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Ventana Política

Ma. Guadalupe González Moctezuma | 02/11/2016 | 01:11

De los males debemos escoger el menor.
Aristóteles
 
Tenía que llegar el día en que la sociedad se cansara de tanto someterse, de tanto soportar el embate de la delincuencia desorganizada y quedarse mirando cómo sus pertenencias, esas que con tanto esfuerzo adquirió, se evaporan para satisfacer las necesidades de completos desconocidos.
 
Aunque en muchas poblaciones del país ya se estaban viendo linchamientos, los potosinos habían permanecido ajenos a este tipo de prácticas, esperando con estoicismo a que las autoridades atinen pie con bola y logren inhibir la delincuencia común.
 
Bueno, esto no ha sucedido así, las autoridades no han logrado ponerle freno a esta llamada delincuencia común que se ha convertido en un verdadero azote para los sectores productivos de la sociedad. Todo aquel que tiene trabajo y un ingreso fijos es blanco de este tipo de delincuentes que sin miramiento alguno se llevan el producto de largas jornadas de trabajo.
 
Pero junto con esta delincuencia común se ha desatado también una violencia contra la mujer, pocas veces vista en nuestra sociedad.
Podría ser el caso de que la campaña para erradicar la violencia contra la mujer ha puesto sobre la mesa todas las formas de violencia que regularmente no vemos, porque estamos tan acostumbrados a ella que parece una práctica normal.
 
El caso es que los potosinos empezaron a tomar la justicia en sus manos, cansados de sentirse impotentes ante los atropellos y esto sí debe ser un foco rojo para las autoridades de todos los niveles, porque de un intento de linchamiento a un linchamiento completo no hay más que un paso.
Si en el Estado de México ya apareció un justiciero que está siendo protegido por el silencio de las víctimas que defendió en la Carretera México-Toluca, el lícito pensar que este ejemplo pueda cundir con rapidez ante las circunstancias que se viven actualmente.
 
¿Alguien se atrevería a denunciar a una persona que está arriesgando su libertad para librarnos de un atropello? No, nadie lo hará, y no lo harán por la sencilla razón de que la población está harta de que le quiten todo.
 
¿Le importaría a alguien que un justiciero estuviera matando por gusto? Vaya usted a saber. Lo más seguro es que a muy pocos les intranquilizaría la posibilidad de que un asesino serial se disfrazara de justiciero y mientras se complace matando ayuda a los desprotegidos a salir bien librados de un asalto.
 
Suena a mala película de aventuras, es cierto, pero no es descabellado y eso es uno de los riesgos de este tipo de acciones. Los mexicanos estamos tan desesperados esperando que la autoridad "o alguien" ponga freno a tanto abuso que enfrenta la sociedad, que difícilmente pedirá cuentas a quien se atreva a dar la cara por ellos.
 
Difícil momento enfrentan los mexicanos en general, pero los potosinos particularmente, al tener que decidir en semejante caso. Porque todos quieren una protección que el Estado no está pudiendo brindar y el individualismo que caracteriza a los potosinos en esta segunda década del Siglo XXI, exige una satisfacción y justicia (cuando no venganza) por los atropellos sufridos.
 
Como quiera que sea no queda más que esperar a ver cómo serán tratados tanto el caso del linchamiento en la Huasteca como la aparición del justiciero en el Estado de México, porque de eso dependerá el control o fomento que sufran los movimientos de autodefensa.
 
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