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¿Realmente existe una rivalidad entre mujeres?

Agencia | 14/05/2019 | 00:33

Cuando pienso en la expresión “la rivalidad entre mujeres”, no puedo evitar pensar en Regina George, de la película Mean Girls (2004): esta chica popular que producía un ambiente de terror y admiración entre todas las adolescentes de su preparatoria. Se trataba, en otras palabras, del estereotipo de esa figura femenina que es tanto cruel como despiadada con sus amigas sólo para quedarse con el hombre. ¿Realmente quién no ha conocido en su vida a alguien que se asemeja en pequeña o gran medida a este personaje tan característico del Pink Day? Quizá hasta se nos ocurra una larga lista, invitándonos a creer que en realidad no puede existir una amistad sincera entre mujeres porque algunas son más duras con su mismo sexo que con el opuesto…

 

Sin embargo, echándole un vistazo a la complejidad del tema nos damos cuenta que pese a la aparente “rivalidad entre mujeres”, se trata realmente de un fenómeno social: en donde por un lado, las críticas por las mismas conductas caen más duras sobre las mujeres que sobre los hombres; y, por otro, existe una especie de idolatración omnipresente a la figura masculina sobre la femenina. Se le llama machismo, y en el mundo entero inundan casos de esta índole. Recuerdo este ejemplo, era una encargada de un restaurante que procuraba mantener una amistad con sus compañeras de trabajo y ganarse favores con sus jefes haciéndolas quedar mal ante ellos –e incluso, influyó en que despidieran a una chica al evitar explicarle cómo funcionaba la máquina de cobro–; trataba mal a las nuevas empleadas segregándolas y teniendo conductas groseras; era además la amante de algunos hombres casados alegando que no eran sus parejas ni su responsabilidad pese a que conocía a las esposas e hijos de sus affairs; y siempre decía que se llevaba mucho mejor con los hombres porque “las mujeres eran intensas y unas locas”. Lidiar, soportar y enfrentar este tipo de personas es francamente agobiante; en especial si nos toca en un lugar de trabajo, un familiar o una amistad cercana.

 

Una manera de enfrentar este tipo de situaciones, explica tanto la francesa Simone de Beauvoir como la mexicana Marcela Lagarde y de los Ríos, es la sororidad. Es decir, un pacto y una alianza entre mujeres que fomentan las relaciones positivas y de apoyo, lo cual permite encontrar un refugio de apapacho femenino cuando las situaciones se vuelven complejas, peligrosas o simplemente alegres. De acuerdo con estas dos intelectuales, estas alianzas entre mujeres van más allá de la condición socioeconómica, raza, cultura, estilos de vida o ideales: se trata de una resistencia en donde las mujeres buscan –sobre–vivir sin echarse piedras las unas a las otras, gozándose desde el apoyo mutuo y creciendo hombro con hombro.

 

Y de hecho, una manera de lograrlo es aprendiendo a responsabilizar a las personas correctas de sus acciones; es decir, por ejemplo, comprender que cuando un hombre es infiel, fue él quien tomó la decisión según sus propios principios éticos, definiciones del amor y sexualidad –y no la “otra” que “se lo bajó”–. Otra manera de vivir la sororidad es asimilar que las mujeres, en su vasta diversidad de personalidad, formas de cuerpo, estilos de vida, no son enemigas sino son aliadas, y que se puede confiar en ellas para pedir ayudar, aprender y hacer cambios positivos. Después de todo, nada ni nadie podrá reemplazar esas amistades en donde una se siente comprendida, apoyada y apapachada por sus amigas. Ya lo decía Charlotte York, en Sex and the City, cuando se cansó de buscar a su “alma gemela” y empezó a considerar a sus amigas –a sus sororas–, sus almas gemelas.

 

No obstante, tenemos que ser sinceras. No todas las personas –hombres, mujeres– tienen los recursos como para ser aliados ni hermanos, pues su visión sobre el mundo es de peligro, abuso y lucha de poder. Frente a este tipo de personas, lo mejor que se puede hacer es:

 

1.- Poner límites dándose a respetar por salud propia
2.- Establecer diálogos asertivos tomando en consideración los sentimientos de uno y de la otra persona, sin caer en la sumisión ni en el autoritarismo
3.- Apoyar y ayudar a otras mujeres que lo necesitan.

 

Sólo de esta manera nos daremos cuenta que no existe una rivalidad entre las mujeres, sino abusos sistematizados qué urgen detenerse creando una red de apoyo entre mujeres.