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Renuncias y despidos marcan el gobierno de Trump

Agencia | 09/01/2019 | 20:58

El secretario de Interior, Ryan Zinke, dejará su cargo a finales de año asediado por las investigaciones sobre posibles conflictos de intereses con sus negocios privados. El jefe de gabinete de Donald Trump, John Kelly, ya tiene sustituto tras meses de rumores de mala relación con el presidente. El fiscal general, Jeff Sessions, dimitió en noviembre forzado por el mandatario. La embajadora ante Naciones Unidas, Nikki Haley, sin embargo, se va por su propio pie. Son solo tres de las últimas bajas conocidas. Entre despidos, renuncias voluntarias y defenestraciones, la Casa Blanca de Trump acumula más de 30 adioses en dos años. No se recuerda una ratio de mortalidad tan elevado en otra Administración.
 
Ha habido salidas sonadas, como el despido de la asesora y estrella televisiva Omarosa Manigault, en diciembre de 2017, el del director del FBI, James Comey, en mayo de ese mismo año, o la reciente dimisión forzada de Sessions. Algunas, han sorprendido por lo inmediatas, como la de Anthony Scaramucci, despedido tan solo 10 días después de asumir el cargo como director de Comunicación. Y otras, han resultado misteriosas, como el inesperado adiós de Nikki Haley en la ONU, que se hará efectivo a finales de años alegando motivos personales.
 
Pero lo que le queda claro a cualquier persona que venga a Washington a trabajar para Donald Trump es que no le conviene firmar contratos de alquiler de larga duración y debe pensárselo bien antes de colgar los cuadros. El cese de John Kelly, comunicado hace una semana, resulta el más relevante de esta última oleada de cambios desatada tras las elecciones legislativas de noviembre. El presidente anunció el viernes por la noche un sustituto de carácter interino, el actual director de presupuesto, Mick Mulvaney.
 
"Ha sido escogido porque al presidente le gusta, se llevan bien", explicaron fuentes del Gobierno. Tiene 51 años fue el encargado de presentar y defender el primer presupuesto de la Administración de Trump, que marcó en 2017 un giro radical con el gran aumento del gasto militar y el recorte en ayuda exterior y política ambiental. Trump también ha valorado su experiencia en el Capitolio, ya que fue congresista republicano por Carolina del Sur, en un momento en el que se abre una nueva etapa para la Administración, que ya no contará con una mayoría conservadora en la Cámara baja.
 
Se trata de un perfil muy diferente al de Kelly, un general condecorado que llegó al universo Trump como consejero de Seguridad Nacional, pero se convirtió en jefe de gabinete después del primer semestre de Gobierno. Su misión fue poner orden en la Casa Blanca: defenestró a agitadores, trató de mejorar la relación con los legisladores republicanos e intentó filtrar las visitas al presidente. Pero el papel de Kelly se fue diluyendo con el paso del tiempo y los rumores de su marcha llevaban ya meses circulando, al igual de la imagen de una presidencia caótica.
 
La sustitución del general también ha generado esa sensación. El presidente había barajado diferentes nombres para reemplazar al general. Su primera opción, que según la prensa estadounidense era Nick Ayers, un asesor del vicepresidente Mike Pence de 36 años, rechazó públicamente esta posibilidad advirtiendo de que dejaba la Administración a finales de año. Otra baja. La idea de que no mucha gente quería asumir tal trabajo corrió como la pólvora, hasta el punto que el propio Trump recalcó en Twitter el viernes por la noche: “Que conste: MUCHA gente quería el puesto de jefe de gabinete”.
 
El presidente tiene que salir a desmentir que nadie quiere ocupar una de las plazas más importantes de la Administración.