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¿Eres pasivo, agresivo o solo tuviste un mal día?

Agencia | 08/07/2019 | 13:47

Mirar para otro lado, ser amable en lugar de sincero, manifestar nuestro rechazo a base de desplantes y malos modos, son algunas de las estrategias psicológicas que muchas personas emplean para resolver situaciones concretas y puntuales. Cuando se recurre a ellas en momentos aislados, y se llevan a cabo de forma consciente y controlada, pueden entrar dentro de lo normal, de un comportamiento que "suele ser parte de una estrategia de afrontamiento utilizada por personas que se sienten muy atacadas en el escenario de un conflicto", sostiene Rocío Martín-Serrano, psicóloga en Somos Psicología y Formación. Pero cuando una persona no es verdaderamente consciente de cómo está comportándose, entonces tiene un problema.
 
"Todos podemos adoptar una conducta pasivo agresiva en determinadas situaciones y circunstancias. La diferencia está en si se trata de conductas esporádicas y conscientes, y por lo tanto modificables, o si, por el contrario, es la norma de un comportamiento", distingue la experta. Todos tenemos algo de pasivo agresivo en nuestra personalidad -que algunos han clasificado en cuatro tipos-, pero no es fácil reconocer cuándo surge. Y eso que aprender a hacerlo puede evitarle a uno más de un conflicto, tanto porque está haciendo daño a los demás como porque se lo están haciendo a él.
 
Por ejemplo, diferenciar si un compañero de trabajo está pasando por un momento complicado que le lleva a comportarse de un modo molesto y ofensivo, lo cual solo demanda paciencia y comprensión, o si su forma de actuar es "el pan de cada día". Es ese caso, podemos hablar sin tapujos de que es una persona pasivo agresiva, una con la que todos nos hemos topado pero que muchos no sabrían definir. Martín-Serrano nos ayuda a aclarar el significado de este término: "El comportamiento pasivo agresivo consiste en mostrar una reacción aparentemente pasiva mediante una agresividad encubierta", dice.
 
La cuestión es que este pátina de falsa amabilidad (¡con lo importante que es la auténtica!) dificulta el poder reconocer a las personas pasivo agresivas. Además, "es importante saber que estos individuos presentan una cara cuando dicen algo y otra distinta cuando lo hacen. Asimismo, tienen dificultades para empatizar y ejercen un abuso muy sutil y desgastante. También muestran inflexibilidad y falta de autocrítica, además de presentar dependencia emocional, aunque no lo expresen, ya que son defensores de su libertad y autonomía. Se trata de un perfil muy ambivalente", detalla la experta.
 
Balones fuera, victimismo y deseo de agradar
 
Tanto en el trabajo como en casa, la única manera que tenemos para identificar al pasivo agresivo es a través de la observación de la reacción que tiene esa persona ante una frustración o un cambio. "En el ámbito laboral, por ejemplo, -apunta la experta- una persona pasivo agresiva sería aquella que a pesar de que sabe que debería enviar unos documentos a alguien, no lo hace. Simplemente, da el silencio por respuesta o no se da por enterado".
 
¿Y en la intimidad del hogar? ¿Cómo se manifiesta esa agresividad silenciosa con la pareja? Aunque las señales no difieren mucho de las que podemos encontrar en el entorno laboral, Marín-Serrano cree en el ambiente doméstico lo más característico sería el silencio. Es decir, "estas personas no muestran sus rabias o frustraciones, lo que significa que dichas rabias se acumulan generando un resentimiento que les hace manipular de forma muy sutil la realidad intentando convertir a la otra persona en la responsable del conflicto".
 
Para completar su descripción, la experta alude a la dificultad para asumir cualquier responsabilidad compartida, así como para cooperar, motivos suficientes para que se alejen de uno, aunque hay muchos más. Además, "presentan un rol muy victimista, donde se eximen de culpa empleando su parte más manipuladora y agresiva, y trasladando la culpa a la otra persona". En cualquier caso, y en general, según el profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) José Moreno Ortiz, "los principales rasgos de un comportamiento pasivo agresivo son las quejas, las excusas, y una actitud que tiende a depositar la responsabilidad de las cosas sobre el otro". Y añade: "Suelen ser personas a las que les cuesta decir que no, poner límites, entrar en conflicto o hablar con claridad. La pasivo agresividad es la forma que encuentran de poner algún límite".
 
Posicionarse en el no conflicto es una opción íntimamente relacionada con la necesidad que tienen de querer agradar al otro en todo momento. "Saben lo que los demás quieren escuchar y juegan con eso hasta que se cansan. Es entonces cuando se frustran porque se han comprometido con algo que realmente no quieren hacer, y por eso, finalmente muestran su agresividad y su enfado. Esta situación provoca sorpresa y asombro en los otros, que no esperaban la reacción mostrada", sostiene la coordinadora del departamento de Psicología de la Educación y Psicobiología de la UNIR, Montserrat Amorós.
 
¿Dónde nace la agresividad?
 
No se puede señalar un único motivo que explique este trastorno de la personalidad, ya que son múltiples las causas que podrían hacerlo. En general, la psicóloga Martín-Serrano las achaca a las dificultades en los vínculos de apego con sus figuras parentales, el desarrollo de esta conducta. Ahora bien, "que el apego haya sido inseguro no significa que la persona no haya sido querida, sino que la forma en que ha establecido los lazos y las relaciones con sus padres no le ha aportado la suficiente protección para desarrollar una seguridad emocional adecuada".
 
Por su parte, Moreno ve en la educación y en el modelo recibido de las figuras de referencia del niño, junto con el ambiente y la cultura, los dos motivos principales que explicarían un perfil pasivo agresivo. Otro posible origen lo encontramos en la rabia contenida y mal gestionada. Esto suele ocurrir en los casos de bullying. "Las personas que lo han sufrido se han sentido muy expuestas y acosadas", apunta Martín-Serrano, quien asegura que la mala gestión de la rabia acumulada, genera esta conducta pasivo-agresiva como mecanismo de defensa.
 
Amorós, por su parte, completa la lista de posibles desencadenantes y añade la dificultad de estas personas para expresar sus emociones. "No manifestar un estado de desagrado en algún momento, puede provocar a la larga una situación crónica de apatía, estrés, y dificultades", apunta la experta, quien defiende que nunca debemos sentirnos culpables cuando decimos que no.
 
No intentes razonar con ellos
 
¿Y si somos nosotros la diana de los dardos de una persona pasivo agresiva? ¿Cómo reaccionar? ¿Le hacemos frente o mejor la ignoramos? La experta aboga por la comprensión y una buena dosis de paciencia y tranquilidad. "En el momento en el que somos conscientes de que la persona que tenemos enfrente podría presentar este tipo de perfil, es recomendable evitar, como mecanismo de defensa para uno mismo, todos aquellos temas que puedan conectar con sus emociones personales", aconseja. Y es que, intentar razonar con este tipo de persona será, en la mayoría de los casos, contraproducente, "ya que, al no ser consciente de ello, va a tender a la victimización, y va a convertir el mensaje en un ataque", advierte.
 
De modo, que nuestra arma más eficaz será la serenidad. Al menos, así lo cree Martín-Serrano, quien ve en la calma "la mejor manera de protegerse y de controlar, de forma indirecta, la reacción pasivo agresiva del otro". Asimismo, defiende el uso de la asertividad para tratar de poner límites y que la persona con dicho perfil no pueda tener motivos para sentirse atacado.
 
Por su parte, Moreno asegura que además de mantener la calma, existen otras prácticas que pueden funcionar de forma eficaz, como por ejemplo, "estar en contacto con nosotros mismos para no perder nuestro centro, no prestar ayuda si nos la han solicitado expresamente, y respetar que la otra persona está eligiendo, y tiene derecho a hacerlo, la manera en la que quiere relacionarse". Además, si lo creemos necesario, el experto cree que podría ser útil "establecer unos límites claros, firmes y no violentos, y sobre todo, no decirle lo que tiene que hacer o cómo debería comportarse.