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Razones por las que algunas personas no son felices en vacaciones

Agencia | 30/07/2019 | 15:02

Menos del 1 por ciento de las personas que cogen vacaciones vuelve satisfecho, renovado y contento según una encuesta realizada por el CIS en 2017. Una cifra que pone de relieve que solo con tener vacaciones no basta para disfrutarlas y que son muchas personas que, pese a tenerlas, no saben hacerlo. 
 
Es lo que destaca Sonia Sauret, psicóloga y coach personal especializada en inteligencia emocional que reflexiona sobre los motivos por los que muchas personas son incapaces de sentirse plenamente felices en las vacaciones.
 
«El primer impedimento a este disfrute proviene de la mente y, concretamente, tiene su origen en ciertas creencias que limitan la felicidad», explica. Según Sauret, son ideas preconcebidas que sostenemos sobre las cosas de la vida, los demás y nosotros mismos. Estas pueden ser racionales o no. 
 
Y precisamente esta distinción es lo que hace que unas buenas vacaciones, bien planificadas, con la mejor compañía y hasta en el mejor lugar del mundo, acaben siendo un desastre. Tal y como explica la psicóloga Sonia Sauret, existen tres creencias concretas que pueden fastidiar unas buenas vacaciones de verano.
 
1. La idea de que es una desgracia que las cosas no vayan según el plan
Esta creencia es un clásico en vacaciones. Planificar un viaje debería de servir como orientación e inspiración, a fin de aprovechar al máximo el tiempo libre, pero nunca debería ser una guía estricta. 
 
La solución es aprender a fluir con las circunstancias y buscar la parte positiva de todo aquello que se desvíe del plan. Un estudio, realizado por la Universidad de Surrey en el Reino Unido, desveló que las personas se sienten más felices cuando planifican las vacaciones que en el propio viaje, e incluso más felices que cuando esperan adquirir un bien material.
 
Y así lo ratifica otro estudio realizado por el psicólogo Thomas Gilovich, catedrático de la Universidad de Cornell, Estados Unidos. La psicóloga Sonia Sauret recalca que la emoción e ilusión de escoger un destino, preparar la maleta, comprar los billetes, organizar las rutas y visitas puede incluso ser más agradable que el propio viaje si no se es flexible con el plan y uno no se abre a las sorpresas del viaje.
 
2. La idea de que se debe seguir preocupado por algo que no se ha resuelto
Esta forma de pensar se centra en creer que preocuparse por algo hace que se resuelvan los problemas, aunque la experiencia diga lo contrario. «Irse de vacaciones significa olvidarse del trabajo y de las preocupaciones cotidianas. 
 
Quien se va de viaje no es solo el cuerpo, sino también la mente. Hay que hacer vacaciones de los problemas. Y tan solo ocuparse de ellos a la vuelta, renovados y relajados», explica Sonia Sauret.
 
Un estudio realizado por Northstar Research Partners reveló que solamente el 26 por ciento de los viajeros encuestados se sienten relajados en el momento de tomarse las vacaciones. La forma de superar este mal hábito de apegarse a los problemas se consigue cuando nos despedimos conscientemente de ellos por unos días y aprendemos a vivir el presente.
 
3. La idea de que la felicidad proviene de fuera
 
Muchas personas pueden caer en la trampa de creer que la felicidad depende de las circunstancias y de los demás. «Pensando así uno se vuelve esclavo del lugar de destino, del humor de la familia y compañeros de viaje, de los percances del camino, de los cambios inesperados de última hora, de los retrasos, de las condiciones de las habitaciones del hotel, del mal o buen tiempo, de si llueve o hace demasiado calor y de todo aquello ajeno al control de uno mismo», apunta Sauret.
 
La forma de no caer en esta trampa es decidir ser responsable de la propia felicidad y dejar que los demás sean felices a su manera, aunque se desvíen del plan. Abrirse a la novedad y salirse del guion es probablemente la opción más adecuada para volver satisfecho de las vacaciones. Y pertenecer así a ese tan deseado 0,6% de la población.
 
Liberarse de estas tres ideas hace que la mente olvide las expectativas rígidas sobre cómo deberían ser las vacaciones, y se abra a nuevas posibilidades. Daniel Gilbert, profesor de psicología en la Universidad de Harvard en Estados Unidos, afirma que las expectativas demasiado altas, asociadas a lo que llama felicidad plana, una felicidad sin altibajos, son una fantasía que casi nunca se cumple. 
 
Como señala la psicóloga Sonia Sauret, « la felicidad es una decisión personal, tomada día a día, que puede cambiar la vida de cualquiera, incluso en vacaciones, pase lo que pase».