En febrero de 2010, los neoyorquinos eligieron al Bow Bridge como el lugar más romántico de Central Park. Fue el veredicto bastante previsible de una encuesta del Departamento de Parques.
Casi todas las parejas que han pasado por Nueva York se han hecho una foto acaramelada allí. Su silueta siempre ha formado parte de nuestra memoria, de la agenda imprescindible en la Gran Manzana.
Antes que en la realidad, los turistas siempre han visto el Puente del Arco en al menos una decena de películas. Con los colores ocres del otoño. Con el verde intenso de la primavera. Y también ahora, en invierno, tras la grandes nevadas de estos días, con los rascacielos del skyline tiritando de frío allá al fondo.
El Bow Bridge fue diseñado en 1862 por los arquitectos Calvert Vaux y Jacob West, los autores intelectuales de Central Park. Eligieron un estilo muy clásico y un material extraño en este parque, el hierro fundido. Mide 26,5 metros y la pasarela está hecha con madera de ipé, una de las más resistentes y duras. De pie, sobre la nieve, entre el vaho de la respiración y los disparos de las cámaras y los móviles, el mundo parece un lugar mejor.
