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Otto Dix, el degenerado

Alex Valencia | 02/03/2017 | 13:17

Sentado al resguardo de la trinchera, un hombre come extrayendo a puños el alimento de una lata. Mastica con la boca abierta mientras nos observa de frente pero sin curiosidad con ojos vacíos. A su lado reposan los huesos de al menos un cadáver. Su única compañía. Un silencio siniestro parece rodear el ambiente.

El horror se impregnó en Otto Dix de una manera temprana. La hora de comer en la trinchera, pieza descrita arriba, realizada tras su experiencia en campo en la 1ª Guerra Mundial, es apenas una muestra de la forma en que el artista alemán retrató su cotidianidad, en este caso la de la guerra, como lo hizo posteriormente con otras imágenes de una Alemania cambiante tanto como sus técnicas y estilos, siempre en proceso de adaptación para mostrar la realidad percibida. Es considerado ahora a la distancia como uno de los grandes artistas alemanes y por estos días podemos apreciar una importante muestra de su trabajo en Otto Dix. Gráficas Críticas 1920-1924, que se presenta en Caja Real Centro Cultural de la UASLP.

La exposición se presenta como parte de las actividades del año dual México-Alemania y es organizada por el InstitutfürAustandsbezichurgen (IFA) y el Centro Cultural Alemán de San Luis Potosí, A.C. con apoyo de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y la Secretaría de Cultura estatal. Reúne 86 obras originales realizadas por el autor entre 1920 y 1924 además de cuatro reproducciones en gran formato distribuidas en la parte alta del Centro. Las secciones comienzan con un recorrido por grabados en torno a la Primera Guerra como el descrito al inicio, en los cuales el autor plasmó con una crudeza fuerte pero sincera el horror acontecido a manera de crónica. Enseguida encontramos una instalación denominada Los sonidos de la Primera Guerra Mundial, cuya investigación y selección de audio corrió a cargo de Beatriz Silva Proa y la edición por Efraín Ochoa Aguirre, con el diseño gráfico, mapping y animación de Octavio Alonso. El audio funciona de manera puntual porque lo escuchamos desde antes de pasar a la sala, mas el mapping se ve pobre y supone un tropiezo significativo en el recorrido, es un desacierto museográfico.

Las siguientes salas nos muestran un ir y venir a través de la mente y estilos de Dix, amén de la vida en su país durante la posguerra, con el ambiente deprimido y sombrío de las calles que buscaba vivir otra vida al interior de los centros de reunión, con el desenfreno y la prostitución como medio de escape. Es ahí cuando Dix deja el expresionismo usado durante y después de la guerra con figuras anguladas e hirientes, composiciones que enviaban a infiernos donde la composición y el horizonte se transfiguran por el horror para dar paso al dadaísmo, el futurismo y la nueva objetividad, aunque no cae del todo en ninguna de ellas. La marca de la guerra parece perseguirlo aun cuando traza el desenfreno y en momentos pierde incluso el sentido caricaturesco para mostrarnos un horror cotidiano, ya sea una prostituta apuñalada en su cama o un vendedor de cerillos ciego y amputado de sus cuatro extremidades.

El cierre de la exposición es, por decirlo de alguna manera, más amable, al mostrarnos una serie de retratos en los cuales se incluye su célebre Autorretrato de perfil, aunque son tan abiertos a mostrarnos el alma de quienes son objeto de estos como los seres anónimos y desolados del campo de batalla.

En 1936, tras el ascenso de los nazis al poder, Otto Dix es clasificado como un artista “degenerado” por mostrar en su obra escenas que podrían desalentar al valiente ejército al momento de marchar a la batalla. Su obra fue retirada y destruida o vendida de las galerías e incluso casas donde se hallaba expuesta. Dos años después, la Gestapo le detiene acusándolo de haber sido partícipe en un atentado en contra de Hitler y es mandado de nuevo al frente de guerra en 1945.

Lo que podemos ver en la exposición de San Luis tiene que ver con un periodo previo a esto en su vida y su obra posterior debería entenderse de otra manera. No es, como se manejó en algún momento, una retrospectiva; hay capítulos aparte que no están concluidos siquiera en las magníficas piezas que conforman esta muestra. Esperemos verlas aquí algún día.

Disuelto en los boletines se encuentra el espléndido trabajo de Ulrike Lorenz, directora del KunsthalleMannheim y curadora de esta exposición así como sus antecesoras, denominadas Otto Dix. Violencia y pasión, presentadas en el Museo de Arte Contemporáneo (MARCO) de Monterrey y el Museo Nacional de Arte (MUNAL) de la Ciudad de México. Un gran trabajo museográfico con la exposición en San Luis, pero el espacio sigue manteniendo fuertes problemas museológicos para poder apreciar en plenitud las obras expuestas, comenzando por la luz de los ventanales y siguiendo por la pobreza de su capacidad de iluminación compuesta de rieles simples y al parecer sin posibilidad de variantes de intensidad lumínica. La exposición hay que verla, los detalles técnicos debemos señalarlos, porque no es posible observar una colección tan importante dando cabezazos para encontrar el ángulo en el cual el reflejo no estropeé la experiencia. Los alemanes ya cumplieron su parte trayendo esta exposición, lo consecuente sería responder con una presentación adecuada y profesional.