Dr. Jaime Chalita Zarur. | 05/08/2018 | 15:56
LA BRUTALIDAD QUE VIVEN Y LO han hecho por muchos años las mujeres, es y ha sido una lucha en la que literalmente han dejado, muchas de ellas, sus vidas. Las desgracias, indescriptibles, las que ya se suman casi todos los días, han originado reacciones de indignación en muy diferentes formas.
ACCIONES Y REACCIONES EN SU propia defensa, desde la soledad de quienes se han indignado, han logrado sumar voluntades para avanzar en la conquista de sus derechos.
PERO VERDADERAMENTE NOS debería dar vergüenza cómo la pérdida de asombro y la costumbre de ver tanto flagelo para ellas, nos ha ido haciendo inmunes al sufrimiento ajeno y ver con naturalidad lo que les sucede, perdiendo la capacidad social de asombro e indignación, ante crímenes de toda índole en contra de las mujeres.
INDOLENCIA, INDIFERENCIA, miedo a reconocer lo que les pasa a ellas, ha sido la historia de sus luchas que aún, cuando una sociedad que se presume civilizada, las maltrata y en muchos de los casos, las matan, simplemente por ser mujeres.
MÉXICO ES UN PAÍS SOBRE diagnosticado en muchos temas, especialmente en feminicidios, con la existencia de consejos mixtos, entre autoridades y ciudadanas de toda índole, con un marco legal tan variado y extenso para prevenir, atender y erradicar la violencia en contra de ellas, pero no pasa así. La realidad es aterradora.
COMPLICADO Y MUCHO, ES hablar del tema, quizá desde mi ignorancia, pero lo hago con la intención de no formar parte de quienes guardan silencio de esa complicidad que ayuda a que los delitos en contra de ellas, pero igualmente en contra de la sociedad, queden impunes, creando las condiciones necesarias, para algunos, de sentirse dueños de las vidas ajenas, hasta arrebatarlas.
AQUEL DISCURSO EN DONDE algunos expresan lo que han aprendido de sus madres, hermanas, abuelas, tías, esposas, debe quedar muy en el olvido, sería como no reconocer o faltar al respeto al sufrimiento de miles de mujeres que han sufrido y en ello perdido la vida, que es lo que verdaderamente nos da una lección de lo que no debería estar pasando. Así, permanecer en el discurso, de referencia de aprendizaje desde las familiares, nos ubicaría en la negación y reconocimiento, del sufrimiento inferido a miles de mujeres desconocidas.
TENEMOS QUE RECONOCER QUE quienes queremos ayudar, aún en el rechazo, que la mayor lección de sufrimiento y desgracia viene de mujeres que no conocemos pero que, en la inmensa mayoría, la brutalidad del hombre las esclaviza, las agrede y las mata.
ACCIONES DE SIMULACIÓN SE contradicen en la realidad de ellas cada día, por un lado una sociedad que se presume civilizada pero, aun así, es capaz matarlas; por otro lado los diferentes protocolos y alertas para tratar de prevenir las conductas que sacrifican a la mujer, ubicándolas en meras estadísticas siempre matizadas, quizás sin importancia para la comunidad, hasta que la desgracia nos alcanza, pero que igualmente son negadas en su aplicación basta y extensa, por quienes pudieran pensar que las inversiones económicas se ausentarían o simplemente ocultar la realidad para que los egos no sean maltratados.
NO ESPEREMOS A QUE NUESTROS afectos se conviertan en estadística y propicien sufrimiento, para solo así, reaccionar.
PREVENIR, CORREGIR Y DESDE luego participar con responsabilidad social, al lado de ellas, que han marcado el camino de una vida libre de violencia, es obligado.
@jaimechalita