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La insoportable levedad del Ceart (II)

Alex Valencia | 03/02/2017 | 01:29

En julio de 2005, después de una intensa pelea entre instituciones gubernamentales e iniciativa privada por ver quien se quedaba con las instalaciones de la ex Penitenciaría del Estado, se decidió que esta albergara a un nuevo Centro de las Artes, organismo sectorizado la Secretaría de Cultura con apoyo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes a través del Centro Nacional de las Artes. Comenzó  así una historia vendida desde inicio como el idílico caso en el cual un centro de reclusión se convertía en un espacio de libertad. El tiempo nos ha mostrado lo contrario.

En 2008 Vino la inauguración a todo lujo, unas instalaciones envidiadas hasta por  el propio CENART y la premisa de ser un espacio abierto para todas las expresiones artísticas tradicionales y contemporáneas, era el más joven y bello miembro de la Red Nacional de Centros de las Artes; destinado a ser “el elemento articulador de la Red Estatal de Centros Culturales y Casas de Cultura  que funcionen en los municipios del estado”, según reza el Considerando del Decreto de Creación fechado el 27 de septiembre de 2007 y vigente a la fecha. Pero al poco tiempo dio muestras de caprichos y berrinches cual niño mimado. Primero mis amigos y mis parientes ricos y qué horror con los primos pobres de municipios y Casas de barrio, ¡iugh!

Las administraciones de Deborah Chenillo y Magdalena Mas hicieron todo lo posible porque no levantara el vuelo el Ceart antes que sus intereses personales colocando, en el primer caso, a todo amigo en puestos clave aunque su perfil no cumpliera los requisitos del Centro y bloqueando toda actividad la segunda referida. Con la entrada de Laura Elena González Sánchez se esperaba un cambio radical al tiempo perdido en las administraciones anteriores y los primeros signos apuntaron a esa idea: se desanudó el grave conflicto generado por Mas con un grupo de trabajadores, se dio cauce debido a la demanda laboral de éstos, se les cubrieron los salarios ilegalmente retenidos y se anunció empeño para por fin pagar oportunamente a maestros y talleristas. Aunado a ello estaba su trayectoria personal y el renacimiento que dio al Instituto Potosino de Bellas Artes  durante su gestión, pero al paso de poco más de un año le han explotado problemas serios, por más que se trate de minimizarlos ¿Qué sucedió?

Durante la 37 Muestra Nacional de Teatro traté de asistir -en medida de lo posible, dados los horarios-, al 2° Congreso Nacional de Teatro y el primer día que lo hice me llevé una sorpresa para nada grata: tarde unos 40 minutos en avanzar de la puerta del Ceart hasta el área de Artes Escénicas, donde se desarrollaba el evento, y no por un camino saturado de asistentes, sino porque cada trabajador o colaborador del Centro a quien me encontré (no fueron pocos) se tomó su tiempo para expresarme su inconformidad con lo que está sucediendo ahí dentro. Yo no se los pregunté, simplemente quisieron expresarlo.

En promedio, las quejas no iban dirigidas a la Directora General, sino a las personas que ha llevado al Ceart a “ha de creer que a civilizarnos”, según uno de los testimonios. Cuando González Sánchez arribó al Centro, el ambiente era de lógica desconfianza en función de las traiciones del anterior Secretario de Cultura y la entonces titular del espacio, pero al mismo tiempo de unidad entre ellos como equipo y con ánimos de trabajar. Así se lo expresaron y así, conciliadora, lo tomó ella.

Lo necesario en el Ceart era curar las heridas y generar unidad y confianza, pero desafortunadamente la nueva titular optó por tratar al personal de manera condescendiente y desplazarlos por personas con las cuales ya había trabajado anteriormente, lo cual duplicó el problema: no se trata solamente del desplazamiento, sino del trato despótico y aires de superioridad con que su gente de confianza actúa. Y testimonios de ello tendría para llenar varias columnas.

Ahí radica la debilidad de Laura Elena González, una confianza en su grupo cercano el cual se vuelve proteccionismo ciego y por lógica negativo para el equipo laboral amplio. Un ejemplo palpable se vio en las semanas pasadas cuando salieron a la luz problemas en el área de artes escénicas, asunto que se pudo haber resuelto de manera interna si se hubiera actuado oportunamente y escuchando a las distintas partes involucradas, no solamente a sus allegados. Lo peor es que de acuerdo a los comunicados emitidos por el Ceart, el despido injustificado de la Maestra Alejandra Mendoza; la supuesta evaluación docente cuyo modelo nadie conoce; el nombramiento de un personaje repudiado para dicha área y la protesta de los alumnos de la misma, fue tomado como un mero chisme al cual se respondió de manera lacónica y –otra vez- condescendiente.

Es hora de que tanto la directora del Ceart como el Secretario de Cultura dimensionen las cosas con claridad, porque por supuesto, habrá siempre chismes y malas intenciones, pero deben saber distinguir estos de la realidad, salirse de la burbuja, hacer autocrítica y tomar decisiones con base en ello. Por doloroso que resulte.

Y no he hablado hasta ahora del gobernador y Enrique Márquez. Queda, para mala fortuna, mucha tela de donde cortar.