Bruselas impone un impuesto por persona a los bares en los que se baila

2016-12-08 | 00:26 | Plano Informativo

En la capital de las instituciones de la UE, Bruselas,  el Bonnefooi, es un bar que pasa inadvertido en una de las sinuosas calles a cinco minutos de la Grand Place, es referencia obligada para los que habitan (o visitan) la noche belga. Porque el angosto local de dos pisos a menudo regala experiencias impredecibles, o incluso surrealistas, como si su barra hubiera sido construida directamente sobre un cementerio indio, como dice uno de sus habituales.
 
Pero incluso para los estándares del conocido bar el cartel colgado por sus propietarios por el que prohíben bailar resulta fuera de lo común. Sobre todo porque impedir que la gente se mueva sobre sus pegajosos suelos, tan coordinada o descoordinadamente como el alcohol permita a las tres de la mañana, es como intentar evitar que se den patadas a un balón en un campo de fútbol.
 
La razón para el inesperado golpe de autoridad se encuentra en el impuesto de 40 céntimos (Aprox. 10 pesos)  que deben pagar los locales de ocio en Bruselas por cada persona que tenga la desfachatez de atreverse con lo que la gente común hace cuando salen de fiesta: bailar. Un gravamen que los responsables del Bonnefooi conocieron recientemente por la visita de un inspector de Hacienda.
 
Este 'impuesto al baile', aprobado ya hace dos años para 2015 y 2016, forma parte del amplio abanico de tasas de la villa de Bruselas (y que son fácilmente comprobables en su web). Por algo la ciudad es la capital de uno de los países con una de las mayores presiones fiscales para las empresas, con casi un 60% de media, según un informe de PwC y el Banco Mundial.
 
Los parques de atracciones abonan 50 céntimos por visitante, lo mismo que las salas de exposiciones, mientras que los eventos deportivos soportan 85 céntimos por espectador. Cantidades insignificantes comparados con los 5.000 euros que tienen que pagar por cabina los propietarios de locales eróticos.
 
Nicolas Boochie, responsable del programa del Bonnefooi, al principio pensó que se trataba de "una broma". Pero el Ayuntamiento se lo tomó tan en serio que, según contó el propio Boochie a medios locales, inspectores de incógnito acudieron varias veces al Bonnefooi para calcular cuánto debían transferir a las arcas públicas. Entre cerveza y cerveza, las autoridades locales contaron de media unas cincuenta personas por cada noche del fin de semana. Por lo tanto, los propietarios deben abonar unos 20 euros por noche (aproximadamente lo que los parroquianos se dejan en una ronda de cinco cervezas belgas). En total, los dueños del local deberán abonar a las autoridades unos 4.000 euros por los dos años en los que ha estado en vigor la tasa.
 
Aunque Bonnefooi intenta evitar tan abultada factura, intentando pegar al suelo los pies de sus enérgicos clientes, la asociación de locales de restauración en Bélgica incluso se sorprende de que el conocido local bruselense haya escapado hasta ahora el pago de la tasa.
 
Los carteles, impuestos y prohibiciones, no impedirán sin embargo que Bonnefooi continúe siendo una institución entre los funcionarios de la noche, porque ni siquiera el más doloroso de los gravámenes puede terminar con la fama de un antro en el que se baila, casi por principio, hasta el amanecer.
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