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Rockolas: la nostalgia de una época musical en la era digital

Notimex | 13/06/2018 | 11:21

“Pásenle, ‘Tomás’ es un poco encimoso, pero no hace nada”, asegura doña Araceli de Jesús mientras abre la puerta y, amablemente, nos invita a instalarnos en el taller que está sobre el pasillo, al fondo a la derecha. Mientras tanto, sostiene con fuerza a “La Güera”.

Sierra, router, clavadora hidráulica, pijas, destornillador eléctrico, martillo, cinta métrica, cables, pegamento, desarmadores, clavos, cinta canela, regla, tijeras, cúter y un limpiador de vidrios, son tan sólo algunas de las herramientas que ocupan un lugar en el pequeño y acalorado espacio.

En tanto, doña Araceli busca el cable para conectar el ventilador, arriba de una repisa, está San Judas Tadeo, el patrón de los casos desesperados; abajito, en la esquina, sobresale el horno de microondas. Ahí lo tienen por si gana el hambre y hay que calentar rápido la comida para no dejar de trabajar.

Huele a madera, pero también a pintura y poliéster; sobre todo, se respira un ambiente de unión familiar, de gente que a diario se levanta a las seis de la mañana y busca la manera de superarse día con día.

Es Rockolas Neza, negocio familiar que marcado con el número 428 de la calle Capiro en la colonia Benito Juárez de Ciudad Nezahualcóyotl, invita a conocer un universo de nostalgia musical, pero adecuado a los tiempos modernos.

“La Güera” se pone nerviosa con las visitas, pero “Tomás”, que hasta hace poco vivía en la calle, recorre emocionado cada rincón, como queriendo explicar los pasos a seguir para fabricar una de estas máquinas de reproducción musical que tuvieron auge en la década de los 50 y actualmente abundan en cervecerías, bares, cantinas y merenderos, así como en eventos sociales privados.

Pero la euforia de “Tomás” termina cuando doña Araceli le pide que se siente en la silla y se mantenga quieto hasta que termine la entrevista.

A regañadientes, el amigable perrito blanco acepta portarse bien, pero prefiere colocarse a la entrada del taller para escuchar el relato de Israel de Jesús, quien desde hace ocho años fabrica rockolas con el apoyo de su madre Araceli y sus tías.

Aunque se desempeña como policía del municipio de Neza, asegura que de las rockolas extrae su mayor fuente de ingresos económicos.

De su fabricación, venta y renta sale para mantener a su esposa y a sus tres hijos, también para pagar sueldos extras y hasta para solventar su carrera, pues en abril pasado se graduó con honores como licenciado en Derecho.

Su especialidad son las rockolas digitales. Para crearlas, se dirige a la azotea del taller donde yace un cuarto techado con láminas de PVC y el calor es todavía más sofocante.

Hasta ese sitio no llegan ni “La Güera” ni “Tomás”, pues le temen a las escaleras metálicas con rendijas. Así es que ambos aguardan en la parte de abajo a la espera de los visitantes.

Lo primero que Israel hace, es darle forma a las plantillas que corta con el router, después las ensambla y una vez listo el mueble rústico, comienza a trabajar el vinil impreso.

“Se pone formaica a los costados y terminamos con un poliéster de tres milímetros, el mismo material que se aplica a las fotografías y el que le da un acabado brilloso”, explicó en entrevista con Notimex.

“Una vez concluido esto, continuamos con los componentes: una motherboard (tarjeta madre), memoria ram, fuente de poder y un disco duro en el que almacenamos la música, los videos y los karaokes”, subrayó el joven de 34 años.

La madera tipo MDF de 15 milímetros la consigue cerca de su casa con unos distribuidores. Pero el resto de los materiales los halla en los sitios especializados de tecnología y cómputo, ubicados en el Centro Histórico de la ciudad.

La fabricación de rockolas comenzó cuando hace ocho años atendía un local de maquinitas de videojuegos y un vendedor llegó para ofrecerle uno de estos grandes aparatos de piso con el propósito de ambientar el lugar.

En aquel entonces, su hijo el mayor contaba con poco más de un año de edad, y ya empezaba a caminar. Se llama Santiago y él fue su inspiración para iniciar en el negocio.

“Nos causaba gracia el hecho de introducir una moneda a la rockola, porque él se ponía a bailar. Entonces fue que me propuse hacer una. Tras investigar cómo era el proceso, comencé con las pruebas hasta que logré una rockola muy sencilla, pero sobre la marcha, poco a poco fui mejorando las siguientes”, comentó orgulloso.

Su mamá es quien se encarga de verter el poliéster, así como de armar la conexión de cables y luces de leds, mientras que sus tías hacen el corte de la madera y el armado del mueble. Israel se desempeña en lo que contendrá el software.

“Teniendo todo el material, en dos días armamos una rockola. Lo más tardado es el poliéster, pues la capa que se aplica seca de entre seis a ocho horas, por lo que se debe dejar en reposo durante gran parte de la noche. Una vez seco, se colocan las luces, los componentes y se pega el vidrio”.

La música, que es el alma de las rockolas, ya viene precargada. “Compramos los discos, utilizamos un software para clonarlos y se instalan los temas. Se trata de buscar las formas más fáciles para elaborar el trabajo”.

La capacidad del disco duro es de dos terabytes, por lo que son siete mil discos de música los que se pueden instalar. Cada uno contiene entre 10 y 20 canciones, mientras que el karaoke trae cuatro mil 500 discos y en videos se pueden agregar mil 500 discos.

Las canciones son de todos los géneros y de diversas épocas: Alternativo, bachata, balada, banda, bolero, country, cumbia, salsa, electrónica, grupero, hip hop, house, instrumental, jazz, merengue, metal, navideño, norteño, pop, pop en español e inglés, R&B, ranchero, rap, reggae, regional mexicano, reggaetón, rock en español e inglés, rock pop, salón y son cubano, entre otros.

“Debe manejarse un repertorio bastante amplio porque en las fiestas está desde la abuelita hasta el niño. Mis clientes provienen de toda la República Mexicana, por lo que hay quienes me piden música de tierra caliente, norteña o según dependiendo la región”.

Sus consumidores principales son los carperos, cervecerías y bares. Les puede dejar instalada la rockola y podría no volver a verlos ni siquiera para actualizar los temas porque desde su smartphone, a través de una aplicación y con una contraseña, puede acceder al equipo y modificar el funcionamiento desde el sitio donde se encuentre.

El mantenimiento suele darse, si acaso, una vez al año, pues asegura que el software es una computadora nueva y su garantía es de 5 a 10 años.

Al adquirir una Rockola Neza, el cliente debe iniciar un trámite ante la Somexfon (Sociedad Mexicana de Productores de Fonogramas, Videogramas y Multimedia) para obtener los derechos legales de reproducción musical.

“Quien compra la rockola debe registrarla ante la Somexfon. La asociación establece que si tienes un negocio y pones música grabada, tienes que pagar regalías. La licencia es semestral y tiene un costo aproximado a los dos mil pesos. A cambio te entregan un holograma de certificación”, indicó.

Para adquirir una sinfonola, como también se le conoce en su nombre menos comercial, el interesado debe invertir entre 13 y 16 mil pesos. Son tres modelos tipo iPhone y todos son desmontables para guardar y transportar en cualquier auto compacto.

Su peso es de 25 kilogramos y funcionan igual, lo que varía es el tamaño del monitor touch, el cambio de colores de las luces leds, la cámara de humo o componentes inalámbricos.

“Manejamos otro tipo de aparatos pero ya son sobre pedido. Pueden ser al estilo de los años 50 o como una que recién entregamos en Quintana Roo, inspirada en los años 70 y 80. Las rockolas suelen ser muy atrayentes para los clientes que acuden a un negocio que expende bebidas alcohólicas, pues para ambientar, la música es básica”.

El establecimiento fija la cuota para cada canción a escuchar. Si el negocio es pequeño y se localiza en una zona de nivel socioeconómico bajo, el estándar es de cuatro canciones por 10 pesos.

Pero si el nivel económico donde se encuentra instalada es más alto, se pueden manejar hasta dos canciones por 10 pesos.

“A la caja le caben de tres a cinco mil pesos en monedas y se llena aproximadamente entre 15 días o un mes”.

Cuando Israel de Jesús se inició en el negocio, había pocas personas que se dedicaban a éste. En la actualidad, los precios de venta son más bajos porque la competencia es mayor. Hay quienes adquieren los muebles ya hechos por volumen. Salen más baratos, pero tienen muchas deficiencias.

Cualquier día es bueno para rentar una rockola, cuyo costo es de mil 200 pesos por evento y no por hora. Si el pedido es a una región lejana de Ciudad Nezahualcóyotl, el precio puede incrementar considerando el tiempo de traslado y la gasolina.

“El calendario es muy feriado en México y nos favorece porque tenemos día del cartero, del abogado, del médico o del barrendero y no forzosamente hay que esperar hasta el fin de semana para que haya una fiesta. La temporada más fuerte empieza en septiembre y se mantiene hasta diciembre”.

Aproximadamente son 50 las rockolas que Israel de Jesús fabrica al año, pero su visión empresarial va más allá. También se dedica a la renta de brincolines, carpas, instabooth, futbolitos e inflables.

Al terminar la entrevista, “Tomas” y “La Güera” acompañan a las visitas hasta la puerta, pero sólo “Tomás” levanta la patita para despedirse y con la esperanza de que alguno de sus “nuevos amigos”, le comparta una mordida de su cemita, pues hacía hambre y había que comer.

Sin embargo, para sorpresa del amigable perrito, doña Araceli le dice que de eso no puede comer porque luego le hace mal a la panza y hay que estarlo llevando al veterinario. Resignado, “Tomás” tan solo se queda mirando.