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Cabos Sueltos

Miguel Ángel Guerrero | 17/10/2016 | 00:35

Ahora que el índice delictivo ha “aumentado ligeramente”, como dijera Renato Sales hace unos días y que el general Arturo Gutiérrez está en la mira de la crítica mediática de la que una parte pide su salida del cargo como si con ello fueran a resolverse los problemas que se presentan en materia de inseguridad, lo que, evidentemente, no sería así pues el fenómeno del delito no se supedita a la presencia de determinado personaje en el área destinada a combatirlo o contenerlo para operar.

Ciertamente, a pesar de que la mayor parte de los delitos cometidos por el crimen organizado caen dentro de la competencia federal, esta instancia abiertamente se ha echado a la hamaca frente a esa realidad lo que se refleja en la falta de interés en enviar mayores recursos humanos y financieros para que los cuerpos encargados de hacerle frente lo hagan con mayor efectividad.

Desde hace muchos años, los gobernantes en turno ante el incremento de la inseguridad optaron por recurrir a la Sedena o la Segob para pedirles que les recomendaran a alguien que viniera a hacerse cargo de velar por la seguridad de los potosinos lo que generalmente ha desembocado en el envío de un militar, lo que, como está demostrado en pocas ocasiones ha servido como una prolongada solución al problema de la inseguridad.

Así, por ejemplo, desde el gobierno de Leopoldino Ortiz Santo vinieron diversos generales a atender la seguridad pública que con la misma se fueron pues normalmente era rebasada la corporación en equipamiento y armamento lo que los llevaba a tronar como chinampinas y a obligar al gobernante a retomar  el círculo vicioso de volver a solicitar un recomendado, que, de nuevo se traducía en la llega de otro militar generalmente con rango de general en retiro.

Sin embargo fue, a partir del arribo del crimen organizado en esta plaza cuando se evidenció con mayor dramatismo la falta de equipo moderno y capacitación adecuada de los elementos para enfrentarlos, llegando al alarde cínico de su superioridad en esos campos como cuando un comando armado incursionó en pleno centro histórico tratando de secuestrar a un empresario lo que hizo “tronar” a los encargados de la seguridad.

La historia se ha repetido desde hace dos administraciones estatales en las que se ha registrado el arribo de otros generales a la jefatura de la corporación que se supone mayormente preparada para cumplir con la tarea de meter al orden a los delincuentes.

Por supuesto, ahora la inercia de la crítica mediática que a veces quisiera ver a SLP como una sucursal del paraíso y lo presentan como una extensión del infierno pretende que se vea como necesario que ruede la cabeza del general Arturo Gutiérrez como si por arte de magia los delitos y delincuentes desaparecerían por la salida del actual secretario de seguridad.

Lo lamentable es que aún y cuando el gobernador Juan Manuel Carreras López decidiera removerlo las circunstancias y  por las reglas de lo políticamente correcto tendría que solicitar alguna indicación o sugerencia de los mandos militares y de la Segob en torno a quien poner en el lugar del removido.

En lo que no se descarta la posibilidad de que se le proponga recomenzar de nuevo con otro general y peor porque en estos momentos no hay alguien en el escenario de la sociedad civil con las aptitudes requeridas para ocupar tan sensible e importante posición por lo que el gobernador está en condiciones de solicitar al gobierno federal el refuerzo a la seguridad con un mayor número de efectivos militares y fondo económicos para mejorar y modernizar el equipamiento de las corporaciones…

DEL TINTERO

Con el inicio de las comparecencias de funcionarios estatales ante el congreso del estado por la glosa del primer informe de JMCL los diputados pondrán a prueba el nivel de conocimiento que tengan sobre las tareas que competen a cada uno de los comparecientes lo que se podrá ver en los cuestionamientos que les hagan, en lo que algunos legisladores deberían tener cuidado pues luego las preguntas que hacen parecen verdaderos discursos para lucirse que, de tan extensas casi logran dormir a los presentes en el acto y mueven a pensar las peores cosas del que está al habla…