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Punto de vista

Pedro Félix Gutiérrez Turrubiartes. | 24/11/2016 | 23:34

“Busca la SEP erradicar educación autoritaria”, declaró en Chiapas el Secretario de educación de México, Aurelio Nuño.
 
Y el mundo de las ilusiones y promesas, abrió la “caja de pandora” en un tema – dentro de muchos- que el sistema educativo de nuestro país tiene.
Sin duda alguna que en el corazón de este sistema, tantas veces vapuleado por sus resultados magros e insuficientes al no alcanzar los estándares internacionales de calidad, mueven a pensar en el que hacer y cómo, mientras generaciones de alumnos pasan de un ciclo escolar a otro buscando un destino.
 
Una transformación importante del sistema ha sido la emergencia de la evaluación educativa como instrumento estratégico asociado a la gestión y a la rendición de cuentas, los incentivos docentes y el control social sobre la educación.
 
Y  aquí es donde aún no sabemos cómo se ha enfrentado la tradición autoritaria de la educación que como “pedagogía negra” ha permeado la relación maestro-alumno; directivo-maestro; supervisor-director; jefe de sector-supervisor; hasta la punta administrativa de Jefe del subsistema de educación básica hasta secretario de educación en cada estado.
 
¿Y porque en la educación básica?, pues porque aquí se sientan las bases del desarrollo intelectual, formativo y social de miles de estudiantes.
 
La educación “autoritaria” y sus formas son trasmitidas de generación en generación como una formación tradicional. Y se recuerdan múltiples anécdotas desde como el maestro golpeaba al niño, o el ponerle “orejas de burro”, el gritarle para pedir “silencio” el sacarte del salón, o no permitir la entrada “por llegar tarde”.
 
A mí me reprobó la maestra, porque aunque mi trabajo final estaba muy bien – según ella- pero la presentación era pésima pues no llevaba forrada la libreta. Y aunque mi madre reclamó  a todo el mundo fuimos expulsados de la escuela por desobedientes. -Cuenta Karla- estudiante de secundaria.
Formas que tal vez  ya no se den, pero más a fondo se reconoce por los especialistas que el “autoritarismo en educación” tiene que ver con los procedimientos y rituales dónde el alumno es solo un ser pasivo, receptivo del saber y con rituales mecánicos que empobrecen.
 
Al no tener la capacidad y flexibilidad para entender que las nuevas generaciones tienen conocimientos expresos  de su ambiente, y el deber de disciplinarse a los contenidos y programas escolares, más la ejecución de  disciplina escolar en cada ciclo. El envejecimiento de la planta docente se quedó en el pasado.
 
Las experiencias democratizadoras de la educación básica – preescolar, primaria y secundaria- señalan como problemática fundamental: la actitud despótica de la autoridad, el uso indiscriminado de órdenes, la utilización del castigo ejemplarizador y la amenaza.
 
La experiencia psicológica y pedagógica de maestros eméritos e investigadores educativos solventes han descubierto que educar, así; de  forma vertical, a través de la coerción, la no aceptación de la crítica, Solo el silencio, la pasividad y la obediencia generan una dependencia.
 
Lo cual se complica con el maltrato paterno, en esos estilos de paternidad aún vigentes en todas las clases sociales. Dónde los padres se hacen cómplices de los malos tratos, pidiendo severidad y disciplina en el discurso, a costa de arrebatarle a la personalidad del niño en formación su independencia creando al final un ciudadano sumiso, sin personalidad ni criterios propios.
 
Desde la implantación de la escuela digna, la federalización educativa, la transformación de la gestión escolar, las escuelas de calidad y el intento de que la comunidad escolar- directivos, maestros, padres de familia-  mejoren el trabajo de la comunidad escolar y la calidad de los aprendizajes. Más la formación de maestros, el curriculum y el entorno laboral y sindical.
 
El proceso educativo y el sistema escolar tienen una serie de problemáticas que han surgido y otros que se han acrecentado, con la consabida irritación de la planta docente.
 
Miranda López señala; “que los problemas derivados de esquemas verticales y centralizadores y soportados por un fuerte dispositivo burocrático.                                              Tienen repercusiones en los estilos de enseñanza, en los  procesos de aprendizaje y los resultados educativos”.        
    
Y eso aún sin lograr aún resolver sobre el modelo principalmente verbalista, la memorización mecánica del conocimiento, las lógicas autoritarias de la pedagogía escolar, la desvinculación de la realidad social y el poco significado de los contenidos educativos para los estudiantes.
 
 “Lo que estamos buscando – volviendo al secretario Nuño- dice es romper con una escuela burocrática y autoritaria para crear una nueva escuela más democrática, abierta, dónde los niños no vayan a memorizar o aprender a memorizar, sino vayan a aprender a aprender y dónde además sean felices”.
 
A dos años que terminen este sexenio, con los ejemplos docentes que hemos tenido de mucha política y poca educación Tal vez sería oportuno recordar a Meneses, 1978, quién cita a Pablo Latapí en “Un siglo de Educación en México”.
 
Después de la independencia de México, durante el periodo 1821-1867, en la enseñanza “regía irremediablemente los bandazos políticos del país, ya en manos de los conservadores, ya en manos de los liberales, al margen del mérito de los distintos planes de estudio o de las iniciativas valiosas de los diferentes regímenes”.
 
 En los 45 años que duro este período, hubo 28  presidentes y 78 secretarios de educación. El mismo autor señala que “…en ese lapso se registraron 12 ensayos educativos, algunos efímeros, con la notable ausencia de un plan orgánico de enseñanza”.
 
Tensiones, agotamientos, propuestas, y pactos dan tono al desafío de ligar educación y democracia que rompa el paradigma del autoritarismo y sus secuelas.