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Diez años de los penaltis que cambiaron al fútbol español

EFE | 22 Junio 2018 | 20:16

Han pasado diez años desde que Iker Casillas se encumbró como el salvador y Cesc Fábregas marcó el penalti final de una tanda que cambió la historia del fútbol español. El punto de inflexión de la 'generación de oro'. El momento que ahuyentó los fantasmas y derrumbó el muro de cuartos de final.

"Era el todo o la nada. Esos años terribles, ese maleficio de cuartos de final que España siempre tenía a lo largo de su historia y estábamos ahí. Justo en el momento clave para superar esa barrera". Palabra de Xavi Hernández, uno de los 'padres' del estilo del éxito.

El 22 de junio de 2008 es una fecha inolvidable para la selección española. El día que un grupo de jugadores dirigidos por Luis Aragonés iniciaron una etapa ganadora inolvidable que les llevó a dominar el mundo. Porque aquella Eurocopa todos piensan que la ganaron en ese duelo ante Italia de cuartos de final. En unos penaltis en los que España cambió el guión de su historia con dos grandes protagonistas por encima del resto, Casillas y Cesc, que cambiaron los llantos de rabia por alegría.

"Casillas es Dios", decía Joan Capdevila tras la exhibición de Iker en la tanda de penaltis ante Italia. Fueron paradas que junto al mano a mano con Arjen Robben dos años después en la final del Mundial 2010, están enmarcadas entre los grandes recuerdos de una de las grandes leyendas de la Roja.

Se convertía en 'el santo', calificativo del que Iker siempre huyó por su sentido de la vergüenza, en un partido en el que antes de los penaltis ya había sido decisivo. "La parada que realizó a Camoranesi tras una salida en la que intentó tapar espacios a Luca Toni, recuperando el sitio en una décima de segundo y sacando sus reflejos". Esa fue la mejor de todas para Manolo Amiero, el preparador más importante en la carrera de Iker. En un partido de pocas llegadas del rival, su concentración en ese momento fue clave.

Nadie movería el empate sin goles ni en la prórroga, cuando Cazorla perdonaba la más clara. Italia, arrollada por momentos por el fútbol de toque en el nacimiento del estilo del éxito de España, firmaba los penaltis de la tanda final y los conseguía. Todo a una carta. Iker nunca había brillado como "para penaltis". Sus apuestas con Pepe Reina tras cada entrenamiento le ayudaron a mejorar. La intuición se entrena.

Y Casillas detuvo dos penaltis a Italia por intuición. No quiso escuchar los consejos extraídos de estudios pormenorizados de José Manuel Ochotorena. Con respeto, le pidió que le dejase decidir a él mismo. "No quiero que me digas por donde los tira ninguno. Me voy a tirar por donde crea que va a ir", le dijo en un momento de máxima tensión en el que Luis Aragonés tenía claro sus lanzadores y lo comunicaba uno a uno.

Al llegar a Dani Guiza se dio cuenta de que era el que más temor irradiaba. "Era el que menos quería tirarlo", confesó Luis en un 'Informe Robinson' años después. "Traté de convercerlo de que no iba a fallar". No surgió efecto. La angustia que transmitía el jerezano camino de su lanzamiento la plasmó en la ejecución. Buffon adivinaba el disparo blando.

Por entonces la tanda había comenzado con un especialista como Villa. El primero siempre es clave marcarlo y el máximo goleador de la historia de la selección engañó a Buffon. Casillas se lo adivinó a Grosso pero no llegó por milímetros. "Recordé que a Barthez le chutó a la izquierda, Intuí que lo cambiaría".

A Cazorla nadie le hizo cambiar de idea. La tenía en su cabeza y aunque su querido Reina le aconsejó que chutase por el medio, repitió el mismo lanzamiento de Villa. Gol. Fue cuando llegó la primera parada de Iker. A De Rossi. Fuerte y a media altura. Senna selló su gran torneo firme en su lanzamiento centrado. Camoranesi respondió a la escuadra.

El rostro de Guiza adelantaba lo que pasaría. El penalti más importante de su vida lo lanzó blando al lado izquierdo de Buffon. Los fantasmas sobrevolaban el Prater. La tensión del césped se mascaba en la grada. Fue cuando Casillas adivinó el mal chut de Di Natale y lo sacó abajo. Todos los integrantes de la selección española lo celebraban menos uno: Cesc.

Llevaba seis años sin lanzar un penalti. Nunca había tirado uno en la elite y el primero no podía tener mayor trascendencia. "Fue el momento de más responsabilidad de mi vida, todo un país a mis espaldas. Prefiero no pensar en mi cabeza si lo hubiese fallado".

En entrenamientos Cesc solía disparar por el lado que eligió Buffon, pero uno de los mayores mitos de las porterías se lanzó pronto. Tuvo la oportunidad de cambiar su disparo, engañar con el cuerpo y desatar un momento que premiaba tanto sufrimiento en la fase de clasificación. Un grupo unido a fuego en la adversidad ante las duras críticas recibidas, ya no tendría freno hacia la gloria. 

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