Falleció el creador del género: cine de zombies.
Es curioso cómo al morir éste realizador cinematográfico, la primera analogía podría corresponder al poco reconocimiento recibido, como si se tratara de Nicola Tesla, el gran inventor y descubridor que hasta hace relativamente poco tiempo se le permitió salir del anonimato, para mostrarnos su talento, pero sobre todo, lo mucho que le debemos. Situación similar ocurre con George Andrew Romero, joven prospecto a director de cine nacido en Nueva York en el año 1940 que después de estudiar cinematografía, realizar algunos cortometrajes y comerciales televisivos, un día logra reunir junto a sus amigos cercanos el “suficiente” recurso para, con el arrebato y la desfachatez propias de su juventud decir: voy a dirigir mi propia película.
El guión para su “gran ópera prima” a nadie gustaba, un grupo de pobladores que eran asustados, perseguidos, devorados por muertos que salían de sus tumbas, sólo provocaban el rechazo y hasta la risa de los productores de los principales estudios cinematográficos. El título de la obra escrita por Romero era: La Noche de los Devoradores de Carne.
El recurso para la producción no sería suficiente y el joven idealista regresa a casa un tanto decepcionado, pero sin perder de vista su objetivo. Así que primero acude a la televisora local para pedir prestadas las cámaras y equipo de iluminación, pero como el joven Romero era estimado, la televisora termina además facilitando el helicóptero del equipo de noticias.
El siguiente paso fue recurrir a sus amigos, vecinos, familiares y todo aquel conocido para encontrar a los protagonistas de su película y finalmente, a las terroríficas creaturas de la noche.
El rodaje de la película comienza hasta finales de la década de los 60, con largos planos secuencia (recurrentes para evitar los emplazamientos de cámara y ahorrar recursos) y sobre todo, la creatividad de su equipo de trabajo, entre los que destacan los monstruos. Es un deleite ver a las hordas de devoradores de carne que aparecen a cámara. Dicho por el propio Romero, “una de mis vecinas me advirtió: yo voy a aparecer desnuda George”. De ahí se desprenden: el carnicero de la localidad que aparece devorando los productos de su negocio, los granjeros, el herrero, el de la tienda de abarrotes, el que se cae, el que se arrastra, el que se inmola y el que se acerca a un árbol para comerse un par de insectos. La gama es amplia y sorprendente. Lo más importante sería, como lo ha señalado Romero: yo sólo les indiqué hacia dónde se tenían que mover.
Estrenada en 1968, y finalmente titulada La Noche de los Muertos Vivientes, la vetusta película grabada en blanco y negro se convirtió en la génesis de TODO lo que hoy corresponde al tema de los muertos que regresan a la vida. De ahí siguieron otras producciones de Romero que se alejaron de la temática y no fueron exitosas. En 1973, El Otoño de la Bruja pasa desapercibida como película de terror.
Es hasta 1978, con El Amanecer de los Muertos (considerada la mejor de la tetralogía), que Romero se logra ubicar entre los cinerrealizadores de culto. Define un estilo propio y nos brinda lo mejor de su creatividad con películas como Creepshow, Cuentos del Lado Obscuro, Día de los Muertos, La Mitad Obscura, hasta llegar a Tierra de los Muertos. Sin olvidar el trabajo y complicidad que había encontrado con su granamigo, el director italiano Darío Argento, con el que en 1990 lleva a la pantalla dos historias de Edgar Allan Poe, bajo el título Dos Ojos Diabólicos.
Hoy sabemos que escritores, diseñadores de videojuegos, productores y directores de cine y series de televisión habían recurrido a la asesoría de George Andrew Romero para llevar al cabo sus proyectos de zombies. Honor a quien honor merece, a quien la historia le tiene un lugar reservado entre los grandes inventores, creadores, revolucionarios.
El pasado domingo 16 dejó de brindarnos su talento, su visión, su determinación el realizador nacido en el barrio del Bronx. Ya te extrañamos George. ¿Sería posible que regreses de entre los muertos?