Ventana Política

Una revolución no es digna de llamarse tal si con todo el poder y todos los medios de que dispone no es capaz de ayudar a la mujer -doble o triplemente esclavizada, como lo fue en el pasado- a salir a flote y avanzar por el camino del progreso social e individual.

León Trotski

Las leyes, como la Biblia, terminan siendo objeto de interpretación, aunque en el caso de las leyes tal interpretación tiene consecuencias generalmente graves que además pueden dejan en la impunidad a los delincuentes.

En San Luis Potosí, como en resto del país, la violencia en contra de las mujeres se ha recrudecido y no parece que haya nada capaz de frenarla, entre otras cosas porque no hay una definición clara y precisa de lo que significa "razones de género".

Este término "razones de género", así, genéricamente, englobaría todos esos detalles femeninos que atacan no sólo los hombres, sino también muchas mujeres criadas y convencidas de las bondades del machismo tradicional.

Según la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, se denomina Violencia contra las Mujeres a cualquier acción u omisión, basada en su género, que les cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado como en el público.

Pero además se establece el concepto de Violencia Feminicida como la forma extrema de violencia de género contra las mujeres, producto de la violación de sus derechos humanos, en los ámbitos público y privado, conformada por el conjunto de conductas misóginas que pueden conllevar impunidad social y del Estado y puede culminar en homicidio y otras formas de muerte violenta de mujeres.

A la luz de estas definiciones legales cualquiera pensaría que la interpretación no tiene cabida, puesto que las definiciones son bastante claras, sin embargo a pesar de que estamos a la mitad de la segunda década del Siglo XXI aún hay profesionales de la ley que prefieren interpretar antes que calificar la muerte de una mujer como Feminicidio.

La indignación de quien esto escribe nace de la aberrante decisión de la subprocuradora de Atención a Delitos Vinculados a la Violencia de Género del Estado de México, de descartar como feminicidio el asesinato de las mujeres Karen y Adriana, encontradas sin vida en unas maletas, por el "determinante hecho" de que no presentaban mutilación alguna en los genitales, "como normalmente pasa en la violencia por género".

La vergonzante decisión de esta subprocuradora me lleva a pensar en lo que pasaría si dentro de dos semanas, cuando vence el plazo otorgado por la comisión designada por la Secretaría de Gobernación para implementar medidas que signifiquen un freno a la violencia en contra de las mujeres potosinas, se llegara a la conclusión de que la emisión de una Alerta de Violencia de Género (AVG) no es necesaria y de pronto una o un servidor público decidiera que la muerte de una potosina no es feminicidio porque no le cortaron nada de sus órganos femeninos.

Este tipo de acciones circunscribe el feminicidio a condiciones de sexualidad, como si la Perspectiva de Género no fuera una visión científica, analítica y política sobre las mujeres y los hombres. Como si no propusiera eliminar las causas de la opresión de género como la desigualdad, la injusticia y la jerarquización de las personas basada en el género. Como si no buscara promover la igualdad entre los géneros a través de la equidad, el adelanto y el bienestar de las mujeres; como si todo lo anterior no contribuyera a construir una sociedad en donde las mujeres y los hombres tengan el mismo valor, la igualdad de derechos y oportunidades para acceder a los recursos económicos y a la representación política y social en los ámbitos de toma de decisiones.

Es el espectro de funcionarios como la subprocuradora de Atención a Delitos Vinculados a la Violencia de Género del Estado de México lo que me alienta a confiar en que la Segob decretará la AVG y nuestros funcionarios potosinos no cometerán la vileza de revictimizar a aquellas mujeres que ya han sido victimizadas por algún varón que se sintió con los suficientes tamaños como para ejercer el ancestral derecho machista de disponer de la vida de una mujer.

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