Ma. Guadalupe González Moctezuma | 05/01/2017 | 00:13
Un enemigo inteligente, si también lo somos, no deja de apreciarnos por ello y combatirá siempre con nobleza contra nosotros.
Oscar Wilde
Si bien es cierto que la pérdida de mil 600 millones de dólares significan un revés para la economía potosina, es preciso poner en perspectiva la cancelación del contrato que Ford Motor Company tenía con el gobierno del Estado y los cientos de potosinos que en su momento confiaron en esa empresa.
El impacto es más mediático que real. Vamos, que Donald Trump nos está espantando con el petate del muerto, haciéndonos creer que es capaz de llevarse toda la inversión que quiera con solo publicar en Twitter algunas amenazas.
No se trata de rasgarse las vestiduras ante un hecho ya consumado. Cada quién responde a las motivaciones conforme a sus propios intereses y hoy las motivaciones de la armadora estadounidense dejaron de ser importantes para los potosinos.
En la fría realidad de los números (que pocos acostumbramos ver realmente), la cancelación de Ford impactará en poco a la industria automotriz del país y en cambio dejó abierta la puerta del interés de armadoras europeas y asiáticas por llegar al nicho que abandonó la estadounidense.
Según Armando Amador Ortega, director del Centro de Desarrollo de la Industria Automotriz del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, el impacto de las acciones de Ford será de alrededor de un punto porcentual: "Producimos cerca de 3,5 millones de autos y de eso Ford tiene el 10% al año. Quizá en lugar de producir el 10% termine produciendo el 9% o algo por el estilo".
Lo cierto es que los mexicanos, acostumbrados como estamos a creer sólo lo que dicen y hacen en el extranjero, hemos perdido de vista que en este Siglo XXI, Estados Unidos ya no es la potencia omnipotente que era todavía en la década de los 90 del Siglo XX. La globalización le quitó gran parte de esa jerarquía y hoy sabemos que un grupo de países puede tener igual o más poder que el imperio norteamericano.
Esto quedará de manifiesto muy pronto, pero los indicios, para quienes los quieran y puedan ver, ahí están, en las reglas de los países organizados que funcionan con y sin la participación de Estados Unidos.
¿Es una lástima que Ford sucumbiera al chantaje de su presidente electo? Pues sí, es una lástima, como también es una lástima que el proteccionismo de que hace gala Donald Trump esté llevando ese imperio que se ha sostenido con sangre y dolor, al aislamiento y la debacle.
Pero eso no es problema de los mexicanos. Aunque muchos no lo crean, el gobierno federal, no sólo el actual sino en los últimos años, han trabajado mucho para que el país quede incluido dentro de los tratados comerciales más importantes del mundo.
¿Qué significa esto? Bueno, pues en buen castellano significa que si Estados Unidos no quiere comprar nuestros productos, países latinoamericanos, europeos y asiáticos están en la mejor disposición de adquirirlos.
Como en toda transacción comercial, habrá que abrir mercado, es cierto, pero en general los productos mexicanos ya son conocidos en alguna medida en todo el mundo.
¿Qué pasará con el mercado de los productos gringos? Pues tendrán que pagar los aranceles que hoy amenaza con imponer a los productos mexicanos. Porque los tratados comerciales se diseñaron precisamente para disminuir o eliminar los impuestos a las importaciones de la producción de nuestros amigos y/o socios.
El mundo ha cambiado y aunque no había habido necesidad de poner a prueba qué tanto ha cambiado, las reglas del juego ahí están y han funcionado frente a todas las amenazas a que se ha enfrentado el mundo en los últimos 20 años.
Sólo tenemos que poner los pies en la tierra y voltear para otros puntos cardinales en lugar de mirar sólo hacia el norte.
Si hacemos eso, la solución estará al alcance de la mano y en igualdad de condiciones, no supeditados a los caprichos de un gobierno extranjero.
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