Jueves 25 de Abril de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

Del tráfico y los conductores

Alex Valencia | 21/07/2017 | 11:19

Aprendí a conducir demasiado tarde en mi vida. Siempre fui un buen copiloto, cumplí con puntualidad las labores imprescindibles de poner la música, hacer función de GPS, sostener la bebida de quien conduce; pero como en realidad nunca me había visto en la necesidad de tener un vehículo, aprender a manejarlo me parecía irrelevante.

En esos largos años sentado al lado de conductores (predominantemente buenos, me refiero aquí a los que observaba alrededor del vehículo donde viajaba) pude percibir como la estupidez aflora de manera particular en la mayor parte de quienes se sientan tras el volante, cual si la acción mecánica de conducir, o manejar, más bien, absorbiera una carga neuronal tal que el resto de las capacidades se viera irremisiblemente afectada.
 

Sin embargo, ahora al manejar percibo con mayor claridad lo alarmante de este hecho, la aventura cuasi mortífera implícita en abordar un automóvil y hacerlo andar por los vertederos del tráfico; de pronto me siento como un investigador submarino explorando las fosas abisales, descubriendo en cada momento seres monstruosos que ni en los días más pachecos de su vida hubiera podido Lovecraft imaginar.
 

Prueba irrefutable de la estupidez humana es la miserable sensación de poder que experimenta un alto porcentaje de conductores, misma que los lleva a sentirse dueños de las calles y ver al resto de los seres -tanto de a pie como tripulantes de cualquier transporte móvil- como sus inferiores o bien como un enemigo a destruir por medio del rebase, el cerrón, el uso a discreción del cláxon y una variante floreadísima -aquí si hay que reconocer ingenio- de insultos antimaternales. La triste realidad nos enseña que ante la incapacidad de imponerse con los argumentos de la pura inteligencia, el humano requiere de poseer una máquina rodante para desfogar sus frustraciones cotidianas. Y no, ni James Dean se salva por haber demostrado su hombría compitiendo en un chicken run en “Rebelde sin causa”; por tanto tampoco se salvan los subnormales carentes de afecto familiar que practican arrancones en nuestras calles.
 

Otra prueba contundente la representan los topes. Paco Ignacio Taibo II menciona en un libro la “cantidad de hijosdelachingadaper cápita”, la cual debería ser considerada seriamente como unidad de medida, la cual puede ser calculada mediante una ecuación matemática mucho más sencilla que la conversión de yarda a metro. De esta manera, al circular por una colonia, podemos apreciar el volumen de estos especímenes en función del número de topes que se pueden contabilizar en una calle. Los topes son una invención dirigida a regular mediante el castigo las acciones irresponsables de los conductores; en un mundo libre de estupidez, la gente sabría que se debe reducir la velocidad cuando circula cerca de una escuela, un hospital, un área de juegos infantiles o ya de plano sería consciente de que en un área habitacional, 30 kilómetros por hora es una velocidad adecuada. Sin embargo la simple idea de una sociedad así hubiera doblado de risa al mismísimo Tomás Moro, a quien si se la hubieran propuesto para su Utopía, hubiera desechado por falaz e inaudita.
Definitivamente no me considero un conductor experto, aún soy novicio y por ende la marca de mi paso por las calles ya ha sido constatada por algunas banquetas y el carro del vecino (no se nota, ustedes no digan nada), estas apreciaciones son parte de un ejercicio mental practicado en ocasiones mientras transito o espero el siga en un semáforo, hasta que este cambia a verde y a la décima de segundo posterior, el chofer del carro de atrás me vuelve a la realidad a punta de claxonazos.

Posdata:
Los choferes del transporte público no fueron incluidos en estas reflexiones sobre la estupidez humana porque simplemente a alguien se le olvidó apartarles lugar en la cadena evolutiva y apenas califican como Sahelantropus Tchadiensis.*


* La definición de SahelantropusTchadiensis la puede encontrar en cualquier enciclopedia, algún libro sobre la evolución humana o de plano en Wikipedia, no espere a que todo se lo resuelvan fácilmente, caramba.