Evidentemente, la realidad ya está obligando a que el presidente Andrés Manuel López Obrador ponga los pies en la tierra y enfrente la cruda realidad lo que se refleja en su admisión respecto de que por la situación de bancarrota que vive el país, no será posible cumplir con las demandas de los mexicanos aunque pone a salvo el cumplimiento de los ofrecimientos que hizo en campaña, principalmente los relacionados con sus políticas públicas asistenciales.
Desde luego y en virtud de la tradición seguida por los nuevos presidentes es de esperarse que a partir de dicho enfrentamiento con la realidad, AMLO encuentre el resquicio o justificación adecuadas para culpar al que se va, en este caso Enrique Peña Nieto de todos los males nacionales que le tocarían resolver, al igual que en su momento lo hicieron otros mandatarios entrantes como José López Portillo que hizo de su antecesor Luis Echeverría el villano favorito para culparlo de los males que no pudo sacar adelante y más por la inolvidable devaluación echeverrista que derrumbó financieramente
a México lo que el todavía repudiado Jolopo trató de medio remediar endeudando hasta las raíces a la nación.
En esa línea el pasado parece otorgarle a la nueva figura presidencial o plantearle razones lógicas para argumentar que la crisis financiera le impedirá cumplir con las demandas de los mexicanos más no con sus compromisos de ofrecer becas a los jóvenes mexicanos o apoyos económicos a los adultos mayores, por lo que quizá se refiera a las expectativas de acabar con los grandes problemas de un plumazo como es la pobreza el desempleo y otros de semejante dimensión para los que requeriría de incuantificables recursos económicos que, sabe, no podrá disponer.
Por otra parte, Amlo también podría esperar mejores condiciones para cumplir otro de sus mayores compromisos de campaña como fue el acabar con la corrupción en el gobierno si se recuerda que algunos de sus antecesores como Miguel de la Madrid poco pudo hacer a pesar de su promesa de emprender la renovación moral que no pasó de una mera optimista promesa de campaña si se recuerda que dicho sexenio se consideró como uno de los más grises y corruptos de la historia.
Por el lado de los regímenes presidenciales oposicionistas, las cosas no han sido diferentes pues con Vicente Fox y su ardiente promesa de matar las víboras prietas y cucarachas junto con los peces grandes de la corrupción en el gobierno, no fueron más allá de expresiones vacías condenadas al anecdotario del parlanchín personaje.
Por supuesto el enfrentamiento de López Obrador con la dura realidad financiera de la nación que le significará un pesado lastre para empezar a responder a las expectativas por cuanto a sus intenciones de sacar a México de los agudos problemas que soporta ya ha provocado que lo empiecen a cuestionar, principalmente en las redes sociales comparado esa situación con su optimista desbordante de tiempos de campaña electoral en los que parecía decir que contaba con una varita mágica para sacar al buey de la barranca lo que, al parecer tendrá que dejar para después mientras encuentra medios para hacerse de los recursos que le permitan medio caminar en la presidencia como prometió a los mexicanos, aunque, por lo pronto, no está por demás implorar que Dios nos agarre confesados si no encuentra esa salida.