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Libros que aparecen en películas y que debes leer

Agencia | 23/02/2018 | 12:36

 
 
El guardián entre el centeno, en El Resplandor
 
 
El personaje interpretado por Shelley Duvall se muestra tranquila y despreocupada mientras lee el famoso libro de J. D. Salinger. Esta novela narra abiertamente la sexualidad y ansiedad del personaje central Holden Caulfield, el estereotipo de adolescente rebelde.
 
 
Isabelle, en The Dreamers
 
A esta película le acompaña el libro de Isabelle, del premio nobel André Gide. El protagonista de este libro se enamora de la hija de quienes lo hospedan, pero conforme comienza a avanzar el desarrollo sexual de la trama, el personaje comienza a preguntarse si debería estar  ahí.
 
 
El Santo en Nueva York, en Bastardos sin gloria
 
¿Recuerdas aquella escena donde Shosanna está sentada, tomando vino y fumando un cigarro? Su mano carga un libro valioso de Leslie Charteris, uno de aquellos que narra la historia de Simon Templar, un ladron al estilo de Robin Hood.
 
 
Veintiún Cuentos, en Donnie Darko
 
 
El director, Richard Kelly, hace una intensa trama vinculada al libro () de Graham Greene. Quizá recuerdes cuando Donnie comenta el texto en clase, mientras parafrasea que la destrucción es una forma de creación.
 
 
The Hollow Men, en Apocalypse Now
 
Durante la película puedes encontrar a Marlon Brando recitando maravillosamente el poema de T. S. Elliot, The Hollow Men.
 
 
Una breve historia del tiempo, en Harry Potter y el prisionero de Azkaban
 
Alfonso Cuarón es de los directores que adoran meter algunos mensajes ocultos, y en esta película no se le escapó uno sólo. Aquel hechicero del caldero chorreante es Ian Brown, vocalista de The Stone Roses, quien parece estar cautivado por el libro de Stephen Hawking acerca de las teorías sobre el tiempo y el espacio.
 
 
Modesty Blaise, en Pulp Fiction
 
En la cafetería, si Vincent Vega (John Travolta) si no hubiera estado leyendo Modesty Blaise en el baño, probablemente no habría permitido que Jules Winnfield hablara tranquilamente con los ladrones. De nuevo, si no estuviera leyendo Modesty Blaise en casa de Butch Coolidge, habría podido matar al boxeador a la fuga.