Después de veinte años de estar a la vanguardia del circuito de ventas fashion la tienda de moda Colette cerró sus puertas. La tienda parisina ubicada en el número 213 de la Rue Saint-Honoré de París, abrió sus puertas en marzo de 1997. Su fundadora, Colette Roussaux, le dio vida a esta boutique de tres pisos junto a su hija, Sarah Andelman. Por aquel entonces inauguró también un nuevo concepto en la moda: mezclar ropa de calle y de lujo en los equipos. Una de sus grandes virtudes fueron sus estilismos, siempre impensados y novedosos. Tanto que llamaban la atención de clientes y de personajes de la industria, entre ellos Karl Lagerfeld. “No compro en otro lugar que no sea Colette” dijo muchas veces el diseñador.
Colette se convirtió enseguida en el lugar de referencia para saber qué era nuevo, lo último y lo por venir. Y así fue durante todos estos años. Su posicionamiento como vanguardista se debió a las señas particulares que la distinguieron de otras: diseños exclusivos y limitados de productos, muchos de ellos, hechos en colaboración con decenas de marcas o personalidades. También funcionó como plataforma de lanzamiento de diseñadores nuevos y además, en los mismos metros cuadrados, convivieron productos de belleza, piezas electrónicas de lujo, revistas y papelería, accesorios y joyas. Para rematar la mezcla, en el primer subsuelo, funcionó hasta hoy mismo, un bar de aguas con alrededor de 80 variedades en su carta.
El anuncio de su cierre había llegado el 12 de julio de este año, a través de su página web y de sus redes sociales. Su dueña confesaba que estaba en un momento de su vida en que necesitaba tomarse sus propios tiempos. Y Colette no puede existir sin Colette.
Ahora, esa mítica esquina de setecientos metros cuadrados, estará vacía hasta que alguna otra marca tomé posesión. Los rumores dicen que se la quedará Saint Laurent, con quien hizo su última colaboración. Todo parece apuntar a que así será, porque esta misma semana se lo vio al diseñador de la firma, Anthony Vaccarello, en el local, observando las largas filas de clientes que salían con la bolsa negra de la marca. El tiempo dirá.
