno de la región. Ese hito para la metrópoli brasileña donde nació el legendario piloto Ayrton Senna corre ahora el riesgo de pasar a la soleada rival Río de Janeiro.

El Gran Premio de Brasil esta fin de semana será el último antes de que la empresa dueña de la F1, Liberty Media, decida si la carrera se queda en el circuito de Interlagos o si se traslada a una sede aún por construir en Río.

Las negociaciones están oficialmente abiertas hasta mayo, pero los ejecutivos deportivos han insinuado que podrían terminar antes.

A sólo cinco horas de distancia en auto, Sao Paulo y Río pueden parecer un mundo aparte.

Sao Paulo presume de clubes y restaurantes deslumbrantes cuyos atrevidos chefs deleitan a los amantes de la gastronomía, y se jacta de tener una tasa de criminalidad relativamente baja.

Río no puede jactarse de esos atributos, pero tiene la exuberancia de la samba y el carnaval, además de espectaculares vistas de playas y frondosas montañas. Ahora, para disgusto de Sao Paulo, Río también está presionando por la construcción de una pista de carreras de Fórmula Uno.

En lugar de ignorarse unos a otros, como siempre, las dos ciudades se comportan como hermanos que se atacan entre sí para atraer la F1.

Políticos y ejecutivos de carreras en ambos extremos de la Vía Dutra, que conecta las ciudades más importantes de Brasil, han intercambiado acusaciones, críticas y comentarios sarcásticos en los últimos meses después de una inesperada candidatura de Río por parte de un grupo poco conocido, apoyado por el presidente Jair Bolsonaro.

Tanto Río como Sao Paulo esperan conseguir contratos hasta al menos 2030 con el serial más prestigioso del automovilismo deportivo.

Los paulistanos, como se conoce a los habitantes de Sao Paulo, consideran la semana de la F1 como el evento principal de la ciudad, aunque no todos sigan las carreras. Desde 1972, con una interrupción de 10 años de la F1 en Río, el GP brasileño ha puesto a la ciudad en el mapa de los turistas de grandes gastos.

Muchos bares en calles bulliciosas como la Avenida Paulista están abiertos las 24 horas del día durante la carrera, y los hoteles preparan fiestas desde muy temprano para que los aficionados no tengan que hacer “repostaje” en el circuito. La rama del entretenimiento para adultos de Sao Paulo se beneficia más en ese fin de semana que en ningún otro.

El desafío de Río es preocupante para los paulistanos _siempre competitivos_, aunque su rival siga preocupado por la alta criminalidad y la debilidad de la actividad económica. Otras ciudades se han ofrecido para albergar la carrera de Fórmula 1, pero hasta ahora sólo la oferta de Río tenía atractivo turístico y un gran peso político.

La compañía Rio Motorpark dice que pagará hasta 170 millones de dólares para construir una pista en la empobrecida región de Deodoro, en la ciudad costera. No proporcionó detalles sobre el financiamiento ni las licencias ambientales que necesita para construir en un área que tiene 200.000 árboles. Aún así, MotoGP tiene programada una carrera allí en 2022, en la que el director general de la compañía, Jr. Pereira espera que atraiga a la F1.

“No es tan complejo como parece”, dijo Pereira a The Associated Press. “No lo haremos todo en sólo un año y medio. Construiremos la pista y sus estructuras para el evento. Luego pasamos a la siguiente fase. Eso también nos daría tiempo para negociar con los patrocinadores”.

Los políticos de Sao Paulo y los ejecutivos de las carreras están comprometidos a frenar el cambio.

La agencia de turismo de la metrópoli dice que el GP de Fórmula 1 generó ingresos de 80 millones de dólares el año pasado, casi un 20% más que la temporada anterior. Los postores de Río dicen que podrían duplicar esa cifra con un plan que incluye alrededor de 130.000 espectadores a la vez. Interlagos puede recibir a 60.000 aficionados al día.

Marcos Resenti, el dueño de una panadería cerca del autódromo de Interlagos, se sorprendió cuando escuchó a Bolsonaro anunciar en junio que había un 99% de posibilidades de que la F1 se mudara a Río.

“Estaba muy asustado”, dijo Menezes, cuyas ganancias se cuadruplicaron en noviembre. “Acababa de empezar a construir una parrilla de barbacoa. He invertido mucho este año”.

El Río Motorpark dijo que no recurrirá a fondos públicos para la construcción en las tierras de Deodoro, cedidas por las fuerzas armadas de Brasil. Pereira confirmó que la compañía recibirá el 41.9% de la parcela para otro proyecto urbanístico si se completa la construcción de la pista, pero declinó identificar potenciales inversionistas.

Los políticos de Río han tratado de recuperar la F1 desde 1990, cuando su circuito de Jacarepaguá fue reemplazado por. El alcalde de Río Marcello Crivella y el gobernador Wilson Witzel respaldan la iniciativa, pero ambos declinaron pedidos entrevistas de AP.

Un posible dolor de cabeza para los inversionistas en Río es que un grupo de defensores del medio ambiente prometió recurrir a los tribunales para frenar el proyecto. Un juez ya frenó la construcción hasta que la compañía obtenga todos los permisos ambientales.

“No nos oponemos a un autódromo en Río. Ofrecimos una alternativa, una zona cercana que es cinco veces más grandes y con sólo hierba”, dijo el activista Felipe Cândido. “No entendemos porque insisten en traerlo a esta área biótica”.

Otro obstáculo es el profundo vínculo de Interlagos con la F1. Ahí donde el seis veces campeón Lewis Hamilton conquistó su primer título. El circuito paulista también fue sede de la primera de las tres victorias de Senna en su país, en 1991. Es famosa la historia de que completó la carrera con sólo la sexta marcha funcionándole para las últimas vueltas.

La pista de Río fue diseñada por el reconocido ingeniero alemán Hermann Tilke, pero es similar a los que se planifican para Austin en Estados Unidos y Spielberg en Austria.

Tamas Rohonyi, promotor del GP de Brasil durante 38 años, incluyendo la década en Rio, cree que Sao Paulo es “invencible” en la puja. Reconoce que toda ciudad tiene derecho de albergar la F1, pero que no hay nada que sea decisivo para llevarla a Río.

El gobernador de Sao Paulo João Doria fue menos diplomático.

“No quiero ser grosero, pero recomiendo con mucha gentileza: visiten Deodoro. Vuelen ahí. No se puede llegar. No hay rutas, sólo a caballo”, dijo en junio.

El vicegobernador de Río Cláudio Castro le respondió de inmediato.

“Doria no viene a menudo a Río. Parece que nunca ha usado nuestra carretera Transolímpica (construida para los Juegos Olímpicos de 2016). Que se informe mejor, que vea a Brasil más allá de Sao Paulo”; dijo Castro.

Mientras las dos ciudades se tiran dardos, hay un factor que debe determinar el futuro de la F1 en Brasil, y no tiene que nadie que ver con sus atributos: un impuesto. Sólo Brasil y Monaco no desembolsan a Liberty Media entre 20 y 70 millones de dólares por temporada.

Se dice que el nuevo director ejecutivo de la F1, Chase Carey, quiere cambiar eso.

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