Uno de los principales objetivos del Estado Islámico (EI) es conseguir armas biológicas para atacar a Occidente. En el pasado, se habló de expandir el ébola por medio de personas contagiadas, del ántrax o de la peste bubónica, pero los yihadistas parecen haber encontrado una forma rudimentaria que consideran efectiva y que puede producir la muerte de una persona en solo 24 horas: el “petalominium“.
Según información que expertos antiterroristas brindaron, este mismo mes de agosto se ha detectado la difusión de un vídeo con una grabación de audio a través del canal Al Abd Al Faqir, en el que dos individuos explican con todo detalle la forma de lograr ese producto, una bacteria que se puede inocular en una persona a través de un simple pinchazo, en la comida o en la bebida. Se trataría de provocar una enfermedad parecida al botulismo.
El “enemigo” muere dentro de las 24 horas siguientes a la inoculación del microorganismo y, según garantizan los que hablan en la grabación, al serle practicada la autopsia, el fallecimiento se atribuirá a causas naturales.
Los “profesores” yihadistas explican con todo detalle el proceso de elaboración y los materiales necesarios (que este periódico no va a revelar por razones obvias) para conseguir “una sustancia pegajosa con el color del café, como marrón rojizo”. De esta manera, el veneno, tras un proceso que dura unos diez días, ya está preparado para ser utilizado contra los “infieles”.
Los productos para elaborar el “petalominium” se pueden adquirir en granjas, grandes superficies, campos agrícolas… Por citar solo los componentes finales, una crema para la piel y aceite de oliva, que deben ser mezclados con el agente biológico en una proporción que se explica en la mencionada grabación.
El “petalominium” es un agente patógeno que destruye a la víctima en menos de 24 horas, ya que provoca una irreparable enfermedad del pecho que afecta a los pulmones o el corazón”, aseguran los instructores.
En el proceso de elaboración, los terroristas deben tomar bastantes precauciones, como ponerse hasta tres guantes esterilizados, una máscara antigás y un traje suficiente que los aísle de la contaminación. Una vez obtenida la sustancia venenosa, deben quemar todo lo que quede y enterrarlo debidamente.
Una vez introducidos los componentes en un recipiente amplio se deben mantener en un lugar caliente durante unos diez días. Si se produce una hinchazón del contenido de dicho recipiente significa que todo ha salido bien y que los microorganismos, que se encuentran en la superficie, “esperan” para ser introducidas en una jeringuilla o un tubo de cristal. Todo el proceso se debe desarrollar en un espacio abierto y nunca en el interior de una vivienda.
Los “instructores” insisten en que los terroristas trabajen con máxima precaución para no quedar infectados.
A este respecto, las citadas fuentes llaman la atención de los efectos devastadores que pueden producir en un hotel o restaurante donde algún yihadista trabaje como camarero o cocinero.
El mensaje difundido en Al Faqir va dirigido sobre todo a los “lobos solitarios”, aunque también lo pueden utilizar las células, y se anima a los yihadistas a que lo usen en cualquier lugar del mundo occidental por las “severas consecuencias tóxicas que se logran”.
La guerra biológica es una de las grandes obsesiones de la banda que lidera Al Bagdadi. Se ha hablado en numerosas ocasiones de que pensaba realizar envíos masivos de cartas con ántrax, que producen la muerte segura de todos los que entren en contacto con el veneno; de mandar a Occidente personas infectadas con ébola o expandir la peste bubónica.
Ninguno de estos planes ha fructificado y está por ver lo que ocurre con el que plantean ahora. Los referidos expertos aconsejan no tomarse a la ligera este tipo de amenazas, ya que, por su carácter rudimentario y los productos que utilizan, cuesta creer que puedan producir los efectos letales que anuncian. “Si lo han publicado, como pasa con el TATP, es que saben que funciona y que pueden causar mucho daño”.