Faltaban cuatro minutos para las nueve de la noche, azul y púrpura se pintó el ambiente de la Arena Ciudad de México y los primeros acordes comenzaron a sonar.
The Warning, trío de hermanas oriundas de Monterrey habían hecho lo suyo como teloneras, pero la gente parecía no responder.
Sin modestia, la portentosa banda originaria y orgullosa de Sheffield, Inglaterra, lanzó -al hasta ese momento pasivo público-, éxitos del tamaño de "Rocket", "Armaggeddon It", "Animal" y "Love Bites".
El concierto había iniciado, la gente aún seguía entrando y conforme las canciones iban sonando, el ambiente poco a poco comenzaba a parecerse a un concierto de rock.
En algún momento volteé a ver a mi izquierda, una pareja de "chavos", me pidieron que me sentara porque no los dejaba ver, solicitud que políticamente ignoré pensando hacia mis adentros "Vienen a un jodido concierto de rock ¿En serio, me piden que me siente?" Y al dar otro vistazo me di cuenta de la realidad: Muchos asistentes estaban viendo el concierto a través de las pantallas de su celular, había chicas haciendo "cuernos" y sacándose la respectiva selfie.
Los recién reivindicados por el sismo millenials, hicieron presencia en forma de sujetadores humanos de teléfono, espectadores que no conocían las canciones pero portaban orgullosamente la playera de 120 pesos que les habían vendido afuera del recinto.
Joe Elliot, Rick Savage, Rick Allen, Phil Collen y Vivian Campbell hacían lo suyo en el escenario: Solos de guitarra, cruces corriendo en el escenario, caminata en la pasarela y un ocasional "Mexico City" adornando la parte final de las canciones.
Los 80's y 90's parecían tan lejanos en el ambiente como lo parecen también en el calendario.
Podías ver en la multitud padres con niños entre los siete y los 12 años y el contraste me pareció devastador: Los padres cantando y rockeando la cabeza; los niños dormidos en las gradas, o jugando con alguna App en el celular del frustrado papá.
Por un momento, mientras sonaba "Let's get rock" pensé en que tal vez mis 31 años me hacían ver estas cosas de manera desagradable; después entré en razón y me di cuenta que no era yo, que es la época, y es la música.
En una época, saberse la letra de una canción era motivo de orgullo y cantarla junto a la banda representaba la máxima hazaña de la vida, por un momento, sentirse escuchado junto con miles de voces entonando algún coro, era motivo de orgullo y honor. Por un lado dejamos que eso se perdiera y por otro, a los encargados de preservarlo, ya no les interesa.
Def Leppard no es, ni por aproximación, una de mis bandas favoritas, pero simplemente no puedes dejar pasar la oportunidad de verlos en alguna ocasión.
Son 40 años desde que la banda se formara, y 30 desde que Hysteria marcara un antes y un después en la bio de la agrupación, famosa por tener un baterista con un solo brazo y ser los más dignos representantes del Hair y el Glam de Reino Unido.
Justo cuando el concierto comenzaba a caer en una especie de "bache", hubo algo que cambió por completo el destino de la noche: “Muchas gracias a todos los que ayudaron a salvar vidas”, dijo Elliot, pareciera que a los mexicanos nos gusta que nos estén agradeciendo todo, porque en ese momento la audiencia explotó, todos bajaron el celular, la mayoría levantamos las manos con los puños cerrados, aullamos y nos dimos cuenta de que el algún momento habían llegado 16 mil 200 personas a la Arena.
Ya no había marcha atrás: Cheve en mano, celular en la bolsa y unas enormes ganas de cantar junto a Elliot. En solo unos acordes, y tras aquel "hechizo" el indiferente concierto se había transformado en una fiesta; en un verdadero concierto de rock.
Elliot no pudo ser más oportuno -el señor conoce su chamba- y es que justo en ese momento llegaba el turno para que Rick Savage, su melena y su bajo tomaran posesión del escenario junto con Rick Allen, el baterista de una sola mano, quienes nos demostraran que el rock and roll sigue vivo y que a veces es solo una cuestión de actitud.
Sonaron algunos temas más, pero el momento emotivo de la noche llegó cuando la banda tomó sus posiciones, y como si auguraran el pandemonio que estaban por desatar, las notas de Hysteria inundaron cada rincón del venue, la powerballad sonó perfecta: La cantamos y la sentimos, pero al final había algo extraño en ese riff, se parecía pero no era idéntico al de la canción original... más bien se parecía al de "Heroes", de David Bowie. Así fue, en una especie de tributo a David y a México, Def Leppard masheó el verso: "We can be heroes, just for one day", las luces se apagaron por un momento y una ensordecedora ovación superó al sistema de sonido.
La Caja de Pandora estaba abierta y llegó el turno de "Pour Some Sugar On Me"... se podrán imaginar aquello.
Los que querían que me sentara, ya se habían parado, los jóvenes habían por fin guardado su celular y parecían disfrutar la música, miraban asombrados las pantallas donde se proyectaban los rápidos movimientos de los dedos de Vivian y Phill en los solos de guitarra y miraban maravillados la capacidad de Rick, que más que fuerza, le mete corazón. Joe y Rick, miembros fundadores, saben que es otra batalla ganada.
Terminó la primera ronda y la banda se retiró a descansar un par de minutos.
El encore llegó y la fiesta terminó como cualquier concierto de rock debería de terminar: Con la voz devastada, con la fe restaurada, con un par de vasos de cerveza vacíos y similar número de nuevos amigos, con el cuello caliente, hinchado y sabedor de la factura que se pagará al día siguiente, pero sobre todo con un sentimiento desbordado de felicidad por saber que aún podemos entender un concierto de rock.
Como es de esperarse mientras escribo esto, Def Leppard suena de fondo, probablemente lo seguirá haciendo el resto de la semana.