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Un jaque mate es resultado de múltiples movimientos previos y por ello su concreción corona una estrategia pausada. En 2012, Marcelo Ebrard hizo un enroque que muchos tacharon de suicidio político. Hoy es el más vivo suspirante del nuevo régimen.
El canciller estrella de la auto denominada Cuarta Transformación regresó del exilio para reclamar lo que la gente había olvidado, pero él no: su pacto con Andrés Manuel. Un pacto entre caballeros que hasta donde se sabe sigue en pie.
El sacrificio de hace seis años hoy es más vigente que nunca. En aquel momento, el recién salido Jefe de Gobierno de la Ciudad de México tuvo que tragar saliva y ceder su lugar en la boleta presidencial.
Con el paso del tiempo, los escándalos que empañaron su administración, como los derroches y fallas en la Línea Dorada del Metro capitalino, parecen ser sólo espejismos. Hoy planea en otros aires, con muchas felicitaciones y también envidias.
Ebrard ha pecado de obediente, siempre pendiente de las indicaciones y moviéndose sólo cuando se lo piden. Así fue como logró sobrevivir hasta ahora, parado en la antesala de lo que pudiera ser el inicio de algo mayor.
La buena noticia para este político ex militante del PRI y PRD, es que hasta ahora su lealtad ha sido recompensada. La mala, que el reflector le debe durar hasta finales del sexenio. La historia se repite y todo es timing para Marcelo, una vez más.
Y es que de forma paralela a la larga carrera presidencial de López Obrador, camina la de Ebrard. El hoy Secretario de Relaciones Exteriores ya había declinado una primera vez a favor del tabasqueño, cuando el oriundo de Macuspana compitió para ser el regente del entonces Distrito Federal.
Junto a Manuel Camacho Solís, Marcelo Ebrard fundó el Partido de Centro Democrático, y fue como abanderado de este instituto político desde donde abonó los primeros favores en pleno año 2000.
Casi 20 años después, y a unos meses de su cumpleaños número 60, en el círculo de Ebrard Casaubón se relamen los bigotes por los buenos aires que lo acompañan. La tercera es la vencida, dicen.
ENTRE TELONES. En el país de nunca jamás, el PRI pide elecciones limpias y apegadas a la ley. Sus huestes pelean por lo que aún queda, pues la marca tricolor muere de hambre frente a Morena.