COLUMNA GANADORA DEL PREMIO ESTATAL DE PERIODISMO 2018
A San Luis ya se lo cargó el carajo. La violencia nos rodea, nos ha permeado, nos ha atrapado en una espiral que no parece detenerse y de la cual ya nadie quiere ser parte, es la triste realidad que nos ha tocado.
La violencia nos ha inundado y no solamente en casos “de alto impacto” léase ejecuciones, desapariciones y muertes de las cuales la cantaleta oficial solo se reduce a los mentados “ajustes” y que lastiman hasta los ojos cuando las imágenes son parte de los diarios o de los noticieros.
La crueldad parece el concurso de grupos delictivos que mantienen una guerra sin cuartel, un enfrentamiento del cual nadie sabe a ciencia cierta de qué va, o para dónde o cuándo podría terminar.
Pero la violencia no solamente nos ha dejado en medio de todo, sino que nos hace parte de todo. Porque así tan simple, todos, absolutamente todos, somos violencia.
Asaltos a diestra y siniestra, a toda hora, en cualquier lugar. Robos a mano armada, a mano limpia, al grito de !cáete con todo cabrón! Tenemos hogares y negocios saqueados con la mayor impunidad y tristemente, culpamos a la policía, estatal, municipal, la que sea, de no hacer nada.
Cierto es que las estrategias contra la inseguridad han mostrado un fallo mayúsculo en todos los ámbitos, desde la Federación hasta el municipio más pequeño, nos ha cambiado la forma de vivir.
Atrás quedaron ya las mañanas, las tardes, las noches relativamente tranquilas. Ya no existe salida de algún hogar o negocio que no tenga encima el fantasma de la inseguridad.
Pero… ¿y como se mantiene esta violencia? ¿por qué no para? ¿por qué parece escalar cada día más? La respuesta parece un embrollo pero la realidad es tan sencilla como que nosotros, los ciudadanos, los mexicanos, los potosinos, ejercemos violencia en los aspectos ya hasta insignificantes de la vida.
Somos violentos al conducir cualqueir vehículo, total, que se friegue el de al lado, somos violentos en nuestra forma de beber, de comer, de caminar. Vivimos y ensalzamos la violencia en todo lo que vemos en la televisión, la internet o en los medios impresos.
A poco no ¿lo primero que vemos desde hace años es la nota roja? Series que elevan la violencia y el narco al “arte” son la delicia de miles de personas. Con cierta reverencia tenemos como ejemplos a narcotraficantes triunfadores y parece que hasta las televisoras y productoras buscan cada día tener más series y música de “narcos” en la pantalla y en la radio.
No pasaría nada si fuésemos un pueblo educado, pero ¿no nos damos cuenta de que esas series y películas llegan como revelación a miles de jovenes y niños en todo el país que no tienen la oportunidad de contar ya no digamos con una educación escolar, sino familiar?
A San Luis se lo está cargando el carajo como a todo el país, pero bueno, nosotros no somos todo el país, somos potosinos, y nos toca reconocer que somos parte de la violencia.
Con qué cara exigimos que las autoridades cumplan su labor si en casa nuestros hijos atestiguan la violencia contra las parejas. Quien en su sano juicio puede exigir policías honestos si somos los primeros es decir “écheme la mano mi jefe”, cuando nos pasamos un alto, o manejamos alcoholizados o de plano nos vale madre dónde nos estacionamos porque… vaya, eso también es violencia contra los demás.
En serio creemos o queremos creer que tirar basura, o buscar peleas, o conducir como loco y hasta ser gandalla porque es chido ¿no es violencia? Ejemplos de mala ciudadanía, violenta y valemadrista los hay por miles.
Somos humanos, erramos, eso es natural, pero esos errores se nos han vuelto costumbre y forma de vida y lamentablemente, eso ha degenerado en violencia.
¿Valores? Aún existen, eso sin duda, pero ¿cuántos miles de padres y madres inculcan verdaderamente los valores en sus hijos, entre sus familiares, con sus vecinos? Los menos.
Debemos entender que San Luis se nos fue al carajo porque no nos ha importado tener humanidad de nueva cuenta. Los humanos somos una especie violenta y depredadora por naturaleza, no aportamos ni aprovechamos con sabiduría la tierra ni la vida.
Pero hay una diferencia enorme entre ser humano y tener humanidad, la última debió existir para no perecer en el primer mileno de vida del humano en la tierra, sin ella, no existiríamos más.
Pero los mexicanos nos hemos vuelto expertos en deshumanizarnos y en vivir la violencia, ahora la vivimos y la sufrimos, nos ha rebasado, nos tiene a tope del colapso.
La violencia no sólo ha afectado nuestra vida diaria, nuestras pláticas, nuestras viviencias. Aquí y allá conocemos cada día casos más y más punzantes de violencia y estas pláticas las vivimos, las masticamos pero no nos cambian para bien.
Ya no existe ente religioso, educativo, oficial, social o natural que nos revire el colapso de violencia. Sólo nos queda reconocernos como parte de ella y entender de una buena vez, que aunque el santo más santo o el dios más dios fuera el jefe de policía, o el gobernador, o el presidente, sino cambiamos nuestra forma de vivir y de pensar y no joder al vecino a la primera provocación, esta violencia que nos cubre, será el fin de lo que podríamos haber llamado humanidad.
A San Luis se lo cargó el carajo y nosotros, todos, absolutamente todos, hemos ayudado en mayor o menor medida a que así suceda. Ojalá hacer una cadenita de oración o un réquiem por nuestro estado fuese suficiente, pero no, llegó la hora de cambiar como humanos, como mexicanos, como potosinos, como padres y madres porque a fin de cuentas ¿a quién le gustaría que sus hijos sean una estadística más de “ajustes de cuentas”?