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España y Alemania empatan en intenso duelo

Marca | 23 Marzo 2018 | 16:01

En la tierra de Beckenbauer no hay partidos amistosos. Alemania lleva en el corazón cuatro estrellas de campeón del mundo; España, una, y ambas selecciones mostraron su carnet de identidad. Al rondo español, capitaneado por Iniesta, imperial en la primera parte, respondió la carrocería alemana con velocidad y remates desde la frontera del país.En el cartel del partido Lopetegui eligió un congreso de centrocampistas con detergente para tocar el balón.

Nadie se pasa el balón como España, la de los bajitos, con Isco, Silva, Thiago o Iniesta. No se puede jugar mejor sin tirar a puerta, pero el fútbol también va de esto.

En alguna esquina se trenzaban combinaciones de las que sólo se ven en entrenamientos. Por fortuna no había cerca un Augenthaler para sacar la placa de sheriff y el fusil con barba de varios días. Había murmullos en alemán y español con esos concursos de pases al primer toque.Iniesta ofreció una primera parte para abrir una bolsa de palomitas. A la espera de que se le declare especie protegida se colocó en posición de emperador del rondo desde donde envió un pase a Rodrigo que éste no podía tirar a la papelera ni aunque se le acercara el gigante Ter Stegen.Por fidelidad a los cromos, a la memoria y a los libros de historia la Alemania de Löw también cuenta con un Müller.

Sin un Müller Alemania no sería lo mismo. Este se llama Thomas, es espigado, juega de mediofondista, es de un hemisferio distinto al más legendario, Gerd 'Torpedo' Müller, un delantero bajito capaz de hacer un gol y a la vez quitarle el reloj al defensa.Löw, un estudioso del pase y el rondo, también eligió buenos alumnos. Alemania toca bien y le sale más el colmillo que a España cuando se acerca al área. En la alineación había muchos viejos conocidos. A Özil se le puede esperar una Liga entera que igual no aparece. Es tan original que en el 1-7 a Brasil fue el peor de Alemania. Él tiene capacidad de decisión sobre su inspiración. Aquél día no tocaba.

Podría jugar con España.Khedira es un protagonista de novela. Por un lado es el jugador al que no amaban los aficionados; por otro, es el futbolista al que protegen los entrenadores, entre ellos Löw, que le mantiene como representante de la siderurgia en el racimo de gente ofensiva de su selección.

Ese dispara como un alemán. Era un eslogan de la infancia para definir esos remates de 25 o 30 metros que sólo se veían en resúmenes arrugados de la Bundesliga o en partidos de competición europea. Müller disparó como un alemán para empatar el partido.Por encima de éstos brillaban jugadores como Kroos y Werner, un delantero rápido, hábil y vivaz. El delantero del Leipzig es una bala, un incordio en cuanto tocaba el balón. Cada balón era un trabalenguas para la defensa española, más desnuda que otros días, cuando Busquets ejerce de revisor, el hombre que pide el billete de paso a todo el que pasa por sus cercanías.

Thiago más Koke no suman un Busquets, aunque sería injusto pedIr eso.Alemania siempre está ahí, como la Torre Eiffel, una selección ajena a los vaivenes del balón. La selección germana conoce la combinación de la caja fuerte de los trofeos. Disparó mucho y bien. España necesitaba 30 pases para un remate, Alemania rebajaba el conflicto a seis y a por De Gea, excelso en dos remates de Draxler y Gundogan. En el otro lado Ter Stegen evitó un gol de Isco.

En el último intercambio de malas miradas Diego Costa perdonó un gol que vio demasiado fácil. Se entretuvo hasta que pasó la primavera. Alemania siguió agobiando. En la tierra de Beckenbauer empatar así es un mensaje antes del Mundial.

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