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Sergio Flores y "El Juli", comparten triunfo en la Plaza México

Debate | 05 Febrero 2018 | 11:08

Cada domingo, antes de la corrida, una comisión se encarga de pesar a los toros y aprobar su presencia en el ruedo. La pregunta que se generalizó durante la tarde fue por qué este comité permitió que salieran reses tan chicas. Los seis toros de Teófilo Gómez que se tenía contemplados para la corrida fueron todos reclamados. 

 

En el tercero de la función, El Juli levantó los ánimos con su capoteo. Sin opciones con "Soñador de gloria", López pinchó en su intento por matar y fue hasta el cuarto descabello que el bicho dobló. 

 

En sus respectivos terceros toros, los toreros decidieron regalar un toro. La gente lo agradeció con aplausos. Y entonces llegó el Toreo. 

 

La divisa azul y blanca de Teófilo Gómez fue cambiada por la de Bernaldo de Quiroz. La relación entre El Juli y la afición capitalina es un amor correspondido. La plaza idolatra a Julián y éste, agradecido con aquellos que lo han aplaudido desde niño –tenía 15 años cuando se presentó en esta arena- derrocha belleza con los avíos. 

 

"Campero", un toro gris con pinta de leyenda, apareció en la puerta de toriles poco después de las siete y media de la noche. Imponente de estampa, con una fuerza que impresionó a los aficionados. 

 

Inició Julián López a capotear por zapopinas y no tardaron los olés. Por vez primera en la tarde, el tercio de banderillas fue cubierto impecablemente. La gente ya estaba alegre otra vez, loca por ver el lucimiento de su ídolo. Con la muleta la faena fue un éxtasis. A cada lance crecía el frenesí de alaridos. Cuando el espada terminaba una tanda, sus devotos se ponían de pie para aplaudirle y gritarle "eres grande Julián".

 

La gracia de la bailarina con los pies la tiene este torero con las muñecas. Suaves se fueron sucediendo los derechazos y naturales. Los cambiados de mano también. Remataba con pases del desdén y trincherazos. Conforme avanzó la lidia, crecían los "¡Torero! ¡Torero!". Dos orejas para el español, un griterío en los tendidos, y un beso de Julián en la arena, fueron el epílogo de la faena. 

 

Santa María de Xalpa fue la ganadería del último de la corrida, "Suerte". Quien lo bautizó con este nombre tuvo voz de profeta. La suerte y la Fortuna estuvieron del lado de Sergio Flores con este toro. Fue excelente el tlaxcalteca con el capote, ajustadas las chicuelinas, vistosas las verónicas.

 

Hasta ese momento fue apreciada la talla de Flores. Le corrió la mano al bicho con finura, muy cerca los lomos del traje de luces. El chico estaba impaciente por el triunfo. Sabía que "Suerte" era la última oportunidad de triunfo.

 

Con limpieza toreó de muleta. Pisó los terrenos del toro y fue prendido por uno de los pitones en la pierna izquierda del pantaloncillo. El animal lo levantó y revolcó. Con la adrenalina pintándole la cara, el matador ordenó con un ademán furioso que los subalternos que habían entrado al quite salieran del ruedo.

 

Se descalzó y fue él el que pareció tener al toro ensartado en las faldas de la muleta. La afición rugió olé con cada pase que dio.

 

Y cuando ejecutó las manoletinas, la plaza se volcó de furor. Fue acertada, justa, su ejecución de la suerte suprema. Lloraba el torero por la emoción de sentir el clamor de la gente.

 

Temblaba todavía después de muerto el burel. Dos orejas para él y la faena como carta de presentación para sus futuras actuaciones. El respetable ovacionó a la joven figura.

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