Pedro Cervantes Roque | 22/12/2017 | 23:54
SI USTED TODAVÍA NO HA TENIDO la oportunidad de formar parte de esas largas colas de vehículos procedentes de las más de mil empresas ubicadas en la zona oriente de San Luis capital, es porque no vive aquí o porque trabaja en el centro y vive en la zona norte. Pero quienes sí nos hemos formado en la fila de los atarantados que pensamos que el tramo entre La Pila y el Distribuidor Juárez sería eternamente una carretera de altas especificaciones y de circulación rápida, nos ha tocado sufrir el estrés de ir a 10 kilómetros por hora con paradas continuas a lo largo de esos casi 15 kilómetros.
PARA POCO SIRVE UN MERCEDES o un Mazda, cuyos vendedores afirman que alcanzan los 100 kilómetros por hora en tan solo 15 segundos, pues la Carretera 57 en ese tramo se convierte en un largo estacionamiento, y las pruebas que han de pasar todos los vehículos enfilados es más bien por la calidad del embrague o por la seguridad de los frenos, porque arranque y frenado se alternan veinte veces por minuto. Además, no hay poder humano que agilice el tránsito vehicular en ese complejo de ramales en curva que funcionan con el nombre de “Distribuidor Juárez”.
BIEN, PUES EL PROBLEMA DE SAN Luis son sus calles. Gobiernos han ido y venido, alcaldes entran y salen y nadie ha dicho esta boca es mía. Yo me puedo imaginar esta ciudad como huérfana de padre y madre. La verdad ninguna autoridad se ha puesto a pensar a lo grande porque para hacerlo se necesitan miles de millones de pesos que no tenemos ni vamos a tener, como resultado de ese fenómeno de conurbación de ciudades que ocurre ahora en diversas capitales de los estados del país.
LOS ALCALDES DE SAN LUIS NO han tenido la más remota idea de qué hacer y cómo. Ignoran que Monterrey y sus municipios conurbados como San Pedro, Villa García, Apodaca, etcétera, fueron de los primeros casos en la República Mexicana que se vieron obligados a trabajar juntos para controlar todos los problemas de la conurbación y alguna experiencia tienen. La otra ciudad, como bien sabemos, es Guadalajara, con San Pedro Tlaquepaque, Zapopan, Tonalá y Tlajomulco. No me refiero a la Ciudad de México porque allá se cocina por separado. Se trata de dos estados de la Federación con situaciones muy peculiares.
BUENO, PUES NUESTROS SABIOS alcaldes de los últimos 50 años han creído que la Virgen les habla y se han hecho tontos creyendo que no nos damos cuenta de sus limitaciones. Prefieren gastar lana en los servicios y no en las vialidades, y el resultado es el colapso que ya nos perjudica cotidianamente. O las empresas escalonan sus horarios de trabajo y contribuyen para una solución adecuada, o sus empleados y trabajadores siguen parados largos y tediosos minutos mientras la fila se amodorra. En los dos casos la existencia de esos tiempos muertos representa dinero perdido.
Modernizar la ciudad es inevitable. Ninguna autoridad ha dicho algo al respecto porque no hay dinero en las armas para esos menesteres. Tampoco hay tiempo. Las obras durarían más de 3 años y no hay alcalde que tenga, entre sus planes, endeudarse para que otros paguen. Tampoco hay gobernador que acepte ayudar a los ayuntamientos de Soledad y San Luis para que hagan las obras. Todo esto lo pienso mientras avanzo a 10 kilómetros sobre una carretera que hace no mucho fue orgullo de los habitantes de esta parte del planeta.