Con la integración del delegado de la policía federal Jaime Pineda a la titularidad de la secretaría de seguridad pública del estado se cierra una costumbre impuesta desde hace muchos años en el sentido de instalar en esa posición a militares en retiro o en activo y se retoma el recurso de echar mano a elementos de esa corporación para ponerlos al frente de esa responsabilidad que tan buenos resultados dio desde que se la encomendaron a los conocidos personajes Miguel Naya Guerrero y Enrique Galindo Ceballos, quienes son extrañados por los potosinos por los altos niveles de seguridad pública en que mantuvieron al estado durante sus respectivos ejercicios.
Han sido muchos los militares que han tenido la encomienda de resguardar la seguridad pública de los potosinos, costumbre que se impuso desde tiempos de Guillermo Fonseca Álvarez cuando tuvo en esa posición al coronel Rogelio Flores Berrones y el mismo Carlos Jonguitud Barrios que inició su mandato nombrando en el cargo a su jefe de escoltas, el teniente Jaime Ríos Fabela que poco tiempo duró en funciones al ser cesado por los abusos de sus más cercanos colaboradores, aunque a medio sexenio se traería al tristemente célebre Waldemar Rodríguez Inurrigarro tamaulipeco de origen desconocido que acabó como guarura del profesor en sus última etapa en el SNTE aunque no llegó a SLP presumiendo grados castrenses cuyo ingreso a los afectos del profesor también fue siempre un misterio de cómo lo logró y se sostuvo al frente contra viento y marea apadrinado por el yerno de CJB Éibar Castilla y apoyándose en la influencia del jefe policiaco José Olivo Méndez Rico y no cayó pese al abusivo convoy de sobrevigilancia de su creación que paró de pestañas a la sociedad potosina por sus excesos.
Y así de entonces para acá no hubo régimen estatal que al verse rebasado por los problemas de inseguridad no acudiera a las fuerzas armadas para que les recomendaran a algún militar en retiro o activo, lo que en su mayoría luego de no responder a las expectativas debieron ser relevados por otro militar recomendado por los mandos de la Sedena o la Segob.
Lamentablemente, lo que sí parece ser cierto es que los militares, mayormente aprovecharon su cargo de encargados de la dependencia para convertirla en agencia de colocaciones de amigos y parentela como se ha evidenciado con el saliente general Arturo Gutiérrez quien se dio el lujo de traer a trabajar con él al grupo de cuates que tenía en Tamaulipas donde había trabajado antes de ser enviado a tierras potosinas a los que incorporó a la nómina con jugosos sueldos.
Así entones tocará al comandante Jaime Pineda demostrar que el gobierno de Juan Manuel Carreras no se equivocó al retomar la opción de llamar a la gente de la policía federal para tapar el hueco que deja el general Gutiérrez y desistir de no acudir a las fuerzas armadas en busca de otro militar recomendado para venir a tratar de preservar la maltrecha seguridad pública, hacemos votos porque tenga éxito.