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Leopoldo Pacheco | 10/11/2016 | 08:00

No puede haber evidencia o explicación más clara para la existencia de justicieros o “vengadores anónimos” como se les ha llamado últimamente, que la descomposición social que estamos viviendo como sociedad y como país. Eventos como lo que ocurrió en la zona de la Marquesa en el Estado de México en donde cuatro individuos que subieron a asaltar un camión de pasajeros, fueron ultimados a tiros por un ciudadano abordo, nos da un escenario, que aunque para muchos pueda ser justificable, lógico, o aplaudible, es la señal inequívoca de lo que nos estamos convirtiendo ante la falta de resultados de una autoridad que no resuelve delitos ni crímenes a no ser que los mismos, se resuelvan por parte de la también denuncia “anónima” de la propia ciudadanía.

La falta de capacidad de los organismos encargados de hacer investigación policiaca, o de prevenir el delito, nos está llevando a una caída en espiral, de la cual parece que solo puede salvarnos, la iniciativa de los propios ciudadanos, para defenderse por sí mismos, o buscar la justicia por su propia mano, sin embargo, esta situación por su propia naturaleza, en lo que parece ser la ley del más fuerte, nos llevara también a un retroceso social, en donde solo aquellos que tengan y sepan utilizar armas, ganarán su derecho a la conservación de la vida o de los bienes, haciendo una triste alegoría a las películas del viejo oeste.

Sin embargo esto lejos de ser un panorama justo, puede ser el némesis de nuestra organización social y de ahí emana el gran miedo del gobierno por encontrar a como dé lugar aquel que decidió hacer justicia por su propia mano, pues esto puede sentar un peligroso precedente del futuro inmediato en donde la autoridad ya no será autoridad, sino un ornamento o peor aún, un estorbo para una sociedad que ya no cree en ella.

El origen de este fenómeno está explicado en la más obscena impunidad en la que estamos viviendo como país, en donde la corrupción que genera esta impunidad, la observamos desde los más altos perfiles del gobierno, como el caso del ex gobernador  Javier Duarte que desfalcó a su estado Veracruz, por más de 4500 millones de pesos y se dio el lujo de aparecer en televisión y después evadirse, la libertad que por pifias legales, del  todavía blandengue sistema penal de nueva implementación que deja en libertad a violadores y asesinos, como lo que está ocurriendo en la zona huasteca, los ladrones y asaltantes que operan a distintas horas en distintos puntos de la ciudad y que son captados en flagrancia a través de los sistemas de cámaras que solo “ monitorean” sus actividades en la ciudad, el no poder recordar la última vez, que se puso a un gobernante corrupto tras las rejas, y que vemos que los propios cuerpos de seguridad están coludidos con la actividad delictiva, ¿A dónde cree usted que nos iba a llevar todo esto? Si no es precisamente al hartazgo social y al grito de ¡ya basta! de los ciudadanos.

El que esto escribe, puede cómodamente sentar una postura de lo que está mal, en términos de sus propias convicciones, valores, principios etcétera.  Porque no está bien buscar la justicia por mano propia, porque es un caminos seguro a la anarquía; sin embargo aquel pasajero que fue desvalijado, aquella mujer que fue violada, aquel niño que fue secuestrado ante los ojos inermes de los que ahí pasaban puede tener una versión muy distinta ante la necesidad evidente de respuestas, más allá del discurso y de la promesa política  o los objetivos de campaña, en un  fenómeno que no se soluciona por decreto, mucho menos por origen político o por colores de partido.

Es entonces que quedan más preguntas que respuestas en una situación poco sencilla, para opinar o tomar partido.

Muchas veces lo que queda es ponerse en los zapatos de aquellos que son víctimas y que están decididas a dejar de serlo incluso a costo de sus propias vidas, ese es el miedo más grande que puede tener un gobierno, y de ahí que se quiera evitar a toda costa el surgimiento de vengadores y justicieros, empezar puede ser una buena opción: demostrar que se da la justicia y dejar de cuidar a cómplices o padrinos o intereses, pues no parece que la cuerda vaya a resistir más antes de reventarse por lo más delgado.

Los mexicanos han tomado la justicia por su propia mano ante la poca capacidad de las autoridades para frenar la delincuencia aumentando así la incidencia de linchamientos en México.

Durante el mes de octubre se han registrado 30 linchamientos en diferentes estados de México, incluso en algunas entidades consideradas las más seguras de ese país.

En el estado de Aguascalientes los habitantes han colocado mantas en zonas residenciales en las que advierten a los delincuentes que serán linchados en caso de que cometan delitos.

En San Luis Potosí, tan solo durante el fin de semana se habló de esta posibilidad en el municipio de Soledad de Graciano Sánchez

Han sido las redes sociales el medio que la ciudadanía ha buscado para organizarse para detener a los delincuentes para una vez haberlos golpeados, entregarlos a las autoridades correspondientes, ahora también parecen convocar al silencio para no denunciar a los justicieros e incluso invitan a convertirse en uno de ellos.

HASTA LA PRÓXIMA.