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No Marches

Jorge Armendáriz Gallardo | 16/02/2017 | 00:51

Con motivo de los repetidos desaires del nuevo gobierno de Estados Unidos a nuestro país en la persona de nuestro presidente, en México se impulsó la idea de organizar una marcha para demostrar al presidente Trump el desacuerdo en el que nos encontramos los mexicanos.
 
Todo esto por estas actitudes (de sobra sabemos bajas) con las que se ha llevado la diplomacia entre ambos países, reaccionando y buscando cambiar el trato indigno y el lugar en el que nos ha puesto con diferencia por ejemplo con su vecino del norte, a quien en su más reciente visita mostró un trato totalmente diferente e incluso halagó la relación con la promesa de que será mejorada, con muy buen ánimo y respeto, muy contrastante a la política de mensajes en redes sociales con la que canceló el encuentro pactado que se llevaría a cabo hace unas semanas con el presidente de México.
 
Y no es para menos, en las últimas décadas el trato y la relación con la que nuestro vecino y los gobierno mexicanos han llevado sus acuerdos y vecindad han sido bastante apropiados, incluso hace un par de años se dibujó la posibilidad de un acuerdo migratorio que se encontraba en la agenda y dio esperanza a los millones de mexicanos que ya viven en Estados Unidos, de legalizar su estancia y encontrar la paz en su nueva vida en este país.
 
Muy lejano al actual escenario donde la primera condición para el diálogo es la construcción de un muro en toda la franja fronteriza, que sea pagado por los mexicanos (de la manera que sea) para después poder sentarse a platicar de otros tópicos.
 
Además con la amenaza de la deportación masiva y la limitación en la cantidad de visas que se otorgaban a los mexicanos para cruzar la frontera de manera legal.
 
¿Y cómo ayudaría una marcha a cambiar esta actitud tan deleznable de un gobernante hacia nuestro país, su presidente y todos los mexicanos?
 
¿Cómo? ¿Una marcha masiva de un país vecino podría hacer recapacitar la política del ahora presidente Trump? Quien desde la cuna (suponemos) ya lucía sus berrinches monumentales y que estos fueron abrigados con el calor millonario de su familia que lo hicieron más radical, como lo ha escrito y expresado en sus múltiples libros (uno de ellos muy bien promocionado por el magnate Carlos Slim) donde describe su forma de pensar, creer y actuar que ha sido congruente a su intolerancia, discriminación, misoginia y otros defectos que ya son comunes en las crónicas de medios.
 
El respeto dice un dicho, “se gana”.
 
Aún cuando millones de mexicanos marcháramos en protesta con la política del vecino presidente de Estados Unidos, el momento en que debemos ganar el respeto los mexicanos es en el actuar de nuestro presidente (máxima autoridad) quien debió, debe y deberá mostrar una actitud inamovible y de valor que llame a ese respeto.
Creo debemos exigir que quien hoy delinea la diplomacia entre ambos países nos sea un aprendiz (como le expresó Luis Videgaray) con ansias de ganar un boleto a su candidatura al 2018, se profesionalice y fortalezca desde esta figura que será de gran importancia para merecer el respeto, del mas irrespetuoso presidente que haya tenido la Unión Americana, que ya lo vimos en su Reality “El Aprendiz” (TheApprentice”) serie que plasmaba la forma en que este millonario trataba y humillaba a los que demostraban su ignorancia y su debilidad, al peor estilo (y aún sin el poder político que hoy ostenta).
 
El respeto no se gana marchando, el respeto se gana mostrando en la persona de nuestro presidente el carácter que todos los mexicanos tenemos, por el amor a nuestro país, que es más fuerte que la ofensa de cualquier enemigo, como los estrofa nuestro Himno Nacional.
 
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