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La democracia soy yo

Alex Valencia | 14/02/2017 | 01:10

“La marcha es de quien la trabaja” fue una de las muchas, excesivas, frases dichas la semana pasada en torno a la convocatoria y realización de la marcha denominada Vibra México, la más interesante de cuantas se han realizado en los últimos años en México, no por su contenido en sí, sino por la manera como extremistas de todos los polos del espectro (nunca mejor empleado el término) político terminaron por hacer de la misma una demostración de lo lejos que estamos de ser una nación civilizada.

La convocatoria se realizó por un variopinto grupo de asociaciones e instituciones (incluyendo a El Colegio de San Luis), algunas de ellas vinculadas al conservadurismo o la derecha mas no eran las únicas ni constituían la mayoría, aunque la proyección pública de algunos de estos generó que se convirtieran en el rostro visible de la organización. Hubo, en efecto, un acto de repugnante oportunismo por parte del Gobierno de la República, el PRI y las televisoras, quienes pretendieron subirse al barco de la unidad, pero tal mezquindad no es menor a la mostrada por periodistas e intelectuales de izquierda, quienes se abocaron con tácticas goebbelianas a denostar todo lo relacionado con la marcha y sus participantes.

Las redes sociales, principalmente twitter, se convirtieron en el campo de batalla desde el cual la izquierda lanzó sus ataques. Durante la semana compartí y debatí opiniones con varias personas en función de que los ataques no tienen razón de ser por un principio básico de libertad de expresión: toda persona, sea cual sea su causa y procedencia, tiene el mismo derecho a manifestarse libremente, compartir o no sus ideas no es limitante, hacerlo y denostar al contrario es un acto de tiranía ideológica.

Antes, durante y después de la manifestación se generaron rumores sin sustento aunque efectivos en su método persuasivo para cierto público, desde que el movimiento estaba organizado en Los Pinos, que iban a reprimir a quienes se manifestaran en contra de Peña Nieto, hasta que Vibra México recibió más de 200 millones de pesos. Ideas tan estúpidas que me recordaron inevitablemente aquella leyenda urbana de la Guerra Fría en torno a que los comunistas se comían a los niños.

Finalmente el domingo 12 se llevó a cabo el evento con una asistencia de alrededor de 20 mil personas según el consenso; a la distancia, traté de seguirla en lo posible por medio de la transmisión en stream hecho por varios medios y civiles; tal como se esperaba, lo que se pudo presenciar fue una amplia diversidad de expresiones.

Sin embargo, tras el término de la misma los recalcitrantes detractores se apresuraron a hablar de la marcha calificándola como un fracaso, lo cual fue reproducido en las publicaciones impresas del lunes por parte de varios medios autoapreciados de críticos e inclinados hacia la izquierda, aunque sus filias políticas son tan claras como las de los conocidos por oficialistas. Su única celebración fue cuando Isabel Miranda de Wallace salió por piernas bajo la presión de algunos manifestantes quienes increpaban su cercanía con el poder (ok, yo también aplaudí eso), de ahí en fuera, todo fue construcción de epítetos demeritorios.

Entre sus intentos de justificación se encuentra que muchos de los asistentes nunca habían estado en una marcha y reprocharon la ausencia –sobre todo de las figuras públicas- en otros momentos de lucha social utilizando para ello un discurso maniqueo. Probablemente la marcha haya sido un fracaso, ya depende desde la óptica de quien se mira, pero en ello influyó el boicot de dichos escribanos, tan intelectuales orgánicos como a quienes por organizar este movimiento. Puede que incluso lo consideren un triunfo, pero parece todo lo contrario. Sí es el momento de manifestarse en contra de las políticas de Trump, también contra la tibieza de Peña Nieto y su pobre desempeño como presidente como de otras afrentas a los ciudadanos y el entorno, pero con actitudes como despotricar contra quien difiere aunque sea ligeramente de la postura propia y anteponiéndose como poseedores de la única verdad lo que se genera es mayor divisionismo y por tanto se refuerza y legitima toda acción de la clase política en nuestra contra.

¿O será que en el fondo eso pretenden?