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El federalismo, opción de Bélgica para acomodar independentistas

Notimex | 23/11/2017 | 08:29

No ha sido por casualidad que el presidente destituido de Cataluña, Carles Puigdemont, eligió a Bélgica como refugio tras su fracasado intento de proclamar la independencia de la Comunidad Autonómica española.

Los meandros del separatismo son algo que conoce bien el pequeño país de poco más de 11 millones de habitantes repartidos en unos 30 mil kilómetros cuadrados, y que pone en vilo a la nación en cada elección.

Para entender las particularidades belgas es necesario recordar que el país es un Estado federal compuesto por tres comunidades linguísticas (flamenca, valona y germana) y tres regiones (Flandes, donde se habla flamenco; Brabante Valón, donde se habla francés; y Bruselas Capital, donde se habla ambos), cada una con gobierno y parlamento propios.

En la rica Flandes, responsable por casi el 60 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y más del 70 por ciento de las exportaciones nacionales, el argumento de que hay demasiadas transferencias de fondos hacia Bruselas y al empobrecido Brabante Valón tiene cada vez más eco entre los electores.

Apoyado en ese discurso, el partido nacionalista flamenco N-VA (Alianza Neoflamenca) se alzó como primer fuerza política de esa región en la elecciones municipales de 2012 y, dos años más tarde, sería el gran vencedor de las generales.

Como tal, la N-VA se impuso como pieza fundamental del gobierno de coalición a cuatro partes formado por el partido liberal valón MR, del primer ministro Charles Michel, con los liberales flamenco y los democristianos flamencos.

Para asegurar su plaza en el gobierno, la N-VA prometió a los demás partidos dejar a un lado, al menos hasta las elecciones de 2019, su ambición de independizar a Flandes, punto central de su programa político.

En cambio, obtuvo el ministerio del Interior y la secretaria de Estado de Migración, dos ámbitos que quiere transferir a la competencia regional en una nueva reforma del Estado que pretende exigir en 2019.

Las negociaciones nunca son fáciles en este país de monarquía parlamentaria, cuya estructura política, diseñada en función de las sensibilidades regionales, obliga el Ejecutivo a estar formado a partes iguales por partidos francófonos y flamencos.

En 2010 fueron necesarios 541 días para componer un gobierno, un récord mundial.

Al largo de los últimos 30 años, con el fortalecimiento de la N-VA en Flandes y la necesidad de cohabitar para asegurar la manutención de un gobierno, el Ejecutivo federal ha ido cediendo cada vez más competencias a las regiones.

Tras seis reformas de Estado, éstas gestionan hoy la mayoría de las carteras, incluyendo Economía, Empleo, Transporte, Energía, Medioambiente y Planificación Territorial.

Las comunidades mantienen las competencias vinculadas a la lengua, la cultura, la educación o la producción audiovisual, mientras que al gobierno federal le quedan las competencias en materia de Exteriores, Defensa, Justicia, Hacienda, Seguridad Social y parte de Sanidad e Interior.

Para Pascal Delwit, politólogo de la Universidad Libre de Bruselas (ULB), es precisamente la federalización del Estado que ha proporcionado el terreno fértil para la ascensión de los nacionalistas flamencos, además del contexto de crisis económica y migratoria.

“Ello hace que la vida política, económica, cultural y mediática gire más en torno a las regiones y menos en torno a lo federal”, destacó.

Así como en España, la Constitución belga tampoco contempla el derecho a la autodeterminación, a la realización de referéndums de independencia o ningún mecanismo político para negociarla.

El sueño independentista de la N-VA también se topa con el problema de Bruselas, capital, a la vez, de Bélgica, de la Unióm Europea (UE), de la Comunidad Francófona y la Comunidad Flamenca, y una región de por sí, incrustada en el territorio flamenco.

Flandes no aceptaría perder la capital, aunque 42 por ciento de los habitantes de Bruselas son extranjeros y entre el 58 por ciento belga los francófonos son mayoría.

Además, encuestas de opinión indican que, pese el éxito del principal partido independentista, la independencia solo cuenta con el apoyo de entre el 10 y el 12 por ciento de los electores flamencos.

La autonomía regional es la opción encontrada por la N-VA para contornear esos problemas e instituir una separación “de facto” entre las tres regiones belgas.